Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) santafesinas se desarrollaron con corrección, sin incidentes relevantes, una encomiable jornada democrática. El socialismo que gobierna la provincia puede festejar que su candidato Antonio Bonfatti (ex gobernador que busca volver a serlo) fue quien obtuvo más votos a título individual con la boleta del Frente Progresista (FP). Y porque sigue competitivo para la elección del 16 de junio.

El peronismo unido (lista “Juntos”) puede celebrar que tramitó una interna serena, constructiva. Y que la suma entre los sufragios que sacaron el senador Omar Perotti y la ex vicegobernadora María Eugenia Bielsa supera a la de Bonfatti (ver más detalles en notas aparte).

Perotti puede preciarse de haberse impuesto por un margen generoso a Bielsa. Y ésta por haber conseguido un apoyo significativo sin aparato y contra casi todos los sectores del peronismo local.

Más desvalido queda José Corral, candidato radical de Cambiemos. Quedó tercero lejos. Con datos provisorios, obtiene menos de la mitad de sufragios que Juntos y alrededor de la mitad que el FP. 

Queda distante del cuasi batacazo de Miguel del Sel en 2015. El Midachi de camiseta amarilla perdió contra el actual gobernador Miguel Lifstchiz por un puñado de votos: menos de 1500 sobre un total de 1.700.000. Expresado en porcentajes, un 0,01 por ciento. 

La performance de Cambiemos en las legislativas de 2017 también ilusionaba a sus cuadros con ganar la provincia: salió primero, con cerca del 38 por ciento de los votos. A distancia sideral de los cosechados ayer.

Corral ni siquiera puede ponerse abandónico y quejoso, como correligionarios de otros pagos en domingos anteriores. La Casa Rosada lo rebancó, el presidente Mauricio Macri lo aupó. Ayer perdieron todos.

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Esta columna se cierra con el 37 por ciento de los votos escrutados. Faltan elementos para un abordaje más preciso. El recuento se demoró varias horas. Nada grave, salvo para la pasión, la ansiedad y los horarios de dirigentes, militantes, candidatos... y periodistas. Lo esencial es que el escrutinio sea seguro y verificable, no tanto que resulte veloz. Las mentiras sobre el voto electrónico, poco creíble y muy manipulable, saltean ese orden de prelación. 

Un lugar común afirma que las PASO (cuando no hay internas) funcionan (solo) como una gran encuesta. Se trata de un elogio impropio, hasta desmesurado, a los sondeos que interrogan a una muestra de la población. En las Primarias se pronuncian todos los ciudadanos, se definen. No es imposible que alteren mucho sus decisiones en un mes y medio... pero es muy difícil. Lo comprueba la experiencia de tantas primarias en distintos distritos, en la abrumadora mayoría de los casos.

Los guarismos de la votación para gobernador, desde ya, se modificarán en junio, en cierta medida. Pero la magnitud de las diferencias del Frente Progresista y “Juntos” versus Cambiemos deja una impresión: quedan en pie dos aspirantes con chances. La versión santafesina del oficialismo nacional pinta para quedar tercera, desairada. Claro que nada es seguro hasta contar el último voto pero los milagros no abundan.

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El minucioso mapa electoral abre un nuevo tiempo de campaña. Es de manual que el primer desafío para las huestes de Perotti será retener todo el caudal de Juntos, algo que no consiguieron en 2011 cuando su candidato era el diputado Agustín Rossi. La minoría derrotada en la interna puede centrifugarse, sobre todo si las adhesiones provinieron de sectores “progres” no justicialistas, seducibles por Bielsa pero no por Perotti. Si lo acumulado ayer se mantiene, la pugna será palo y palo. 

El gobernador Lifschitz le ladró al presidente Mauricio Macri en la campaña. No le fue tan hosco desde 2015 pero la cercanía con Cambiemos es piantavotos. Ahora Bonfatti se dedicará a seducir a quienes se inclinaron ayer por Corral con el argumento explícito del voto útil para vencer al peronismo y, tal vez, mediante guiños gorilas más disimulados.

Con la mochila de llevar la camiseta del oficialismo nacional en decadencia, Corral podría darse por conforme si retiene en junio el magro capital de ayer. Claro que no debe decirlo ni bajar los brazos: un candidato que se precie de serlo tiene que ostentar el optimismo de la voluntad aún (o especialmente) después de recibir una goleada.

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Santa Fe es la primera provincia gobernada por el socialismo en su larga historia. Lleva tres períodos consecutivos; el primer mandatario electo fue Hermes Binner, en 2007. Ese año, el fin del mandato del fallecido presidente Néstor Kirchner resultó propicio para “nuevos” partidos en distintos distritos. El PRO de Macri venció por primera vez en la Ciudad Autónoma. Fabiana Ríos se impuso en Tierra del Fuego con una fuerza propia, local. El cordobés Luis Juez perdió la gobernación ante Juan Schiaretti por el canto de una uña tras un escrutinio sospechoso. Difirieron mucho las trayectorias de esos protagonistas y partidos en los años posteriores. El PRO se transformó en una fuerza nacional, base de la coalición Cambiemos. Macri llegó a la presidencia. El socialismo siguió una parábola bien distinta. Se sostiene en Santa Fe, en la intendencia de Rosario que fue su primer baluarte y se ha desmigajado como partido nacional. Su presencia –más allá de las fronteras de la provincia– se asemeja bastante a lo testimonial. Si perdiera en junio, sería tremenda la licuación de su capital político.

Para el peronismo unido recobrar la provincia (la tercera medida en cantidad de habitantes) sería un batacazo, quizá el primero entre las elecciones distritales.

Cada provincia tiene sus tradiciones, características únicas. En Santa Fe resaltan por ejemplo la veda a la reelección inmediata del gobernador, la exclusividad socialista, todas las distinciones de Rosario, la mayor ciudad, tan distinta del interior. 

De cualquier forma, la seguidilla de fracasos de Cambiemos en territorios variados es un indicador llamativo que seguramente agravará las calenturas de Macri y las rencillas intestinas.

Socialistas y peronistas santafesinos la pasarán mejor en las próximas semanas remando para prevalecer en un desenlace con final abierto.

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