La primera ministra británica, la conservadora Theresa May, abrió la puerta este martes a la posibilidad de someter a votación la convocatoria de un segundo referéndum si el Parlamento aprueba antes los términos del acuerdo del Brexit. La propuesta forma parte de una serie de medidas destinadas a intentar ganar apoyos entre la oposición, después de que la Cámara de los Comunes haya rechazado en tres ocasiones los términos de salida de la Unión Europea (UE) que May ha pactado con Bruselas.

La oferta ha sido recibida con frialdad por el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, quien avanzó que no respaldará "una versión reempaquetada del mismo antiguo acuerdo". El Parlamento votará durante la primera semana de junio el primer trámite del proyecto de ley del Brexit, que traslada a la legislación británica el pacto de salida sellado en noviembre con la UE y en la práctica supone una nueva ocasión para ratificarlo.

La jefa de Gobierno advirtió de que la tramitación de esa ley es la "última oportunidad" para materializar el resultado del plebiscito de 2016 y abandonar el bloque comunitario de manera negociada. Si los diputados dan luz verde al texto, la líder "tory" se ha comprometido a someter entonces a votación la posibilidad de celebrar un nuevo referéndum, en el que los británicos aprobarían o rechazarían los términos finales del divorcio.

La oferta se interpreta en el Reino Unido como una de las últimas apuestas de May como primera ministra, en un momento en el que está ya lanzada la carrera interna en el Partido Conservador para sucederla. La mandataria ha avanzado que dimitirá si el acuerdo del Brexit es finalmente ratificado, tal como le reclamaba el sector euroescéptico de su formación, y afrontará una enorme presión para que se retire si el acuerdo es rechazado por cuarta ocasión.

El presidente del grupo parlamentario conservador, Graham Brady, ha avanzado que se reunirá con May tras la votación prevista a principios de junio a fin de establecer el calendario para unas primarias. "He hecho todo lo posible para encontrar un camino hacia adelante. (...) He ofrecido renunciar al trabajo que amo antes de lo que me gustaría", lamentó May en su discurso de esta tarde.

A pesar de las dificultades, la líder conservadora continúa conjurada para tratar de aprobar el acuerdo del Brexit antes de abandonar su residencia en el número 10 de Downing Street y puso sobre la mesa, para ello, una serie de concesiones dirigidas principalmente al Partido Laborista y el norirlandés Partido Democrático Unionista (DUP). La primera ministra no ha aceptado, sin embargo, la principal exigencia de los laboristas, que reclaman una unión aduanera permanente con la UE. Lo más lejos que ha llegado es a proponer una "unión aduanera temporal", solo para mercancías, hasta las próximas elecciones en el Reino Unido, previstas por ahora para 2022. May dijo que quiere garantizar que un futuro Gobierno británico pueda modificar ese arreglo.

 Los laboristas, por el contrario, pedían garantías para que el primer ministro que sustituya a May, que podría formar parte del ala euroescéptica de los conservadores, no pueda revocar una eventual unión aduanera. "No ha hecho ningún movimiento fundamental en términos de alineamiento comercial o sobre la unión aduanera", criticó Corbyn.

Aún así, el Ejecutivo todavía confía en que algún diputado laborista rebelde, principalmente aquellos elegidos por circunscripciones con una mayoría favorable al Brexit, pueda apoyar el acuerdo. Además de la votación sobre el referéndum y los arreglos aduaneros, la mandataria conservadora se comprometió a que el Reino Unido mantenga los estándares laborales y medioambientales comunitarios una vez abandone el bloque europeo.

El nuevo plan del Ejecutivo encendió una vez más los ánimos de los "tories" euroescépticos: "Las últimas propuestas de la primera ministra son aún peores que antes", comentó el diputado conservador Jacob Rees-Mogg.

"Por supuesto, votaré en contra de esta implementación confusa de un acuerdo fallido. Solo añade más incertidumbre. Esta es una situación verdaderamente horrible", sostuvo el también "tory" Steve Baker.