La televisión sigue entrando en los hogares con la familiaridad de unx más que habita en la casa pero con una autoridad y solvencias que no se le otorgan a cualquiera. Lo que se dice en la tele se irradia al mundo, a las redes sociales y al boca a boca en general, generando discurso, exaltando narrativas o invisibilizando historias de quienes no tienen el brillo (o el morbo) suficientes. La mayor parte del contenido que se desprende de la televisión no está guionado sino que forma parte de un largo diálogo entre panelistas, conductores, conductoras e invitades, con esa jerarquía extraña que producen los y las “intocables”, como Tinelli o Mirtha, y una especie de democracia para decir cualquier cosa para el resto del plantel activo. Quienes no manejan con rapidez el ritmo de la tele suelen ser devorados por su velocidad. Por suerte, Romina Manguel tuvo los reflejos que le dio el oficio para responder a Moria Casán, quien la atacó con argumentos variados y bastante pobres, con menciones a Aristóteles y al hermafroditismo, sobre la situación de acoso que Manguel contó el año pasado en “Animales sueltos”. No es nueva la desconfianza de Moria sobre el resto de las mujeres, a quienes agredió a elástico suelto en su rol de jurado en Bailando por un sueño durante años (en la búsqueda “Moria Casán ataca a” salen entre sus presas habituales, Laura Fidalgo, Jimena Barón, María Eugenia Ritó, Lía Salgado... y más) . Lo que se renueva es el mutismo del resto de las personas presentes, que a esta altura podrían estar un poco más entrenadas en proteger a una colega o invitada cuando se trata de narrar alguna violencia machista. “Debo decir”, el programa de Luis Novaresio en América, fue el escenario y el videograph improvisado: “El feminismo en el debate”. 

¿Por qué se insiste en que falta perspectiva de género en los medios de comunicación? Porque no basta con que haya mujeres encabezando un programa, una banda de opinadoras o produciendo atrás de cámara sino que deberían, siempre, incluir esa mirada en las noticias y conversaciones que producen esas noticias. Basta ver la vuelta al piso del largo audio entre Lautaro Teruel y la persona de la que abusó durante un año y medio para comprobar que cierta estrategia, que por supuesto se narra en silencio y con años de preparación, está dando resultado. Al feminismo que toma las calles se le responde con indiferencia o saña, ya sea para naturalizar la voz de un violador como para volver a exhibir a las víctimas. Cuando detuvieron al pediatra del Garraham Ricardo Russo que atendía, el nombre de Nahir Galarza fue tendencia en Twitter durante varias horas. “Qué bueno que le pixelen la cara al pedófilo del Garrahan para proteger su identidad. Igual que a Nahir Galarza, de la que no supimos ni su itinerario ni la marca de tampones que usaba” escribió en la red social @ladyprecarizada. Mucha gente insistió con marcar esa diferencia: mientras a las mujeres se las juzga, somete, reprende o maltrata, a los varones se los protege o suaviza. El miércoles, Mariano Iúdica sacó su programa a la calle para ver cuánto se sentía en el movimiento cotidiano el paro general contra el gobierno. Acelerado hasta lo insoportable, le bastó caminar tres cuadras para condensar xenofobia, gordofobia y misoginia entre gritos y violencias varias con sus compañerxs visiblemente incómodxs, Pía Show y Luis Ventura. A este último no paró de llamarlo “gordo” con un poco más de bronca que de cariño y lo obligó a pesarse en una farmacia, aunque su primera respuesta fue un contundente “no”. “Daaaaale gordo” insistió un excitadísimo Iúdica, tan alterado como un adolescente que sale por primera vez solo de noche. Cuando Ventura aflojó y aceptó pesarse, Iúdica interceptó a tres varones a los que les hizo apostar el peso de Ventura, al que le decía, mientras tanto, que ojo no rompiera la balanza. Los participantes del improvisado concurso hicieron sus apuestas y al empleado de la farmacia le dijo Iúdica en un momento “portate bien o te mandamos de vuelta con Maduro”, insinuación que acompañó con un “peruano”, “venezolano” o “colombiano” según la nacionalidad de quien entrevistaba y de nuevo, ese tono que es más escupitajo que sobrenombre cálido. Después de humillar a Ventura, le dijo a Pía Show que si perdía el papel con el peso la iba a “matar a puñaladas”. Y todo fueron risas y abrazos. Un empleado de una florería lo sacó carpiendo cuando le puso el micrófono en la boca y Iúdica hizo del rechazo un circo más de su performance. “Involucrados” es el programa que le da aire todos los días a esa tensión permanente entre un conductor que a la manera de “Polémica en el bar” da noticias de actualidad y discute el presente de la farándula con un plantel de gente que no sabe si temerle o pegarle una piña y salir corriendo. Tal vez alguien pueda alguna vez esbozar un argumento que lo muestre como es: machista, violento, racista y gordofóbico sin que él lo interrumpa o ningunee. Ojalá los directivos de los canales de televisión entiendan que tener a un tipo como Iúdica al frente de un programa implica sostener una línea que ya no debería tener espacio. Porque los Paros de mujeres, lesbianas, trans y travestis, la declaración de Thelma Fardín y el Ni Una Menos, por nombrar solo algunos ejemplos, vinieron a cambiarlo todo, y los cimbronazos contra un comunicador históricamente desagradable y violento como Baby Etchecopar o los reparos de Marcelo Tinelli a la hora de salir a cortar polleras demuestran que ya no se puede hacer los mismos contenidos que hace cinco, diez o veinte años.   

Para crear enfrentamientos, mejor que sean entre glitter y siliconas, porque son más jugosos. Invitada a Flor de tarde, el programa de Flor de la V en Ciudad Magazine, Edda Bustamante insistió hasta la exasperación en que cuerpo que porta pene es de hombre y cuerpo que porta vagina es de mujer, aun cuando en este país hay sancionada una ley de identidad de género que la desmiente, nadie pudo frenarla demasiado en su cruzada pro varón. Así como Moria decía algo así como que no es acosada quien no quiere, Edda juraba que no se puede dar crédito a los sentires de las personas a la hora de nombrarlas según el género que las identifica. 

Se puede decir que la tele atrasa o bien que está lo suficientemente adelantada como para amplificar las respuestas neoconservadoras que intentan desacreditar los pañuelos verdes o siguen insistiendo con que una travesti es una ciudadana con menos derechos que el resto de la población. El tiempo dirá pero el desfasaje existe y es una violencia más que no se puede apagar tan fácil como el televisor.