Fue magia. Marcela Lagarde y de los Ríos estuvo en nuestro país por última vez el mítico 3 de junio de 2015, primer #Niunamenos. La antropóloga mexicana responsable de recuperar el concepto de “feminicidio” e instalarlo en nuestro continente como símbolo de la impunidad de los Estados frente a los asesinatos de mujeres por razones de género, atravesó nuestra Plaza de Mayo abarrotada, el día que por primera vez se llenaba para reclamar que no nos maten más por ser mujeres. Fue consecuencia.

Mientras comenzaba la gesta de esta última ola feminista con epicentro en Argentina, Marcela Lagarde, la gran maestra feminista de América Latina, habló sobre los pliegues de la construcción del amor tradicional patriarcal. El amor como cautiverio, el amor como opresión: “No concibo el amor sin el análisis del poder”, advirtió. Explicó que “muchos hombres anticipan verbalmente la violencia física o verbal, la violencia económica, patrimonial y no les creemos hasta el día que actúan: te destruyen tus cositas, te cortan tu ropa, te empujan”. Y propuso “nuevos modelos de convivencia y cuidados distintos, con solidaridad y con responsabilidad”, partiendo de que las mujeres antes que nada sean egoístas, se conozcan y crean en sí mismas. Fue durante un conversatorio organizado en el Museo Evita a modo de esas viejas tertulias donde se aprendía a partir del intercambio de ideas. Aquella tarde, ella habló con su habitual lúcida y cálida oralidad y allanó las profundidades de algunos temas de la subjetividad femenina, como ha hecho durante toda su vida, dictando muchísimos talleres para que mujeres puedan usar “esos saberes para el autoconocimiento. Para compartir con otras mujeres el aprendizaje de la vida”.

Pero antes, mucho antes de todo eso, Marcela Lagarde nació en la ciudad de México en 1948. En una casa con una gran biblioteca y una familia de padre médico, ilustrado, y madre amante de libros y muy hospitalaria con las mujeres y adolescentes en problemas. 

A sus 12 años, los padres le dieron la píldora anticonceptiva para que fuera libre. Hoy dice que le haría un monumento a la píldora porque realmente su vida fue muy distinta de las de las mujeres que no tuvieron acceso a la anticoncepción en esa época. A los 14, cuando se quedó sin lecturas, su padre le dijo que empezara a leer los Diálogos de Platón. Desde entonces estudiar ha sido una de sus pasiones.

Hija del movimiento estudiantil de ‘68, fue comunista antes que feminista. Aunque cuando descubrió al feminismo se convirtió en una semana. ¿Las responsables? Primero leyó a Alejandra Kollontai y quedó fascinada. Luego Simone de Beauvoir la dejó sin palabras. Se acuerda muy bien del año: 1977.

Activista, académica y política, con una vida plagada de militancias múltiples,Marcela Lagarde y de los Ríos es una clase viviente de feminismo, como escribí alguna vez. Otro día una antropóloga la llamó “la reina de mi marco teórico”. Así la sienten muchas.

Uno de sus mayores aportes al feminismo es el haber recuperado el término feminicidio para referirse a los asesinatos de mujeres por su condición de género, en los que el Estado tiene responsabilidad. Ésta es la diferencia fundamental con el término femicidio: “El feminicidio pondera la responsabilidad del Estado y plantea como en toda violencia contra las mujeres la necesidad de una política de Estado para erradicarla, así como, de manera paradójica y contradictoria, la transformación de género de ese Estado y sus instituciones como parte de la solución del problema”, ha dicho Lagarde. 

Por eso no se puede hablar de la lucha contra el feminicidio sin nombrarla. Acuñó ese término para describir la situación en Ciudad Juárez , México. Siendo diputada, logró la creación de una Comisión Especial en el Congreso para investigar el asesinato de mujeres en esa zona y dirigió la Investigación Diagnóstica sobre Violencia Feminicida en la República Mexicana, por la cual se descubrió que el feminicidio no es exclusivo de Ciudad Juárez. Elaboró y promovió con otras diputadas y diputados la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en México desde 2007. Además, emitió un peritaje ante la Corte Interamericana de Derechos Humanossobre el Caso Campo Algodonero de Ciudad Juárez –referido al feminicidio de ocho mujeres–,en el que consideró culpable al Estado mexicano. 

Finalmente, en 2014 la palabra feminicidio fue incorporada al anquilosado diccionario de la Real Academia Española. Pero no es la única palabra que revitalizó Largarde, ella puso a circular otros términos como “sororidad” que hoy parecen figurita repetida. 

Lagarde es autora de varias iniciativas para impulsar el marco jurídico de los derechos humanos y la ciudadanía de las mujeres; de más de 100 artículos y una docena de libros.

Fue docente universitaria durante 37 años e impulsó la creación de muchos espacios académicos de estudio del feminismo. Difícil que algún tema del feminismo le sea ajeno. Entre ellos trabajó sobre el amor romántico, la desolación y orfandad de las mujeres, la necesidad de autonomía, los cautiverios simbólicos en los que vivimos en el patriarcado, la ciudadanía, los cuidados, la sexualidad, el poder, el trabajo, la subjetividad, la religión y la maternidad.

En mayo de 2013, la Legislatura porteña la declaró Huésped de Honor de la Ciudad de Buenos Aires. En ese homenaje Lagarde las juntó a todas. Mujeres de todos los partidos o sin ellos y de distintos puntos del país vinieron para verla. Incluso Estela de Carlotto se acercó para saludarla. Era una de las pocas veces que pisaba la Argentina. La primera hacía más de 30 años, le había dejado una preocupación por los papeles, por tener todo en regla para poder entrar. Sin embargo, los lazos militantes y académicos que la habían cruzado con varias de las presentes la hacían sentirse de alguna manera en familia.

Cuando le tocó hablar, hubo un silencio expectante, hasta que llenó el Salón Dorado con su voz áspera: “Hay una enorme tolerancia social a la violencia hacia niñas y mujeres. La sociedad educa a los hombres a ser irascibles con las mujeres”; “A muchas mujeres se les violenta como castigo, como venganza, para causar daño. Yo sueño con un día en que en mi país hombres y mujeres salgamos a las plazas a decir basta a las violencias”. Y continuó: “Sabemos cómo erradicar la violencia, con más posibilidades de desarrollo para las mujeres, con más salud, con más educación”. 

En las ondulaciones hipnóticas de sus discursos, Lagarde recurre también a bellas metáforas, como cuando cerró diciendo que “con un ramillete de derechos humanos se acaba el feminicidio”.

Fue una noche extraordinaria. Tan mágica y tan consecuente con su historia como el haber estado aquí el 3 de junio de 2015. Al día siguiente de ese primer #Niunamenos, recordó lo que había dicho sobre su sueño de ver las plazas llenas de su país pidiendo por la vida de las mujeres. “No fue en mi país pero fue aquí y me encanta y me da mucho gusto. Me siento como feminista muy contenta del avance que han hecho ustedes”, comentó a pasos de dejar Argentina. 

Marcela Lagarde se fue “impactada y conmovida” por la ola feminista que empezaba a hacer temblar el continente; de la que fue y sigue siendo parte.