Desde Río de Janeiro

En su peculiar manera de expresarse, el presidente brasileño Jair Bolsonaro anunció el viernes 10 que esta semana podrá traer para el gobierno y, en consecuencia, al país, un ‘tsunami’. No dio ninguna pista de cuándo, cómo y dónde aparecería la ola devastadora, pero aseguró que su gobierno sabrá enfrentarla. 

Una de las posibilidades de ese ‘tsunami’ está relacionada a los escándalos que rodean el trío de hijos presidenciales. El anuncio divulgado al anochecer del lunes 13, de que la justicia determinó la quiebra del sigilo bancario del hijo presidencial, senador Flavio Bolsonaro, bien como del ex asesor Fabricio Queiróz, especie de ayudante directo de la familia presidencial, disparó alarmas, una vez que otros dos hijos se encuentran bajo investigación. Analistas, en todo caso, indican que ese es solamente un primer movimiento de aguas revueltas, y que otros podrán surgir.

A punto de cumplir los cinco primeros meses más tumultuosos de un gobierno en la historia de la república brasileña –o sea, de los últimos 130 años–, las palabras del ultraderechista presidente reforzaron el clima de profunda incertidumbre en que el país vive desde el primer día de 2019.

En esos casi cinco meses la popularidad de Bolsonaro se desplomó de manera significativa, desgastando las expectativas de uno de los sectores que más apostaron en su gestión, la banca y el mercado financiero. Las proyecciones para el desempeño de la economía, que en enero indicaban un crecimiento de 2,5% del Producto Interno Bruto este año, ahora señalan una expansión que, en la más optimista de las hipótesis, será de 1,5%. Se fortalecen, a la vez, las proyecciones de un crecimiento negativo o muy cercano a 1%, lo que implicaría el retorno de la recesión que castiga al país desde el golpe institucional que destituyó, en 2016, a la entonces presidenta Dilma Rousseff.

En las últimas semanas se agudizaron de manera preocupante los conflictos entre dos sectores del gobierno, el integrado por los militares y el llamado ‘ideológico’, que obedece las líneas expuestas por el astrólogo autodenominado filósofo Olavo de Carvalho, residente en Richmond, en el estado norteamericano de Virginia. 

Entre otras delicadezas, Carvalho clasificó al general retirado Santos Cruz, que ocupa la secretaría-general de Gobierno, como ‘bosta encominada’. La escalada de groserías disparadas por el astrólogo contra el núcleo militar del gobierno es ampliamente reforzada por uno de los hijos del presidente, el concejal de Río de Janeiro Carlos Bolsonaro, quien controla las redes sociales del padre. 

Reunidos con el presidente, los militares de más alto rango que integran el gobierno presionaron para que sea puesto un punto final en las agresiones y, principalmente, en la ampliación de su alcance llevada a cabo por el hijo presidencial. 

El presidente, sin embargo, dejó claro su admiración por el astrólogo e indicó que su hijo tiene libertad para expresarse.

El creciente malestar sería, por lo tanto, una de las razones del eventual ‘tsunami’ anunciado: un abandono colectivo de los casi doscientos militares que ocupan puestos destacados en los más variados niveles del gobierno.

Ocurre que las fuerzas armadas, acorde a analistas, se encuentran en una especie de callejón sin salida. Esperaban poder funcionar como fuerza de contención a las actitudes voluntaristas de Bolsonaro. Ya se han dado cuenta de que tal misión es imposible. Abandonar el gobierno sería dar inicio de un periodo de inestabilidad cuyas consecuencias son imprevisibles.

Otra frente del ‘tsunami’ anunciado podrá surgir mañana 15, cuando están previstas manifestaciones por todo el país para protestar contra el corte de presupuesto destinado a la educación. 

Acorde las dimensiones de la protesta, podría ser el punto de partida para una secuencia de actos esparcidos por todo el país contra el gobierno que en cinco meses no reveló ninguna iniciativa destinada a superar la crisis que acosa a los brasileños.

Hay, en todo caso, otras posibles causas del ‘tsunami’ previsto por el capitán presidente.

La absoluta falta de cualquier articulación eficaz con el Congreso llevó el gobierno a sufrir una serie de derrotas la semana pasada. Para esta semana se anuncia un panorama preocupante. Entre otros temas en votación está, por ejemplo, la reestructuración de los ministerios, adoptada por Bolsonaro por la vía de un decreto presidencial que requiere aprobación del Congreso antes del tres de junio, o perderá su validez. 

La virtual parálisis del gobierno, a su vez, provoca un grave desgaste en la opinión pública. La tensión creciente indica que podrá ocurrir no un solo ‘tsunami’, pero una secuencia de ellos. Queda por ver cuándo ocurrirá.