Se saca la campera negra y luego un pulóver negro que tiene debajo. Ya en remera, también negra, y con las manos maquilladas del mismo color, aunque deje que su máscara descanse en la mesa del bar Duek no parece haber salido de su trabajo como editor audiovisual sino de alguno de los inquietantes paisajes de las canciones de su primer disco solista. “Apuntando al sol/ escuchando punk/ cantando a oscuras en el cine/ viendo la orilla y la luna mientras enloquecía”, canta Mauro Duek en Nunca más volví, tema y video alejado del estilo de Mejor Actor de Reparto, la banda con la que toca desde hace siete años.

“Lo que se muestra en ese video fue lo que pudimos hacer en una noche con una cámara y una máscara. Toda la idea del proyecto es que las canciones habitan en un espacio intermedio entre lo imaginario y lo real: de ahí sale la música”, explica el cantante. Gestadas hace un año y medio en un ex búnker de la Segunda Guerra Mundial, junto a Francisco Tursi en las programaciones, algunas canciones suyas como Siete, Arde y la lúgubre Tormenta tienen un sonido con ecos a proyectos como The Knife o Fever Ray. Esas texturas se terminaron de lograr con la producción de Fonso (el músico y productor Lucas Di Fonso), con quien Mauro grabó a cuatro manos Transatlántico.

Pero al mismo tiempo estos temas remiten además a ese “tiempo fuera de la mente” al que alude Bob Dylan, uno de los maestros de Duek. “A los 13 traducía canciones de Dylan no tan conocidas, capaz de Blood on The Tracks y las cantaba como si fueran mías: mis compañeros del colegio pensaban que era un genio”, se ríe al recordarlo el frontman de Mejor Actor de Reparto.

La música de Duek solista no tiene mucha conexión ni con ese grupo, con el que está por publicar un tercer disco, ni con la escena en general: “Es una banda muy terrenal, muy autorreferencial y extremadamente autobiográfica. Hace un par de años que en cuanto a sonoridad y temática me había cansado un poco del formato rock. No del rock en sí sino de salir a tocar y de todo lo que eso implica. Es un desafío, pero también es bastante frustrante. Pero tengo vocación de compositor: no puedo no componer. Es más como una terapia que otra cosa, así que surgió este nuevo proyecto que se despega un poco de lo que venía haciendo”.

Duek se pondrá la máscara para tocar, pero no la puede caretear: “Quizás no debería decirlo, pero la verdad es que me cansé de la escena local de Buenos Aires: siento que es muy careta. A eso sumale lo difícil que es tocar, llevar gente y que el público pague la entrada... Me agota bastante moverme en esas movidas”, dice aunque rescata de ese síndrome a bandas como Placer.

Para este disco a solas, Duek sentía el desafío de hacer algo distinto sin perder esa conexión con el formato canción, y la emoción por llevarlo a ese sonido electrónico y tribal que tiene el proyecto. Conjurando en simultáneo el tiempo y el espacio, Mauro logró producir un disco crudo pero cálido, dramático, accesible pese a lo enigmático. “Componer canciones es una necesidad para saber qué es lo que me pasa, pero toda la idea del proyecto es que lo que se escucha te genere esa sensación que tenés cuando te levantás de un sueño muy agitado y durante unas milésimas de segundo no terminás de entender qué paso, qué fue real y qué no lo fue.”