Cata Raybaud tiene una voz tan dulce como afinada. Composiciones de una marca original, a la vez despojadas y muy rítmicas, casi magnéticas. Un estilo muy propio que alguna vez echó mucha mano a la electrónica, y ahora suena más acústico. Aires de raíz y ritmos regionales, pero también un fondo que insiste en sonar brasilero en su música, y en general eso que puede definirse, sin más, en la etiqueta de la "canción". Todo eso que es tan difícil (¿o imposible?) de definir con palabras, es lo que hace especial a un artista, y es el caso de Cata Raybaud, una intérprete que se destaca en panorama de la música argentina actual. Este viernes a las 20 actuará en un ciclo de presentaciones de discos en la Cúpula del Centro Cultural Kirchner, que abrió con Darío Jalfin y sigue con otros intérpretes y compositores como Florencia Ruiz. Basados en la experiencia, avisan que aunque las entradas (gratuitas) figuren agotadas, el público puede ir directamente porque siempre está quien reserva y luego no va.

Aunque durante mucho tiempo tuvo banda de músicos varones, con la que giró por Latinoamérica y Centroamérica, y hasta bandas armadas en algún país donde tocó, ahora encontró un mejor cauce para su música "con otras mujeres, visibilizándonos entre nosotras", dice, plantada en una lucha de época que le compete. En este concierto -al que llamó Luna de noviembre, el nombre de uno de sus nuevos temas -- la acompañarán Agustina Paz en piano, Lu Martínez en contrabajo, Fernanda Ortega en violín y Vivi Pozzebón -que llega especialmente desde Córdoba-- en percusión. "Todas, mujeres que admiro", aclara Raybaud.

"Somos muchísimas y muchísimos llevando la canción como bandera. Pero hay muchos más artistas que espacios disponibles."

Detrás de lo que vieran, Deja que corra el agua --con la participación de Kevin Johansen como invitado en un tema, y el más reciente Tribu, son sus discos anteriores; ahora está componiendo nuevas canciones. "Para este ciclo la mayoría de los artistas presentan disco, y yo estoy en una etapa de mutación, de introspección y de cambio de piel. Más despojada, con un audio más rústico, más tocado, voy más hacia el sonido de instrumentos como el violín y el contrabajo", define la música su aquí y ahora. "Mi último disco había tenido sonoridades electrónicas, era una búsqueda más power que vino a raíz de que en ese momento estaba haciendo muchos jingles y trabajos de publicidad, y así me había metido en ese mundo de la electrónica. Ahora, habiendo probado todo ese mundo espectacular, estoy en una etapa más tranqui. Como con una necesidad de escuchar el silencio. Y con este gusto que me doy, el de convocar a artistas que admiro y de las que también me nutro", analiza.

--Lo decís como una idea de intercambio, de comunidad.

--Para mí es una necesidad vital. Me nutre tocar con otra gente, los temas también se nutren, como artista me resulta clave esa búsqueda de estar con otras y otros. De hecho cuando empecé a girar, por México, Colombia, Brasil, Chicle, al principio giré con mis músicos, pero después giré sola. Y ahí aparecía algo muy mágico, porque algún que otro concierto fue con mi solo set, pero después fui conociendo músicos y terminé armando bandas en cada lugar. Por ejemplo en Colombia tengo mi banda estable. Las canciones se renuevan y la emoción también. Y para el público también es importante, porque si hay temas que ya conocen, porque los vengo tocando hace varios años, los están escuchando, de alguna forma, de nuevo.

--Tu música es muy rítmica, y tiene muchos ecos de ritmos de Brasil. ¿Eso es algo buscado?

--Adoro la música de Brasil, crecí escuchándola, porque a toda mi familia le gusta mucho la música. Esos juegos rítmicos que tienen, los siento muy naturales en mí. Y también me estoy sintiendo muy cercana a las percusiones: hace muy poquito, en el Encuentro de Mujeres de Santiago del Estero, toqué acompañada de Vivi (Pozzebón), de Tamboreras, y Josefina Di Bert, que también tiene su proyecto, Alma Nómade. Sentí que no necesitaba nada más, con el sonido de la conga y el cajón, y mi guitarra, me sentí cien por ciento abrazada. La música también sucede en esos momentos, probando nuevos formatos y sonidos.

--¿Cómo ves la escena actual de la canción?

--Siento que somos muchísimas y muchísimos llevando la canción como bandera. Y también que hay muchos espacios, pero hay muchos más artistas que espacios disponibles. Y que público dispuesto a conectar con lo emocional. Yo hago música porque a mí me emociona, y esa emoción quiero transmitírsela al otro. Pero vivimos épocas en que no todo el mundo quiere conectar con lo sensible. Siento que hay músicos increíbles llevando la canción con una sensibilidad tremenda, pero no todos tienen la suerte de tener espacios y ser escuchados. Lo importante es que estamos, nos vamos conociendo, y nos vamos uniendo, de ese modo encontramos maneras de hacernos escuchar. Por ejemplo, viene de gira un artista colombiano amigo, Andrés Correa. Está muy difícil encontrar lugares dignos para tocar. Entonces, pensamos conciertos colectivos en Café Vinilo, organizados por Seba Ibarra, con Darío Jalfin y Agustina Paz. Es una estreategia, y al mismo tiempo una necesidad. Nos vamos sintiendo en familia, y necesitamos compartir nuestra música.