A los 83 años, Susana Rinaldi canta, gira cuando puede, cierra el puño enérgicamente al hablar, vaga por Europa, extraña a sus nietos, recibe premios, impone su autoridad matriarcal en cada reunión semanal de AADI (Asociación Argentina de Intérpretes) y sueña un sueño que es casi la perfecta definición de su audacia y desparpajo artísticos: grabar un disco con canciones de ABBA. Se ríe de esto último, como una adolescente. Pero aclara: “Va en serio”. 

Está en su despacho de vicepresidenta de AADI, en el edificio de la calle Viamonte al 1600 donde, dice, Evita iba a visitar al diseñador de sus vestidos, Paco Jamandreu. Todo en ese edificio parece histórico: hasta las siluetas de glorias de la música argentina     –como las de Horacio Malvicino, Juan Carlos Saravia, Zamba Quipildor–, que aparecen y desaparecen por los pasillos. Toma té y abre una agenda que contempla actividades infinitas. Se puede leer: 7 de junio, premio Magazine Leyenda en Rosario/ 10 de junio, premio Tablas a la Trayectoria/ 17 de junio, evento en el Teatro Sony a beneficio de AUPA. AUPA es una entidad que, entre otros, agrupa chicos y chicas con autismo. Susana Rinaldi es la madrina del instituto de enseñanza. “Hago todo lo que puedo”, dice. Y lo que puede parece infinito. Los cuatro jueves de septiembre dictará en la entidad un curso de interpretación para cantantes de música popular. “Pero mirá –dice–, al final lo que realmente me interesa es cantar, actuar”. Ayer largó un ciclo en el Tasso que se extiende los sábados 15, 22 y 29 de este mes. Como Nelly Omar, la Tana Rinaldi ignora el calendario y canta con una voz que conserva una lozanía y una entonación extraordinarias. Se entrega a la entrevista dispersa, vivaz, un poco más allá de todo. Rinaldi despliega a su alrededor un campo magnético poderoso, de lejanía y cercanía al mismo tiempo, de diva y mujer de barrio que va a comprar facturas a la esquina. Dentro de esa energía, el tuteo aparece como un código natural.

¿Por qué seguís cantando, girando?

  –Por muchas cosas. Pero básicamente porque puedo, porque amo esto, porque creo que no dejé una escuela y tal vez todavía esté a tiempo.

¿Por qué decís que no dejaste escuela?

 –Y no, no dejé escuela. Es la pura verdad. Hacer escuela no quiere decir que haya gente que cante como yo, o que haga mi repertorio. Quiere decir que es necesario que aparezcan artistas con ideas de reinvención. Yo sigo necesitando del tango, pero no nunca quise quedarme ahí, quietita. Algún día me fui del “barrio de tango”. Ese barrio es una maravilla, pero no es lo único. Mi búsqueda tiene que ver con mi vida y con la de mi generación.

Un poco en perspectiva, ¿qué te pasa históricamente con el tango? 

–Soy como una madre y su hijo. ¿Viste que las madres siempre eligen ver la cara más linda de sus hijos, la parte positiva? A mí me pasa eso con el tango: veo su mejor cara. Le perdono todo. Lo que digo simplemente es que hay otras cosas. ¿Te acordás de aquel concierto que di con Bruno Gelber, haciendo algunos lieder de Schumann y de Brahms? Estuve estudiando cuatro meses al lado del piano de Gelber. Eso me gusta, esos desafíos por afuera. Es que al final vamos y venimos pero, como decía Eladia, somos lo que somos. Fijate Piazzolla: toda la vida renegando con el tango y lo que hizo fue engrandecerlo.

No sabía que en algún momento planteaste, como se suele decir, “irte del tango”.

–Es que no hubo planteo. Lo que intenté fue evitar su caricatura. El estereotipo. Humildemente, quise embellecerlo. ¡Y me dieron para que tenga!

¿Por qué?

