Romina Girotti tiene un presente inmejorable y un futuro promisorio. Su discurso devela fuertes dosis de rigurosidad y tenacidad. Es precisa y aunque ajusta sus palabras una a una, cuando sonríe exhibe todos sus dientes. Desde aquí, si bien tiene todo un camino por delante, conserva los pergaminos que solo se escriben con vivencias, esfuerzo y talento. Con 34 cumplidos, derriba de un plumazo el mito que asocia la experiencia con los años. A continuación, Girotti, pero de perfil.

A sus 18 años, tras recurrir y acatar el consejo de los populares test vocacionales, estudió Bioquímica en la Universidad Nacional del Sur (UNS) de Bahía Blanca, institución que le permitió realizar sus primeros pasos en investigación neurobiológica. Sin embargo, en el trayecto advirtió que su verdadera pasión debía concentrarse en el área de la salud y asumió el desafío de estudiar el cáncer. De este modo, como en su ciudad natal no había grupos especializados en la temática, en 2004 viajó a Buenos Aires e ingresó en el Instituto Leloir. En paralelo realizó su doctorado en Química Biológica (UBA) con un trabajo sobre melanoma, aunque pronto las limitaciones presupuestarias y tecnológicas, la empujarían a continuar sus estudios en el exterior. 

En efecto, visitó las instituciones más prestigiosas Europa, hasta que en 2011 el paracaídas se estacionó en el Institute of Cancer Research de Londres. Se trataba de una oportunidad inmejorable en un centro con un enfoque traslacional, que se desmarcaba de las investigaciones de laboratorio para analizar muestras de tumores y sangre directamente en pacientes. La premisa indiscutible era realizar producciones científicas que fueran capaces de mejorar la calidad de vida de las personas. Así que dos años más tarde, de la mano de Richard Marais, se mudó de ciudad y trasladó sus investigaciones al Cancer Research UK Manchester Institute hasta 2015. Como el Instituto está emplazado al lado del Christie Hospital (el centro de oncología más prestigioso de Europa), exprimió al máximo la coyuntura para desarrollar todas sus herramientas vinculadas a la medicina personalizada. “Lo más valioso que aprendí es la centralidad que tiene el diálogo entre los científicos y los médicos oncólogos. La comunicación está muy coordinada y los resultados que se obtienen son su consecuencia” señala Girotti. Y completa, “noso- tros comprendíamos sus necesidades y concentramos la lupa en las áreas de mayor necesidad. Eso es fundamental, porque muchas veces los científicos nos encerramos en el laboratorio y olvidamos lo más importante: la salud de los pacientes”.

En 2017 se desempeñará como investigadora de Conicet en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme), y trabajará en colaboración con el Laboratorio de Inmunopatología encabezado por el doctor Gabriel Rabinovich. En 2016, por la relevancia de sus investigaciones sobre melanoma, Girotti recibió el premio “Christopher J. Marshall Award” que otorga la Sociedad para la Investigación del Melanoma y la Fundación de Investigación en Melanoma, con sede en Estados Unidos. El reconocimiento se suma al “Premio Joven Investigador” que otorga la prestigiosa Organización Europea del Cáncer y a una tercera distinción obtenida de parte de la Asociación Británica de Investigación en Cáncer. Van tres galardones y, afortunadamente, esto recién comienza.