Desde Roma

A poco más de tres días de las elecciones europeas del 26 de mayo, las batallas de algunos políticos italianos se han hecho cada vez más agresivas. El ejemplo más claro ha sido el ministro del Interior y actual viceministro del gobierno, Matteo Salvini, del partido derechista La Liga, que no ha tenido ningún problema en agredir y ofender con sus palabras a cualquiera, en su intento por demostrar que sus ideas y que su partido son lo mejor y los que resolverán todos los problemas de Italia y de Europa. No importa si los agredidos u ofendidos son la Iglesia, Naciones Unidas o la Magistratura italiana. Para exaltar sus ideas ha defendido las medidas tomadas contra los inmigrantes que vienen por el Mediterráneo –como cerrar los puertos de la península para no recibirlos–,  contra las naves de organizaciones gubernamentales que los ayudan –prohibiéndoles anclar–, contra el Vaticano y en particular el papa Francisco, que siempre habla de “puertas abiertas” y de “construir puentes, no muros”, o contra algunos magistrados a los que acusa de favorecer la “inmigración clandestina”. Salvini cree que todos estas banderas lo ayudarán a perfilarse definitivamente como el primer partido de Italia para poder así tener su propio gobierno, y no un gobierno compartido como el de ahora con el Movimiento Cinco Estrellas (M5S). Aunque también espera, después de los resultados del domingo, poder construir un bloque poderoso de derecha en el Parlamento Europeo y cambiar el rumbo de Europa.

Con el papa Francisco las diferencias se habían visto ya hace tiempo. Pero al principio Salvini se mantenía bastante contenido. Ahora en cambio, cuando el Papa habló de mantener las “puertas abiertas” respecto a los migrantes, en tácita alusión a las medidas de Salvini pero también de otros gobiernos de Europa, como Hungría o Austria que cerraron sus fronteras,  el ministro dijo claramente “¿Y por qué el Vaticano no abre sus puertas a los migrantes, puertas que tiene muy bien cerradas?”. “¿Cuántos refugiados hay en el Vaticano?”, agregó Salvini refiriéndose a un estado que tiene sólo 0,44 km².

En estos últimos días el enfrentamiento con la Iglesia se hizo más fuerte todavía, cuando Salvini fue acusado de usar los símbolos del catolicismo con el sólo objetivo de ganar votos. La polémica surgió luego que el ministro del Interior usó, en un acto electoral realizado frente a la iglesia más importante de Milán, el Duomo, un rosario con una cruz que levantó con un puño cerrado y luego besó. En ese acto además evocó a los santos patrones de Europa y al “corazón inmaculado de la virgen María” que “llevarán a La Liga a la victoria”, dijo. La frase causó sorpresa pero también indignación en las organizaciones católicas que inmediatamente reaccionaron, acusando a Salvini de haber manipulado el símbolo religioso en su propio interés.

 “La política partidista divide. Dios en cambio es de todos”, comentó el numero dos del Vaticano, el secretario de estado, cardenal  Pietro Parolin.  Antonio Spadaro, el director de Civilta Cattolica, la revista de los jesuitas, comentó por su parte en un tuit: “Hay quien en la campaña electoral usa a Dios y los santos y hay incluso quien vende monedas para rezar por la reelección del propio candidato. ¡El uso instrumental de la religión no tiene justificación!”. Salvini no se quedó callado: “No comento las palabras del cardenal (Parolin). Soy el último de los buenos cristianos. Soy divorciado y pecador, digo malas palabras, voy a misa tres veces por año pero defiendo nuestra historia. ¿Si pido la protección de la virgen María le da fastidio a alguien? Pido la protección de Dios para nuestros jóvenes, para nuestros hijos porque Europa está preparando un futuro de desocupación y precariedad”. Dicho así, hasta parece un mensaje honesto y simpático, cuando en realidad, como comentaron algunos, es un mensaje dirigido a manipular a los ingenuos. 

Los enfrentamientos de Salvini no terminaron ahí. La semana pasada, con una carta de once páginas, la exponente del Alto Comisariado para los Derechos Humanos, Beatríz Balbín, le pidió al gobierno italiano que interrumpiera todas las directivas contra los salvatajes de seres humanos en el mar y también la aprobación del llamado “Decreto Seguridad bis”, que Salvini quiere que su gobierno apruebe en estos días. Este decreto, escribió la representante de Naciones Unidas, “pone en peligro los derechos humanos de los migrantes, incluso el derecho de asilo, fomenta el clima de hostilidad y la xenofobia y viola las convenciones internacionales”. El nuevo Decreto Seguridad Bis provocó no pocas discusiones dentro del gobierno italiano, sobre todo por diferencia con al M5S y con el presidente de la República, Sergio Mattarella. Y al parecer habría sufrido algunos cambios. En un primer momento preveía multas por cada migrante que descarguen en Italia los barcos de salvataje, así como revocar las licencias a los barcos que lo hagan si son italianos , entre otras cosas

No es la primera vez que la ONU le llama la atención sobre el tema migrantes al actual gobierno italiano. Incluso lo hizo recientemente también la Corte de Justicia Europea, reiterando que un refugiado en fuga de un país en el cual corre peligro de torturas u otros malos tratos inhumanos, prohibidos por la Convención de Ginebra, no puede ser repatriado o rechazado de un país europeo, aun cuando su estatus de refugiado le sea negado o revocado por razones de seguridad. Pero el ministro Salvini no pareció darle importancia a estas decisiones de la Corte Europea. 

En la carta del Alto Comisariado de la ONU, que llama al gobierno italiano a que tutele las vidas humanas en el mar, se indica además que la orden del gobierno italiano de transferir a la Guardia Costera de Libia la obligación de salvar a los migrantes en el mar, en realidad podría significar una violación del principio de la Convención de Ginebra por el cual a un refugiado no se le puede impedir el ingreso a un territorio ni puede ser deportado, expulsado o transferido a territorios en los cuales su vida o su libertad puedan estar amenazadas. Libia, donde los traficantes de seres humanos tienen mucho poder  y donde los migrantes a menudo son maltratados o tratados como esclavos, es considerado un país no seguro por las organizaciones internacionales, incluso desde mucho antes de la actual guerra. A todo esto Salvini respondió “¿La ONU? Que se ocupe de Venezuela mejor...”.

La tercera batalla de Salvini de estos días es contra los magistrados que han permitido que barcos de organizaciones no gubernamentales desembarquen migrantes en Italia luego de haberlos salvados en el Mediterráneo. El caso más significativo es el del magistrado de la ciudad siciliana de Agrigento, Luigi Patronaggio, al que Salvini amenaza con denunciar por favorecer la “inmigración clandestina” al haber permitido recientemente que la nave Sea Watch descargara 45 prófugos en la isla de Lampedusa. Fue Patronaggio quien, casualmente, inició hace algunos meses una investigación judicial contra Salvini por el “arresto ilegal” de 177 migrantes rescatados en el mar y detenidos durante varios días en la nave Diciotti que en agosto pasado se había acercado al puerto siciliano de Catania.