En el patio de la casa de La Poderosa en barrio Los Pumitas de Rosario, Fidel Ruiz, compañero que llegó de visita desde la villa Zavaleta de Buenos Aires, corre con dos nenas que se ríen mientras él las pasea en un carrito de madera. A ellas no les gusta nada la interrupción del juego. Para llegar hasta la Casa, hay que bajar del 110 en Génova y Ottone, caminar unas cuadras hacia el norte por Ottone, y atravesar un terreno descampado. Calles de tierra, pasillos angostos, casas de ladrillos huecos mezcladas con chapas. Un par de pibes están sentados en un cordón, una señora sale a tirar agua de un balde a la zanja. En una de las paredes, hay un cartel: "Control popular a las fuerzas de seguridad". La primera intervención en la ciudad fue el 8 de diciembre, cuando efectivos de la comisaría 20 y el Comando Radioeléctrico se llevaron a siete vecinos y vecinas, los pasearon en patrullero y los mantuvieron detenidos durante casi un día, sin acusación concreta. La movilización a la seccional, la rápida consulta a la Fiscalía y Defensoría, y la gestión de una denuncia ante la Unidad Fiscal de Violencia Institucional a cargo de Karina Bartocci, fueron acciones inmediatas, que pusieron a la comunidad en otro lugar: desmontar prácticas que en el barrio son como el aire que se respira.

"No me siento seguro cuando veo a un patrullero, porque no sabés qué te pueden hacer. Creo que me causan más inseguridad ellos". Fabio.

Fabio es el referente barrial de esta iniciativa, nacida en Buenos Aires tras el asesinato de Kevin, un niño de 9 años que estaba en su casa, refugiado de un tiroteo en plena villa. Fue en 2013, y la Poderosa lo convirtió en una bisagra. Fidel lo cuenta en primera persona. "Para nosotros no es nada grato contar cómo implementamos un dispositivo para controlar a la fuerza que tendría que estar cuidándonos. Ahora más que nunca, cuando estamos en año electoral y todos los candidatos, todos los colores partidarios te venden la seguridad como un bienestar para poner más policías… Nosotros sabemos muy bien lo que es poner más policías en los territorios, porque en Zavaleta, cuando pasa lo de Kevin, estaba custodiada por cuatro fuerzas", dice este muchacho que está ligado a la Poderosa desde que era un niño de 9 años, él también, en 2004. Desde que la asamblea comenzó a hacer oír la voz propia de la villa. "Zavaleta no llega ni a las mil familias, es muy chico, y estaba custodiado por la Policía Metropolitana, que ahora es de la Ciudad, la Federal, Gendarmería nacional y Prefectura Naval. Teníamos cuatro fuerzas en Zabaleta, en el momento en que lo matan a Kevin. Y ese 7 de septiembre hubo un enfrentamiento de dos bandas que no tenían nada que ver con el barrio, que se disputaban una de las casas en la que había vía libre por parte de las fuerzas de seguridad. Uno de esos disparos entró a la casa de Kevin, que no era un jefe narco, no era un hampón. Tenía 9 años y estaba debajo de una mesa haciéndose pis", el relato de Fidel es enfático, él también subraya que ese día, las fuerzas liberaron la zona para las bandas.