–Me atacaron mucho. Creo que fui una de las primeras que cargó contra el machismo. Estoy hablando de gente muy pesada del tango. Antes que yo, claro, estuvieron las cancionistas. Yo pude haber tenido problemas con alguna de ellas, pero si se observan en perspectiva a aquellas mujeres de los años 20 y 30, lo que hay que decir es que además de artistas extraordinarias fueron muy valientes. Es así: todavía hoy hay hombres del tango que no me reconocen como cantante. ¿Y sabés qué? ¡Me importa un bledo! A lo mejor decían que era una buena actriz. Parecía un elogio, pero era un palo disfrazado: una forma de sacarme del tango. Es cierto que la cosa se aplacó en ese sentido. Pero después me empezaron a señalar con una acusación extraña: que no cantaba, que “decía”. ¡Por Dios! Siempre canté y sigo cantando cada una de las notas. Me acusaban también de dramática... ¡y sí, soy dramática! Un día me di cuenta de que me pasaba de mambo cuando me percaté de que estaba llorando. Me había metido tanto en la letra que no podía parar de llorar. Ahí empecé a darme cuenta que tenía que trabajar con la emoción del tema, y no con la mía propia.

¿En qué cambió tu voz con el paso del tiempo?

–Tengo la gola bien, por suerte. Pero siempre cambia la coloratura vocal. En mi caso, mejoró. Salvando las distancias, me ocurrió lo mismo que a Libertad Lamarque, que cuando era jovencita tenía esa voz tan... finita. Después se puso más grave. En mi caso también, pero yo siempre aproveché la dramaturgia al máximo.

¿Ahí no existe el peligro de caer en la exageración, en cierta desmesura dramática?

–Existe ese peligro. No te das cuenta, y exagerás. Pero bueno, de alguna manera acá esas maneras las inventé yo. Piaf era una exagerada ¿y a quién le importaba? Las tanas, Milva, Mina, también, pero de pronto daban un rodeo, decían algo y te cagabas de la risa. Así son los italianos. Esa es mi raza interpretativa. Pero entiendo la crítica, se me puede achacar la “teatralidad”. Pero no tiene que ver con la pérdida de la voz. Eso sí ocurrió con grandes cantantes como Goyeneche, como Brel.

Le apasiona hablar del canto, de las claves de la interpretación en la música popular, de la defensa de los derechos de los intérpretes, de ciudades y de los nietos. En realidad, da la impresión que se apasiona con todo. Tritura lugares comunes. Analiza la fórmula Fernández-Fernández y la define sin ambages como “una genialidad”. “Yo me reía sola ese sábado a la mañana, cuando se difundió el audio de Cristina. Me hubiera gustado ser su hermana mayor para llamarla por teléfono y decirle: ‘¡Cómo los cagaste a todos!’. Qué inteligencia de mujer que tiene. Yo soy socialista, y el peronismo tomó muchísimas ideas socialistas. Pero aquí, en la decisión de Cristina, creo que primó algo que va más allá de la política. Creo que primó la amistad”.

Abba, bolero y tango

Anduvo recorriendo Europa, en plan de paseo –ella dirá: “saludar los barrios que he caminado”–, con dos cantantes más que afines: su hija Ligia, su hermana Inés. “Nos gusta viajar mucho juntas. Como dice el tango, somos el trío más mentado. Un lujo total Europa, ¡está carísimo! Una cosa es ir a cantar y ganar un dinero; otra andar por ahí de paseo. Llegamos a París con Notre Dame todavía humeante prácticamente y con todo lo de los Chalecos amarillos. Es fuerte lo que está ocurriendo. Esas movilizaciones son respetadas por casi toda la sociedad, tocan una fibra francesa. Francia nunca quiso quedarse atrás del resto de Europa, y creo que lo logra.”

¿Se te pasa por la cabeza volver a radicarte en París?

