Dentro de dos semanas comenzará en Polonia el campeonato de fútbol que más copas le dio a las selecciones argentinas: el Mundial Sub20. La primera fue ganada por Maradona y compañía en Japón, hace casi cuatro décadas, cuando el límite de edad era un año menor al actual. Y la última, ya Sub20, a mediados de 2007 en Canadá. Argentina acumula seis títulos y es la máxima campeona de la categoría.

El equipo que se consagró en el por entonces novedoso césped sintético de Toronto tenía a goleadores actuales como el Kun Agüero y Mauro Zárate, además de futuros subcampeones del mundo en Brasil 2014 con la mayor, como Chiquito Romero o Ángel Di María. También estaban Éver Banega, Maxi Moralez o el Laucha Acosta, entre otros. Cracks que pudieron consolidarse en el fútbol profesional en parte gracias a que la selección Sub20 supo darles plataforma, contención y proyección.

Aquel campeonato con Hugo Tocalli a la cabeza significó el último fulgor de la Era Pekerman. Luego sobrevino una etapa sombría en la cual las selecciones juveniles quedaron subsumidas a las tribulaciones institucionales de una AFA descarrillada: administraciones confusas, gestiones jabonosas y proyectos sin sustento que empañaron el prestigio ganado hasta el borde del ridículo. Como cuando en 2016 se armó un combinado Sub20 pero con jugadores de la B Metropolitana para cobrar la invitación a un delirante torneo semi amateur en la India. El equipo, dirigido de apuro por Julio Olarticoechea, fue goleado en sus tres partidos y se retiró escupiendo al último rival, un ignoto cuadro irlandés.

Argentina no gana un Mundial Sub20 desde hace doce años, tiempo en el que se sucedieron actuaciones vergonzosas y humillantes. En diciembre último fue nombrado como entrenador Fernando Batista, quien fue asistente en esa categoría de Lionel Scaloni, hasta que el ex lateral fue oficializado por la AFA como DT de la mayor. El hermano menor del Checho también fue jugador y tiene experiencia en categorías formativas, así que su contratación (comparada con las precedentes) sonaba sensata.

Batista debió armar en muy pocos días el plantel que buscaría en el Sudamericano de Chile la clasificación al Mundial de Polonia. La campaña argentina en ese torneo, jugado entre enero y febrero, fue de menor a mayor: obtuvo un triunfo recién en el tercer partido pero pudo consolidarse durante la fase final y quedó a un punto de ganar el certamen. El subcampeonato valió doble ya que habilitó el acceso no sólo a Polonia sino también a los Juegos Panamericanos que comenzarán a finales de junio en Lima (y que marcarían el regreso de Javier Mascherano a la Selección). Y quedó como postal el consuelo que los jugadores le prodigaron a sus colegas brasileros en el último partido, luego de que quedaran fuera del Mundial a pesar de haber ganado el clásico sudameriacano e impedido, con esa victoria, la consagración argentina.

Acaso como golpe de efecto, la AFA acaba de hacer saber que puso en marcha una especie de código de conducta para sus categorías juveniles. La normativa obliga a los jugadores seleccionados a cumplir con una variada cantidad de exigencias que van desde levantar la vajilla luego de comer en el predio de Ezeiza hasta estar al día en el colegio o aprender inglés. También se les impondrán determinados comportamientos no solo dentro de la cancha sino fuera de ella, especialmente en las redes sociales. La idea, aseguran, es apuntalar a muchachos que se ven expuestos a tentaciones inconvenientes en una edad donde la madurez está a medio camino.

La pregunta es cómo estos jóvenes podrán articular y aplicar estas normas de rectitud en un escenario donde sus voluntades personales se ven socavadas por los mandatos de sus representantes, los equipos para los que juegan y los dirigentes de los clubes a los que pertenecen. Abundan ejemplos, incluso en la lista de convocados al Mundial que Batista acaba de anunciar: Thiago Almada y Leonardo Balerdi se morían de ganar de ir a Polonia pero quedaron fuera por que tanto Vélez como el Borussia Dortmund no quisieron cederlos para la gira preparatoria. El caso de Almada es el más llamativo, ya que con 18 partidos y cuatro goles en la Primera del Fortín es, sin dudas, uno de los mejores jugadores Sub20 del campeonato argentino.

En cambio, sí aparecen en la nómina otros cracks como el volante de Boca Agustín Almendra o el delantero de River Julián Álvarez, ambos procedentes de los dos clubes que más le aportaron a la convocatoria (tres jugadores cada uno). Y también Nehuén Pérez, defensor del Atlético Madrid con origen en Argentinos Juniors, quien es visto de cerca por Scaloni para la mayor. No es difícil suponer que, además del deseo de Batista, fueron necesarias algunas gestiones de la AFA para lograr que los equipos cedieran a los convocados.

El sorteo de los seis grupos iniciales para el Mundial de Polonia le deparó algunas dificultades a Argentina, ya que le tocó la misma zona que Portugal (campeón europeo de la categoría) y Corea del Sur (subcampeón asiático), además de Sudáfrica. Accederán a octavos de final los dos primeros de cada manga y los cuatro mejores terceros. Nuestra Sub20 aspira en principio a pasar de ronda, objetivo modesto pero esquivo en los dos torneos pasados: en Corea ‘17 no superó la primera fase y a Nueva Zelanda ‘15 ni siquiera clasificó.

En breve se verá que resultados arroja esta nueva etapa de selecciones juveniles con la que la AFA procura recuperar el bronce perdido o, al menos, recomponer la desteñida imagen de los últimos procesos. Y, en otro orden de cosas, también se podrá constatar si finalmente se inicia el proceso de renovación generacional que el fútbol argentino reclama ante una realidad inevitable: algún día ya no estará Messi para darle cobijo y esperanza a nuestras ilusiones.