El cantante, actor, director y dramaturgo Dennis Smith tuvo una relación amorosa muy fuerte que duró 11 años. Se separó en 2015. Ya en los primeros llantos comenzó a escribir textos y componer canciones. La catarsis fue tomando forma. Escribió cuatro versiones de lo que finalmente se convirtió en Los abrazos huecos. Comedia turbulenta sobre los trayectos del amor, una propuesta obviamente autobiográfica que sigue la línea de anteriores trabajos suyos muy celebrados. Sin temor a la cursilería y a la exageración, la puesta cuenta en cuatro sentadas, cinco canciones y una serie de monólogos el nacimiento, desarrollo y fin de una relación amorosa. Dennis actúa de sí mismo, Nacho de Santis encarna a su pareja y Agustín Buquete acompaña en guitarra. 

“Empecé a escribir la obra ni bien me separé”, cuenta el carismático Smith en un café al que solía ir con su viejo amor. “Muchos de los textos los escribí ni bien me separé. Pasé una semana tremenda. Me levantaba todos los días a las seis, llorando, una cosa horrible… y muchos días escribía en medio de ese llanto. Sentí que tenía la posibilidad de hacer una obra.” Cuando su ex pareja –con quien sigue en contacto– le comentó que estaba con alguien, el año pasado, “de un tirón” le salió la versión definitiva. “Necesito ponerle distancia a esto, reírme y seguir adelante. Esa persona fue mi familia. Yo tenía 23 cuando empezamos a salir y me separé a los 34, casi 35. No me conocía como adulto. Cuando estás con una persona no sos vos ni el otro. Se forma una tercera cosa que es el amor: una burbuja que se sostiene por no sé qué razones hasta que deja de habitarte. Se autogestiona, aparece y desaparece por sus propios medios”, plantea el director. 

Con una puesta muy sencilla que realza música y actuaciones, Los abrazos huecos (sábados a las 20 en Abasto Social Club, Yatay 666) continúa la línea de otros trabajos del actor. Negra (2012) era una despedida a su abuela y Boyscout (2014) hablaba del bullying que él mismo padeció. “Siento que éste fue el estreno más feliz de mi vida”, asegura. “La obra tiene mucho humor. A mí me encanta Woody Allen, por más que pasamos un momento oscuro de la vida. Dicen que el humor es tragedia más tiempo. Ahora lo siento en carne propia. Quiero conectarme con lo doloroso desde la luz. Siento que Boyscout me dejó encajonado en un lugar oscuro y sórdido. Estoy harto de eso”, compara.

“El año pasado, después de todos estos años de separados, sufrí un robo. Me estaba por comprar un departamento, me robaron toda la plata, casi me matan, una cosa muy severa… todo esto, sin saber si una persona cercana me había mandado a hacer eso. Se rompió una amistad íntima que tenía. Y me di cuenta que, desde que me había separado, no terminaba de entender el sentido de la vida. Me llamaron para una serie de Netflix, lo hice; para trabajar en el Paseo La Plaza, lo hice… pero no disfruté ninguno de esos trabajos. No le encontraba el sentido a nada de lo que hacía. Pero a partir del año pasado hubo un cambio, y escribir esta obra tuvo que ver con eso. Con haber entrado a un lugar de alivio. Cerré el duelo, como me pasó con Negra”, dice el artista, quien también dirige Eye y yo (domingos a las 19 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960).

La obra de Smith va los sábados en Abasto Social Club.

Smith define a Los abrazos huecos como una obra “sin vergüenza”. “Si me caigo de boca en la calle me va a sangrar. ¡Honestidad! Estoy harto de las poses, del teatro hermético, de los pelotudos que hacen teatro para la intelligentsia. Estoy harto de la cosa snob, del adolescente de barrio norte aspiracional”, se enoja. ¿Su ex vio la obra? “No, y no la va a ver, dice que le da cosa. Se le hace muy raro. Por más que siento que me adora, debe haber algo con su nuevo novio, porque últimamente no nos vemos nunca. Está desapareciendo, no hablamos, me da una pena… A mi nuevo novio no sé si le causará mucha gracia que aún lo vea, pero le dije: ‘él es parte de mi familia, lo adoro’. Me niego a creer que el amor termina para siempre. ¿Por qué todo tiene que ser destrucción y no transformación?”, se pregunta Smith.

–¿Intentó llevar su historia íntima a un plano colectivo, planteando situaciones con las que el público se pudiese identificar?

–Uno siempre piensa en el espectador, pero… ¿qué sabés lo que le va a pasar a la gente? Yo siempre trato de que a mí me genere algo. Y sí pienso en el entendimiento, porque me saca de quicio ver obras que me dejan afuera en el primer minuto, con ideas y nada de acá (señala el corazón). Yo no pienso cómo voy a hacer para que el espectador se emocione, cada función se arma con él. Pero tenía la fantasía de hacer una obra que recorriera los puntos neurálgicos de nuestra relación, que en síntesis son los que vivieron todos. Por ejemplo, el momento en que dos personas se conocen. Me causa gracia cómo las parejas cuentan cómo se conocieron; se suele armar un stand up. Dos personas se conocen y hay algo potencial impresionante por desarrollarse. El momento en que te enterás que el otro está con otro. Sentís que se te acaba el mundo, por más que ya estés con otra persona, como me pasó a mí. El momento en que nos separamos; tengo la imagen clara de ese momento. Me miró y era otro. Me abrazó y no era él. Tengo la imagen clara de todas las mañanas despertándome diciendo “se acabó el mundo, no entiendo nada”. La hago para mí esta obra. Ojalá venga un montón de gente, pero si no viene nadie voy a ser feliz haciéndola. Estoy enamorado de ella. 

–En un trabajo autobiográfico, ¿cómo se trabaja la frontera entre la persona y el personaje?

–Soy muy desgraciado, muy hijo de puta. Yo escribo y escribo, después como director digo “me cago en vos, dramaturgo”. Hago lo que se me canta. La obra terminó de consolidarse cuando entendí que tenía que generar conflicto con Nacho (de Santis). En la vida real no era así. Con mi novio nos costó separarnos porque, justamente, nos cuidábamos mucho. Ibamos a morir de ser políticamente correctos, pero llevar eso a la escena era un bodrio. Entonces establecimos una dinámica en la que él no entiende nada de lo que le digo y yo cada vez que me dice algo que realmente piensa y que es importante para él yo lo ninguneo. En la ficción era más divertido establecer un juego entre dos roles antagónicos.