En medio de una semana en que Bolsonaro y su tropa íntima, que incluye a sus cuatro hijos y a sus ministros más cercanos, provocaron peleas entre “casi todos”, en lo que ya es una forma de gobernar, Brasilia anunció un fuerte ajuste del presupuesto educativo. En consecuencia, las instituciones educativas de toda instancia anuncian que sólo tendrán recursos para funcionar hasta septiembre. Además, retiró becas de investigación que no estaban implementadas, pero sí otorgadas, lo que dejó a muchos estudiantes con sus proyectos de estudios frustrados.

La indignación en la comunidad educativa fue inmediata, universal y muy enérgica. En todo el país, los estudiantes se juntaron en asambleas dentro de sus instituciones para planificar sus protestas. En algunas ciudades, salieron a manifestar en las calles. Formalmente dentro de las organizaciones estudiantiles e informalmente por medio de las redes expresaron su voluntad de lucha. Los docentes, también formal e informalmente, se fueron juntando a este movimiento. Pero también recibió fuerte apoyo de parte de la sociedad que no conforma la comunidad educativa, como actores y artistas, algunos divulgando videos de apoyo para ser divulgados. Todo fue encaminándose que el 15 de mayo será el día de movilización.

Es que el recorte educativo es visto no como una medida del ámbito económico sino de modelo de país que el gobierno quiere implementar. La popularidad de Bolsonaro ya había comenzado a caer poco después de haber vencido las elecciones en octubre, pero en el último bimestre viene en picada y está en la mitad respecto a cuando asumió en enero. Mucho tiene que ver con la educación porque el sector más cercano a él del gobierno pasó a expresar la necesidad de “purgar” los establecimientos educativos – universidades y colegios primarios y secundarios – de “influencia comunista”, en una cruzada que se entiende como tal cualquier pensamiento diferente que se considere serlo. Cercano a grupos evangélicos, se instó a alumnos que graben y difundan profesores que argumentan hacen “adoctrinamiento” en clase – en un movimiento que se denominó “escuelas sin partido” que pasó a ser llamada por sus críticos de “escuelas de un solo partido”. Después, Bolsonaro pasó a atacar directamente a las áreas de ciencias humanas y sociales como inútiles para el país y antros de pensamientos equivocados. Finalmente, la semana pasada, provocó indignación cuando afirmó que había que terminar con “la joda en las universidades”.

Si Bolsonaro y su clan fuesen ejemplos de cultura y moralidad este avance podría, quizás, haber sido tomado en forma diferente. Pero tanto él y sus hijos gobiernan casi como autocracia familiar difundiendo por twitter agresiones e insultos por doquier cotidianamente, incluso contra ministros del propio gobierno. Esto se suma al choque que el astrólogo “gurú” de los Bolsonaro, el autoproclamado filósofo Olavo de Carvalho, desde su residencia en Estados Unidos, tuvo contra los altos comandos del ejército que son parte del gobierno, en un vendaval agresivo de tuits uno más soez que el otro. En medio del recorte educativo, y de uno equivalente del presupuesto militar, el clan Bolsonaro festejó el proyecto “far west” ampliando intensamente el derecho de porte y uso de armas – incluyendo que menores puedan hacer cursos de tiro. Esto se da en un contexto en que cada vez más surgen denuncias de la relación de los Bolsonaro con los parapolicias cariocas (‘milicias’) denunciados, entre otras cosas, del asesinato brutal de la concejal Mirielle Franco. De hecho, la justicia acaba de autorizar que se investigue al respecto a un hijo del presidente, Flavio Bolsonaro.

El mayo brasileño se embarca, así, en una discusión de que el tipo de país se quiere sostiene “más armas, no; más educación, sí”. Y los estudiantes afirman que se lo pretenden dejar bien claro al presidente. Habrá que ver.

Andrés Ferrari Haines es profesor de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Brasil. @Argentreotros