Es poeta, músico, escritor, cineasta y a lo largo de los años se las ha arreglado para que esa múltiple personalidad mantenga una coherencia artística que lo ha transformado en una auténtica figura de culto. Filma y estrena casi en secreto y sólo cuando puede hacer lo que quiere, pero –pese a esa marginalidad dentro de las estructuras del cine francés– su último film ganó el premio a la mejor dirección en el Festival del Locarno. Muchos interpretaron que ese premio era también para su trayectoria: cinco largometrajes y un puñado de cortos, ferozmente independientes, a lo largo de cuatro décadas.

F. J. Ossang está en Buenos Aires, gracias al Institut Française de la Argentina, y –en el marco de una retrospectiva de su obra– esta tarde presenta Docteur Chance (1997), su tercer film, cuyo comienzo describe así: “Angstel espera a Zelda delante de un cine donde proyectan Amanecer de Murnau, pero ella no aparece. Entonces cree ver cómo su última oportunidad se desvanece. Todo le resulta insoportable: sus amores fallidos, su talento literario perdido, y la sensación de haberse vuelto un extranjero para sí mismo y para el mundo... Es en ese momento en el que conoce a Ancetta, bailarina en el Wasted”. A partir de entonces su trama deviene en road movie y esa road movie lleva a los protagonistas hasta el desierto de Atacama, Chile, “donde nuestro principal director de fotografía fue el sol”, comenta. Ossang siempre filma el paisaje con una intensidad expresiva determinante. Por lo general, el elemento recurrente de ese rasgo de su poética es el mar, por el que siente una fascinación desde muy joven, que viene de la literatura. En Docteur Chance el desierto ocupa el lugar del mar, asumiendo un peso decisivo sobre la atmósfera y los personajes. Ese tipo de decisiones plástico-narrativas remiten al mejor cine mudo, que Ossang admira y conoce en profundidad, aunque su cinefilia es más generosa y desprejuiciada. En la conversación pueden aparecer menciones al cine situacionista de Guy Debord y, con idéntico entusiasmo, a la saga de James Bond. 

Ossang no es un extraño para el público argentino. En 2003 el Bafici le dedicó un foco que recuerda con mucho cariño: “Para mí fue muy importante esa visita, porque yo no estaba en un buen momento y me hizo mucho bien ver cómo un público muy joven se conectaba de un modo extraordinario con mis películas. Fue inolvidable para mí. Antes había tratado de trabajar aquí porque siempre me interesó esta parte del mundo. De hecho, mi primera idea para Docteur Chance era hacerla en Argentina pero no logré encontrar coproductor”. Y así fue como la Argentina de mediados de la década del ‘90 se perdió la visita de Joe Strummer. 

En un elenco que alterna viejos conocidos de otros films de Ossang, como Elvire o el actor portugués Pedro Hestnes, con figuras internacionales como la española Marisa Paredes, el mítico Joe Strummer interpreta a un personaje llamado Vince Taylor. De personalidad magnética y autodestructiva, el verdadero Vince Taylor fue un personaje maldito del rock británico de los ‘60, entre otras cosas porque tuvo más éxito en Francia que en su propio país. “Para nosotros era como el lado oscuro de Johnny Halliday”, recuerda. “Escribí el guión pensando en él, e incluso le ofrecí interpretarlo. Aceptó, pero por desgracia falleció en 1991, mucho antes de que yo pudiera reunir los recursos para filmarlo. Luego pensé que Strummer podía ser ideal para hacer el personaje, en parte porque conocía bien a Taylor, y en parte porque había demostrado ser un buen compañero de ruta del cine independiente”, explica Ossang, refiriéndose a que había participado de buen gusto en películas de Alex Cox, Jim Jarmusch y Aki Kaurismaki. Y además, mucho antes de eso, había grabado con The Clash un cover de Taylor, “Brand New Cadillac”, en London Calling. “Un amigo me confió su número de fax, le escribí y respondió”, cuenta el director. “Para mí fue un encuentro esencial”. 

Parece que Strummer primero le dijo que mejor era dejar que actuaran los actores, pero aceptó después de que Ossang le pasó el guión y le confió su idea de hacer una película punk, pero en el estilo de la época clásica. Es posible que también se decidiera a sumarse porque el film le daba un buen motivo para viajar a Chile, país con el cual tenía una relación político-romántica desde que en los ‘70 había sido squatter junto a unos chilenos exilados en Londres tras el golpe de Pinochet. Ese vínculo se hizo explícito en sus posiciones políticas y en parte de su obra, notoriamente en los versos de su canción “Washington Bullets”: “Please, remember/ Victor Jara/ in the Santiago Stadium/ Es verdad”.

Docteur Chance fue el primer largometraje íntegramente en color de Ossang. Hoy dice que esa decisión se originó en motivos muy pragmáticos: “En principio, filmarlo en color facilitaba obtener recursos para financiar el rodaje y también la coproducción. Pero al mismo tiempo un film en color plantea problemas artísticos más complejos. Con el director de fotografía Rémy Chevrin hicimos varias pruebas y al final asumimos un enorme riesgo, que fue alterar el uso de fijadores que normalmente se utilizan en el revelado. Docteur Chance debe ser el único film procesado sin retirar las sales de plata del negativo, lo cual hace que los colores se vuelvan locos y proporciona una estructura gráfica fuerte, como la del blanco y negro. El riesgo era grande porque el proceso de revelado del film no se detiene, pero hicimos muchas pruebas y lo asumimos. Eran aberraciones posibles, digamos, y de verdad me encanta el color que logramos.”

Ossang ha hecho todo su cine en fílmico, aunque aclara que no por fetichismo sino porque entiende que la textura de la película es una herramienta expresiva irreemplazable. “Escribí un libro, Mercure insolent, sobre la experiencia del cine. Se publicó en el momento en que el fílmico era erradicado de la industria audiovisual así que se ha vuelto una especie de manifiesto contra, digamos, la desmaterialización general del mundo. No estoy en contra de lo digital. Estoy en contra de que el fílmico desaparezca”.

Docteur Chance se exhibe hoy por única vez en Buenos Aires, con la presencia de su director, en el Malba, Figueroa Alcorta 3415. A las 19.30.