–¡Veinte veces por día! Si no tuviera nietos estaría viviendo en Francia. Creo que mis hijos me entenderían, son grandes. Pero no me quiero perder a mis nietos, cómo crecen, qué les va pasando. Alfredo me contaba cómo Victoria, de 7, se viste como yo, me imita y se ríe: hace una parodia mía que parece que es genial. Quiero ser una abuela presente. De alguna manera lo de ABBA viene también por ahí: es una forma de estar más cerca de mis nietos. 

¿Pero a vos te gusta ABBA?

–¡Me encanta! En mi período europeo, en los 70, eran terriblemente famosos. Hace tiempo que quiero hacer algo en sueco. Es un país que amo. En Suecia, Finlandia y Alemania me tratan muy bien, me hacen permanentes ofrecimientos. Me hacen sentir querida. No tengo que dar explicaciones cada dos por tres, como ocurre en mi país. Escandinavia es un mojón que te invita a quedarte. Estocolmo es una maravilla. A mí, como a tantos, nos han abierto las puertas. Escuchame: he cantado hasta en la Sala Azul del edificio del Ayuntamiento. Siempre quise devolverle algo de lo que me dieron, por eso me interesa grabar en sueco, por fonética. Me quiero comunicar con ellos. En Finlandia ya lo hice. En fin, en eso andaba. Un amigo llegó a traducir los tangos que canto al sueco. Hasta que se cruzó la idea de ABBA.

¿Avanzaste en la idea?

 –Está verde todavía. Los ABBA se entereraron quién soy, algunos productores se movieron, pero está verde. El tango llama la atención en Suecia por el exotismo. No es como en Finlandia, que es una música realmente muy popular. Tengo que estudiar mucho para lanzarme en una empresa de esas características, porque no es sencillo el ritmo de las canciones de ABBA. Por lo pronto, recomiendo el museo que hay en Estocolmo sobre el grupo: es buenísimo. Sería algo brillante, insólito, cantar ABBA. Y yo me pregunto: ¿por qué no? Si Meryl Streep, a quien amo, pudo protagonizar el musical Mamma mia! ¿por qué yo no puedo cantar? No me niego a nada. ¿Sabés qué pasa? No quiero sentarme solo sobre la escuela y la historia del tango. Ya en los conciertos del Tasso estoy cambiando sustancialmente el repertorio.

¿Qué estás haciendo?

–Bueno, no quiero dejar de hacer temas de esa gran compositora que fue Mandy. Nadie la canta. Tampoco quiero dejar de cantar a Eladia, a Chico Novarro. Mucho Chico Novarro. En fin, trato de no aburrirme.

En el único hueco disponible entre la serie de conciertos del Tasso, hará una escapada a México DF: entre el 24 y el 27 de junio debe participar como vicepresidenta del Consejo Directivo de FILAIE (Federación Iberolatinoamericana de Artistas, Intérpretes y Ejecutantes). “Me interesa desde siempre proteger y defender los derechos de los músicos. Ir a los foros internacionales es parte de esa lucha. Y tenemos que tener peso ahí, en los debates. Además soy Embajadora de Buena Voluntad en la UNESCO. Por todas estas cosas, tengo que estar bien organizada. Mi hijo Alfredo me ayuda en todo lo que es mi agenda.”

Se para, intercambia unas palabras justamente con Alfredo, dice con tono de pregunta “te gustó lo de ABBA, eh”, y vuelve a reír. “Lo único que no quiero es aburrirme. Salirme de las zonas cómodas. Me siento bárbara. ¿Qué querés que te diga?”.

Susana Rinaldi actuará los sábados 15, 22 y 29 de junio en el Torquato Tasso, Defensa 1575, a las 22. Con Aníbal Gluzman (piano), Mariano Cigna (bandoneón), Marisa Hurtado (contrabajo), Jorge Pérez Todesco (violoncello) y Juan Carlos Cuacci (guitarra y dirección musical).