La decisión de Cristina sobre la fórmula presidencial produjo efectos profundos el alineamiento de fuerzas políticas previo a las elecciones. En la coalición de gobierno, las tensiones son difíciles de ocultar y giran en torno a cómo justificar la necesidad de la reelección de Macri ahora que el fantasma del regreso de la ex presidente dejó paso a un amplio reagrupamiento del peronismo alrededor de un candidato al que de manera casi unánime se reconoce como “dialoguista” y “moderado”. Claro que la cadena nacional oligopólica de la comunicación ya ha completado un rápido viraje en la dirección de presentar a Alberto Fernández, como un lobo disfrazado de cordero o bien como un títere de la candidata a vicepresidente. Pero los modos de percepción social no se modifican de modo tan vertiginoso; la construcción del monstruo populista encarnado en la figura de CFK es un proceso que lleva más de diez años en los grandes medios de comunicación. Lo cierto es que el macrismo enfrenta un desafío inesperado: la fórmula decidida desarma el “blanco fijo” frente al cual el macrismo intentaba consolidar su identidad, maltratada por las consecuencias desastrosas de su política. Cayó la principal fuente de legitimidad de la candidatura del presidente. Y no es fácil encontrar otro recurso alternativo en el duro panorama social que nos rodea.
Los efectos del video de la mañana del sábado 18 de mayo sacudieron rápidamente al peronismo, en su núcleo central, la “liga de gobernadores”. El gobernador de Córdoba se fue de vacaciones y regresará después de vencido el plazo de presentación de las alianzas electorales. Mientras tanto un conjunto de líderes provinciales se han reagrupado en torno de la fórmula presidencial y el pequeño grupo que integra Alternativa Federal ha quedado, por lo menos provisoriamente, en una situación de absoluta orfandad: Lavagna no se somete a las primarias abiertas y Massa va tomando distancias de modo muy notable. El ex ministro de economía dice que será candidato de una “tercera vía” cuyos integrantes principales son el radicalismo minoritario en el partido, el socialismo, al que le queda una parada muy brava en la elección de Santa Fe –la única provincia del país en la que tiene influencias serias– y Margarita Stolbizer, la modestia de cuyo caudal electoral pudo comprobarse en diversas experiencias competitivas de las que formó parte. La “tercera vía” no parece habilitada para influir seriamente en el electorado peronista y puede terminar siendo una variante más “educada” del proyecto político neoliberal.
Como se ve, en sólo dos semanas el giro táctico de CFK produjo un efecto de reordenamiento de la política nacional.¿Cuál es la causa profunda de ese reordenamiento? Por lo pronto, el corrimiento de Cristina del centro de la escena electoral, remueve un obstáculo para el proceso de unidad que se requiere para producir un cambio drástico en la vida política nacional después del ostensible fracaso de Macri y su equipo. ¿En qué consistía ese obstáculo? La ex presidente es la líder excluyente del principal movimiento político popular argentino desde la muerte de Perón. Concentra sólidas adhesiones en millones de argentinos y argentinas, fundadas en razones ideológicas, políticas y afectivas. Su liderazgo no es hijo de un proceso publicitario sino de una prolongada e intensa experiencia política. Es, además, el fruto de una experiencia de fuerte antagonismo político, legítimo e históricamente fundado. Ese antagonismo intenso y pasional que recorre la sociedad argentina generó también un odio recalcitrante que se nutre de viejas querellas históricas argentinas y fue sistemáticamente alimentado por las maquinarias informativas, y convertido por servicios de información y jueces recalcitrantes en denigración y persecución tribunalicia: el antiperonismo restablecido en su jerarquía histórica. Por eso la fórmula distiende los ánimos, facilita la conversación, despeja los miedos. Todo eso, sin que Cristina se retire de la puja electoral y, por el contrario, permanezca en la fórmula como garantía ante la porción ampliamente mayoritaria de sus potenciales votantes.
Sin embargo quedan grandes incógnitas y tal vez éstas sean lo más interesante del viraje producido. Todos los efectos benéficos de la iniciativa están relacionados con algo que en la jerga política de estos días se nombra con la palabra “moderación”. Es decir, aparece como un giro dirigido a aventar temores por el regreso de una Cristina extrema y radicalizada y a generar la expectativa de un gobierno más “razonable” y menos “extremo”. El análisis político parece girar en torno de esta certeza. Están los que se entusiasman con la moderación, los que desconfían de su verdad y los que le temen, pero todos la ponen en el centro de la mirada.
Es necesario detenerse en estas fórmulas y mirarlas críticamente. ¿En qué sentido fueron extremistas las medidas de los gobiernos kirchneristas? ¿Lo fue la renegociación de la deuda defaulteada en 2001? ¿La recuperación estatal de los fondos jubilatorios? ¿La ley que apuntó a desmonopolizar el uso de la palabra en los medios audiovisuales? ¿La recuperación de YPF, la empresa del agua, la aerolínea de bandera? ¿Son estas y otras medidas de parecida índole la obra de gobiernos “extremistas”? ¿Quién fue perseguido por sus ideas en esos tiempos? ¿Quién fue llevado a la prisión, censurado o reprimido? La dureza del antagonismo no fue hija de ningún extremismo estatal sino de la inflexibilidad de los grupos más poderosos ante cualquier medida que rozara sus privilegios.
La cuestión estuvo planteada así, también en los orígenes del peronismo. El coronel que fundó el movimiento supo decirles a los grandes empresarios argentinos (en su clásico discurso de la Bolsa de Comercio en 1944) que él pensaba que los empresarios tenían que hacer mucha plata, que eso servía para engrandecer al país y para potenciarlo. Y que lo único que quería él (que en ese tiempo era secretario de trabajo y previsión) era que los trabajadores fueran respetados porque esa era una condición fundamental en esa época de ascenso de la clase obrera en el plano mundial. Decía Perón: “es necesario dar a los obreros lo que merecen por su trabajo y lo que necesitan para vivir dignamente”. Para las clases dominantes esto significaba “extremismo” y de esa percepción nació el antiperonismo.
Parece que lo primero que debe ser “moderado” en la Argentina de hoy es la voracidad ilimitada de los grandes grupos económicos locales y globales que, en un corto lapso, hicieron negocios extraordinarios al tiempo que destruyeron la trama productiva y empobrecieron al país y a la enorme mayoría de sus habitantes.