Desde Roma
Después de las elecciones parlamentarias europeas de fines de mayo en las que la Liga se clasificó como primer partido en Italia, los gritos de victoria y la soberbia de su líder, el ministro del Interior y vicepremier de Italia, Matteo Salvini, que quiere hacer sólo lo que él considera justo, no hicieron más que provocar problemas dentro del gobierno, formado también por el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) liderado por el otro vicepremier, el ministro del Trabajo, Luigi di Maio. Problemas que, por lo visto, han bloqueado la marcha del gobierno a punto tal que el lunes, en una insólita conferencia de prensa, el primer ministro Giuseppe Conte amenazó con irse si los problemas no se resolvían.
Estamos al borde del abismo, opinaron varios medios de difusión, es decir al borde de una crisis de gobierno que podría significar su caída y un llamado a nuevas elecciones, tal como al parecer querría Salvini.
Pero para entender este complicado entramado político hay que ir paso a paso. Primero hay que recordar que éste no es un país presidencialista. El presidente tiene pocos poderes. El poder radica en el Parlamento donde en general –pero no siempre– el partido que tiene la mayoría relativa, es decir que cuenta con más diputados y senadores, recibe el encargo del presidente de la República de formar un gobierno. Y este partido mayoritario es el M5S que, luego de las elecciones italianas de 2018, cuenta en el Parlamento con 219 diputados (sobre 630) y 107 senadores (sobre 315) contra los 123 diputados y 58 senadores de la Liga.
Por eso el más interesado en hacer caer el gobierno sería la Liga, confiada en que luego de los resultados de las elecciones europeas del 26 de mayo en las que consiguió 34,3 por ciento de los votos contra 17,1 del M5S, una nueva elección en la península la llevaría al poder como primer partido. Y de ser así, la Liga podría conseguir rápidamente alianzas con Forza Italia de Silvio Berlusconi, que insiste en querer hacer un gobierno de centro-derecha, y con Fratelli d’Italia, de la derechista Giorgia Meloni, que en las elecciones europeas llevó a un bisnieto de Benito Mussolini entre sus candidatos.
En la rueda de prensa del lunes Conte llamó a los dos partidos a empezar la “segunda etapa” del gobierno, lo que significa de alguna manera a discutir sobre los puntos que deberían poner en práctica inmediatamente y que están escritos en el llamado “contrato de gobierno” que firmaron los dos partidos antes de comenzar a gobernar, pero que por las disputas de los últimos meses han quedado congelados.
Y sobre todos los puntos en discusión (Flat tax, es decir un tasa fija del 15 por ciento de los ingresos para todos los italianos, no aumento del IVA, la TAV o túnel que comunicaría el norte de Italia con Francia, licitaciones públicas, la repatriación de los llamados “inmigrantes ilegales”, el desacuerdo con la Unión Europea sobre las cuentas del estado italiano, entre otros) Conte pidió una respuesta “clara y rápida” porque de lo contrario, dijo, presentará su renuncia al presidente de la República.
Una de las cosas más urgentes e importantes que debe hacer el gobierno es discutir con la UE sobre su plan económico, que ha recibido varias críticas de parte de las autoridades económicas de Unión Europea. Esta semana tendría que llegar una respuesta de la UE a la carta que le envió el ministro Giovanni Tria dando explicaciones sobre las medidas económicas. Si no se llega a un acuerdo, Italia podría sufrir sanciones. Y esas sanciones pueden significar una debacle para Italia a nivel nacional e internacional, tanto económica como financieramente. Sobre este punto en particular Conte fue claro llamando a sus dos viceprimeros ministros a tratar con la UE.
Las reacciones de la oposición al gobierno fueron inmediatas. “Conte ha admitido la parálisis, el desastre y el fracaso de su gobierno que nosotros denunciamos desde hace semanas”, dijo el líder del Partido Democrático, Nicola Zingaretti. Según Zingaretti, Conte debería presentarse en el Parlamento y verificar si sigue existiendo la mayoría parlamentaria que antes lo sostenía.
Salvini y Di Maio no quisieron dar señales alarmantes y ayer se hablaron por teléfono, cosa que no habían hecho desde hace semanas. El primer ministro Conte por su parte consideró “muy positivo” que después de su conferencia de prensa de anteayer Salvini y Di Maio hayan vuelto a hablarse. “El retorno al diálogo es un buen primer paso”, precisaron fuentes cercanas al primer ministro.
Pero la cosa no terminó allí. Di Maio prefirió además ir a conversar con el presidente de la República, Sergio Mattarella, para asegurarle que su partido está decidido a continuar con el gobierno. Mattarella de su lado le habría manifestado su preocupación por la marcha de la economía y la necesidad de ajustar las cuentas del estado.
Según la prensa, es posible que el miércoles o el jueves ambos líderes se reúnan en Roma. Quedan todavía sin embargo unos cuantos temas por aclarar y la pregunta que muchos se hacen es hasta cuándo durará el diálogo dado que Salvini ahora se siente lo suficientemente poderoso como para imponer su voluntad.