Desde Río Gallegos

“Fue Travesticidio, Justicia por Marcela” dice el grafiti que a las 8 de la mañana, cuando aún no amanecía, se dejaba ver a pocos metros de la Cámara Criminal de la Primera Circunscripción Judicial donde hoy comenzó el juicio por el transfemicidio de Marcela Chocobar.

Oriunda de Orán, Salta, Marcela Chocobar tenía 26 años la última vez que la vieron con vida, fue el  6 de septiembre de 2015 cuando en Río Gallegos las cámaras de seguridad de Russia Bar registraron su figura. Los imputados son Oscar Biott y Angel Azzollini, quienes desde el 18 de abril de 2016 están detenidos con prisión preventiva en Río Gallegos y Puerto San Julián, respectivamente.

En junio de 2018, Gabriel David Marino fue condenado a prisión perpetua por el homicidio cometido por odio a la identidad de género contra Diana Sacayán, esta jurisprudencia es la que en Santa Cruz, esperan que sea considerada en un crimen del que no existen antecedentes judiciales en la provincia. 

El Ni Una Menos y el debate por el proyecto de Aborto Legal, Seguro y Gratuito sacudió las tierras santacruceñas y marcó un camino para que agrupaciones partidarias, gremios y organizaciones transfeministas comenzaran a acompañar más fuertemente el reclamo de justicia.

Hoy, a cuatro años del incendio del edificio de la Cámara Oral y a tres años y ocho meses de la muerte de la joven salteña, las audiencias comenzaron a desarrollarse en una pequeña sala en la que no hay asiento para más de 40 personas.

El tribunal presidido por Carlos Yance, con Joaquín Cabral y Enrique Arenillas como vocales, tendrá la responsabilidad de dictaminar la sentencia.

El juicio por el que Gabriela Elizabeth, Judith, Laura y Karina peregrinaron en comisarías y juzgados, finalmente inició y tendrá a más de 30 personas declarando. Luego de la lectura del requerimiento a juicio, declaró sólo uno de los imputados: Oscar Biott.

De acuerdo al relato del guía de turismo, la noche del 6 de septiembre estaba festejando su cumpleaños y acompañado de Ángel Azzollini, con quien convivía, fueron al pool Bola 8, allí encontraron a Ramón Lazza, dueño del medio “El Diario de Pigafeta” de Puerto San Julián y conocido de Biott, a quien invitó a quedarse en la cabaña para que no tuviera que gastar en un hotel. La invitación fue aceptada, Lazza se quedó en la cabaña mientras Biott y Azzollini continuaban el festejo.

La dupla pasó por afuera del pub Russia Bar y de acuerdo al relato de Biott, le hicieron señas a Marcela, quien subió al auto y luego de algunas cuadras les habría señalado el costo de su servicio sexual.

Con el objetivo de buscar dinero, se dirigieron a la cabaña, Azzolini bajó del vehículo y fue durante su demora que se habría iniciado un primer cruce entre Marcela y Biott.

En busca de su amigo, Biott bajó del auto, lo encontró indispuesto y se retiró de la cabaña. Según Biott, la joven trans le habría solicitado ir a buscar cocaína inicialmente al Barrio 400 Departamentos tras lo que cambió de destino y pidió ir al Barrio San Benito. En el San Benito, ubicado en la periferia de la capital santacruceña, es que la discusión continuó y se transformó en una pelea física. En ese enfrentamiento “perdí el conocimiento”, declaró. Biott admite haber empujado a Marcela tras lo que ella habría quedado desvanecida pero “estaba con los signos vitales”, dejándola inconsciente, se retiró y no volvió a verla.

“Se me vino el mundo abajo”, dijo frente al tribunal al tiempo que lloraba. En otros pasajes de su declaración, Biott aseguró que “en ningún momento dijo que la había matado” y si bien al decir “no me cierra que Azzollini le haya quitado la vida” desestimó que su amigo sea el responsable sostuvo que éste “tenía arranques” en los que sus reacciones eran exageradas.

Sólo un cráneo

Tres testigos reconstruyeron a través de sus testimonios, el hallazgo del cráneo de Marcela Chocobar. El 14 de septiembre de 2015, en el Barrio San Benito, el vecino que halló el cráneo señaló que se observaba “bien cortado” y no parecía haber sido desenterrado. La apreciación del testigo coincide con lo que indica el expediente, la decapitación fue post mortem, realizada con una herramienta con filo entre las cervicales C2 y C3. Además, se desprende del expediente que no un traumatismo como causa de muerte, tampoco rastro de disparo o toxicología positiva. El fallecimiento se habría producido entre siete y diez días antes de la recepción del cráneo.