La mejor imagen para comprender el maridaje entre cine y literatura se le ocurrió al escritor y guionista Marcelo Figueras al pensar en la figura del anfibio, “esa criatura que necesita de dos hábitats”, durante la charla “Diálogos entre Cine y Literatura”, organizada por Octubre TV. Plataforma de Cine y Series, en la que participaron también Paula de Luque, Fernando Spiner, Ana Piterbarg, Sandra Gugliotta y Marcelo Schapces, en el stand del Grupo Octubre en la Feria del Libro. “Las diferencias son las que me desafían más –reconoció Figueras ante una pregunta de la moderadora, la guionista Marcela Marcolini–. Cuando escribo para cine, trato de llevar al guión algo del espesor de lo puramente literario. Y cuando escribo ficción pura, trato de apelar a algunas de las lecciones narrativas del cine: tenés un cuadro y dentro de ese cuadro, aunque parezca quieto e inmóvil, algo está pasando. En cada página, en cada párrafo, tiene que estar también esa tensión”.

Figueras –coguionista de Plata Quemada, la novela de Ricardo Piglia llevada al cine por Marcelo Piñeyro– comentó que en los últimos días le estuvo dando vueltas a Apocalypse Now, la célebre película de Francis Ford Coppola. El guión del film está basado en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, una breve novela ambientada en el Africa de fines del siglo XIX, aunque traslada la acción a la Guerra de Vietnam. “Son épocas distintas y situaciones distintas, pero la adaptación es perfecta –ponderó el escritor y guionista–. Lo que desvelaba a Conrad como el racismo de la Europa colonial o la noción de civilización están representados en la película. Uno puede cambiar la piel a la criatura, pero no puede traicionar la esencia del relato”. Piterbarg compartió la dirección con Fernando Spiner de Los siete locos y Los lanzallamas, para la serie de treinta capítulos que se emitió en la Televisión Pública. “¿Qué es lo que no se puede traicionar de esa obra?”, se preguntaron. “Hay un gusto en ver cómo se hicieron las grandes obras de la literatura. Eso tiene un valor en sí mismo; es una tarea muy grata trabajar en un texto que tiene fortalezas que lo conmovieron”, dijo Piterbarg. “Ricardo Piglia, gran conocedor de la obra de Roberto Arlt, nos empujó a un acto casi espiritista de dejar que hablara Arlt”, agregó Spiner.

Marcelo Schapces, que el año pasado estrenó Necronomicón: El libro del Infierno, un film que toma el universo de H. P. Lovecraft, aseguró que lo que hay que ir a buscar es “el espíritu de aquello que se está adaptando” y no tratar de hacer una traslación literaria a lo cinematográfico. “El cine y la literatura siempre han ido de la mano; algunas veces bien y otras muy mal”, planteó Schapces. Sandra Gugliotta contó que está filmando un documental que parte de un libro, La privatización de los cuerpos del sociólogo Damián Pierbattisti, sobre la privatización de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel). “La política de reducción de personal de Entel fue tan extrema que produjo enfermedades, muertes, incluso suicidios. Diez años después, la empresa France Telecom, ahora Orange, aplicó la misma política y generó una ola de suicidios con 35 trabajadores que se quitaron la vida. Ahora se está realizando un juicio a los CEO responsables de aplicar esta política en Francia; es la primera vez que representantes de las empresas son acusados de la muerte de los empleados”, explicó. 

“¿Por qué hay necesidad de adaptar textos de la literatura?”, preguntó Paula de Luque, que presentó la mesa y luego escuchó como si fuera una más del público. “Cuando un relato literario se transforma en una película, es una forma de acercar esa obra de una manera más masiva porque cada vez hay menos gente que lee. Si hay una tradición es la literatura, donde hay millones de mundos y de universos posibles. ¿Por qué darle la espalda a tanto cuando uno está intentando expresarse artísticamente?”, respondió Spiner, que adaptó el cuento Aballay de Antonio di Benedetto. Schapces recordó una frase de Luis Buñuel: “Todo lo que no es tradición es plagio”. “Uno se tranquiliza después de tener esa frase a mano y eso vincula al cine con la tradición de la literatura –reflexionó–. Jean-Luc Godard no filma, escribe cine; es una manera de sintetizar el maridaje entre cine y literatura. Muchas veces Godard escribe literalmente sobre la pantalla”.