La relación de Netflix con los pesos pesados de la industria cinematográfica tiene más idas y vueltas que el guión de una telenovela turca. Esta semana, a falta de uno, hubo dos nuevos capítulos en las contiendas que el gigante del streaming sostiene en simultáneo contra la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood y el Festival de Cannes. En ambos casos el resultado fue similar, y si bien la empresa radicada en California no logra torcer definitivamente los brazos de sus antagonistas, sí inclinó considerablemente la balanza a su favor… Al menos por ahora. En el primer frente, la Academia dio el visto bueno para que las producciones de Netflix puedan seguir compitiendo en todos los rubros del Oscar, clausurando así una disputa en la que hasta la Justicia estadounidense metió un bocadillo. Así como la N roja podrá aparecer en febrero de 2020 en el Dolby Theatre, también lo hará en una de las secciones paralelas de la próxima edición del festival francés luego de dos años en los que esa letra era la insignia del enemigo. 

Lo ocurrido con el Oscar es el último coletazo de las diez nominaciones cosechadas por Roma, de Alfonso Cuarón, en la última gala. Para un grupo importante de directores y productores resulta inconcebible que la Academia premie películas cuyo destino principal es una pantalla hogareña. La voz opositora que más fuerte sonó fue la de Steven Spielberg, quien aseguró que pediría que los títulos financiados por sitios de streaming (Netflix, pero también Amazon, que silba bajito pero tiene sus interés en juego) no puedan acceder a los principales rubros del reconocimiento más importante de la industria del entretenimiento. La disputa escaló a principios de abril cuando el Departamento de Justicia de los Estados Unidos envió un comunicado en el que advertía que un nuevo reglamento pensado para poner límite a estas compañías podría “tender a suprimir la posibilidad de la libre competencia” (https://www.pagina12.com.ar/184939-academia-de-hollywood-vs-netflix). Y ya sabe que pocas cosas más sagradas al norte del Río Bravo que la libre competencia. 

Tironeada entre los popes de los estudios tradicionales, el poderío económico de Netflix y la Justicia, la Academia optó por el camino más sencillo: dejar todo como está y patear para más adelante cualquier modificación reglamentaria importante, alegando que sus miembros deben “estudiar más a fondo los cambios profundos que están ocurriendo en la industria”, según afirmó el presidente de la entidad, John Bailey, en un comunicado emitido luego de la reunión de la junta directiva realizada el martes. De esta forma, toda producción estará en condiciones de ser elegida independientemente de su explotación comercial en otra ventana de exhibición, siempre y cuando cumpla con la condición de proyectarse tres veces por día durante al menos semana en algún cine de Los Ángeles. “Apoyamos la experiencia en la sala como parte fundamental de una película, y eso tuvo un peso importante en nuestras discusiones”, agregó Bailey. 

El escenario estaba mucho más embarrado del otro lado del Atlántico. La inclusión de Okja, de Bong Joon-ho, y The Meyerowitz Stories, de Noah Baumbach, en la Selección Oficial de 2017 generó una discusión intensa puertas adentro del festival de Cannes. El resultado fue un cambio reglamentario por el cual toda película que aspire a la Palma de Oro debe tener confirmado un lanzamiento comercial en salas francesas. A Netflix no le gustó para nada que le marquen la cancha, e hizo las valijas buscando nuevos rumbos en otros festivales europeos. Venecia sacó ganancia de ese río revuelto quedándose, por ejemplo, con la premiere mundial de Roma. Dos años después, y si bien el apartado competitivo sigue vedado, la N roja volverá a dibujarse en las pantallas de la Croisette gracias a la presencia de Wounds, del británico-iraní Babak Anvari, entre los 23 títulos seleccionados para la Quincena de Realizadores.

La razón de esta inclusión es muy sencilla. Si bien sus títulos se exhiben en simultáneo a los de la selección principal y bajo el paraguas de Cannes, la Quincena no es una competencia       –aunque haya premios no oficiales– sino un evento paralelo organizado desde 1969 por La Société des réalisateurs de films y con sus propios criterios de programación. De allí que la obligatoriedad de tener asegurado un estreno en sala no aplique para este apartado. Así y todo, el flamante Delegado General de esta sección, Paolo Moretti, tuvo que salir a dar explicaciones. “Estábamos en contacto con Anvari desde su primera película, Under The Shadow, que fue toda una revelación. Sabíamos que venía trabajando en Wounds y empezamos a hablar con él cuando todavía estaba negociando. Recién ahí Netflix compró los derechos de exhibición: no era una película de Netflix cuando la vimos. La empresa eligió respetar ese acuerdo previo y dejarnos presentarla. Para mí es un gran director, queríamos darle la oportunidad de mostrar su trabajo”, dijo en una entrevista al sitio Screendaily. “Como el nombre sugiere, el objetivo principal de la Quincena de Realizadores es valorar el trabajo de los directores, todo lo demás queda en segundo lugar”.