Poner en marcha el control popular fue una decisión nacida de la impotencia, para hacerla potencia. "En Zavaleta no entran las ambulancias porque hay pasillos como acá, de un metro o un metro y medio de ancho. Entonces, las ambulancias no entran y tampoco entran sin custodia policial. La familia tuvo que llevar a Kevin al hospital con el auto de un vecino, y cuando volvió, después de reconocer el cuerpo, después de pasar horas de mierda, se encuentran con que había un allanamiento en su casa de parte de Prefectura Naval, que le habían robado 200 pesos y un celular", continúa un relato que se pudo hacer visible gracias a la pata comunicacional que es la revista La Garganta Poderosa y a la fuerza organizativa de las que entonces eran 15 asambleas en Buenos Aires y hoy están multiplicadas en distintos lugares del país. "Después de toda esa bronca del barrio, que no sabíamos qué carajo hacer porque ya teníamos muy naturalizado lo que era la violencia policial, nunca tuvimos un nivel de conciencia de decir no está nada bien que te caguen a palos cuando salís a laburar a las 5 de la mañana, no está bien que salgas a comprar a la vuelta de tu casa y que te puedan subir a un patrullero, no está bien que te hagan un allanamiento sin orden judicial o muchas veces, lo que pasa, se equivocan de casa y se dan cuenta cuando te rompen todo. Ahí lo que empezamos a pensar en medio del dolor y toda la angustia que teníamos, porque no sabíamos qué carajo íbamos a hacer, hablando en las asambleas, con los vecinos, se nos ocurrió una alternativa que para nosotros era descabellado, que era armar un dispositivo para controlar a las fuerzas", cuenta Fidel mientras toma unos mates en uno de los salones de la casa de La Poderosa. Grupos de vecinos recorren el barrio tres veces por día, al principio a la mañana y a la tarde, luego incorporaron la madrugada; movilizan cuando hay arbitrariedades contra alguien de la comunidad, buscan y presentan pruebas, se comunican con los organismos estatales correspondientes. Así lograron que en septiembre del año pasado, el Tribunal Oral número 9 de Buenos Aires condenara a seis prefectos por las torturas a dos jóvenes militantes de La Poderosa, Iván y Ezequiel.

"Teníamos muy naturalizada la violencia policial, nunca tuvimos conciencia de que no está nada bien que te caguen a palos". Fidel.

La violencia institucional es parte de la vida cotidiana de los barrios de todo el país y por eso el dispositivo de Control Popular a las Fuerzas de Seguridad se replica en cada lugar donde haya asamblea. En Rosario, el dispositivo tuvo su primera prueba el 8 de diciembre pasado. "Se llevaron a siete vecinos, entre ellos mujeres, que fueron maltratados en la seccional 20, ubicada en Carrasco y Teniente Agnetta, golpearon a chicos también. A nenita le habían dado una patada en la cintura. Fue un sábado a la mañana", recuerda con detalles Fabio, quien venía formándose para poner en práctica este dispositivo. "Cuando sale uno de mis hermanos, lo llevaron. En eso, como venía en el proceso de control popular, llamo a mis compañeros de la organización, también llamé a Defensoría, la Fiscalía, todo. Me dijeron de fiscalía que los pibes no habían entrado en la 20, los estaban dando vueltas en patrullero por el puente Sorrento", recuerda. La movilización de los vecinos a la comisaría fue un hito, como así también la recolección de prueba que se presentó en Fiscalía. Fabio reconoce que sin esas herramientas "no sabría qué hacer, sinceramente". Ahora, les vecines del barrio saben que pueden recurrir a él.

Fabio llegó a La Poderosa por un torneo de fútbol en la ciudad de Buenos Aires. Allá vio un retrato de Luciano Arruga, el joven que estuvo desaparecido durante casi 6 años, desde el 31 de enero de 2009, tras ser detenido por la policía bonaerense. "Fui a jugar a la pelota. NO sabía lo que era la Poderosa, pero viendo lo que hacía, lo que me llamó mucho la atención fue lo de Luciano, que es muy parecido a uno de mis hermanos. Me hizo un clic. El abuso policial es muy frecuente en el barrio. Yo no sabía lo que era militar, no sabía lo que era la política, no sabía nada yo… Ahí nació esta curiosidad  y luego de varios meses, viendo la problemática del barrio, ahora estoy acá, contando todo esto", dice Fabio, que vivió hasta sus 10 años en Chaco y, como buena parte de las familias del barrio, se radicó a principios de este siglo en Rosario. "Quería saber mucho de esto, porque lo que pasa mucho en el barrio, es que la policía te discrimina porque no te sabés expresar en castellano. Acá la mayoría es de la comunidad qom. Quería meterme en esto para que no siga pasando", expresa el por qué de su militancia. Y admite que "el miedo está, todos tenemos miedo a la policía. No me siento seguro cuando veo a un patrullero o algo así, porque no sabés qué te pueden hacer. Creo que me causan más inseguridad ellos".