En la República Meritocrática, si hay un feriado en el que todo el mundo debería descansar del populismo agobiante y dedicarse a la diversión de mercado, al placer neoliberal y al desenfreno financiero, es el cumpleaños del Sumo Maurífice.

En serio, deudor, deudora: el 8 de febrero es un día importante. Es el día en el que nuestro Primer Autoritario salió de... de... ¡Bueno, de ese lugar del que todos salimos en el momento de nacer, cada uno desde su respectiva ubicación! 

Bueno, hablábamos del onomástico mauricial (en verdad es un error, ese día es el del santoral, pero le pido que haga la vista flaca en esto). Para gran parte de los habitantes de nuestro querido país, de un par de años a esta parte la cosa se ha acentuado de una extraña manera. El “onomástico” pasó a ser “onomastico”. Para ser más claros: “o no mastico”.

Vale decir, muchísimos argentinos ven, vemos, complicadas nuestras posibilidades de ejercer con propiedad y en tiempo y forma nuestras habilidades gastronómicas. O algo así.

Pero dejemos de lado las noticias aciagas, que para eso está el gobierno. Mauricio cumple años el 8 de febrero y eso es lo que nos importa a los argentinos, y no cosas secundarias como las paritarias, la reforma previsional, la laboral, la represión y esos detalles que solo le importan a la izquierda. Porque al resto le “importan” autos, repuestos, kiwis y, sobre todo, ideas.

Podemos imaginarnos la fiesta: magníficos regalos, tanto acá como en Panamá, algunos de los cuales se colocan a nombre de primos, amigos y compañeros de colegio. Una gran torta, repartida entre pocos. Y antes de soplar las velitas, Mauricio promulga los clásicos tres decretos.

Podemos imaginar todo eso. Pero además, querido deudor, en esa fecha suele comenzar una de las fiestas más caras a nuestro gobierno nacional. Me refiero al Carnaval, cuando la gente celebra en la calle los tarifazos, el aumento de alquileres, remedios y alimentos y, sobre todo, la desocupación (por eso mismo festeja en la calle, ya que las fábricas están cerradas, privadas, acotadas o gendarmizadas).

Todos tiran papeles picados al aire, ya sea de color verde yacaré, amarillo hornero, azul ballena o rosadito guanaco.

También actúan las murgas, recorriendo los corsos con su clásico tono burlón sobre nosotros mismos. Hemos recopilado algunos de sus versos:

Lo más fuerte del Carnaval es que la gente se disfraza. Y estamos viviendo tiempos en los que la gente se disfraza sin que sea Carnaval, así que imagínense, lectores, cuando la oportunidad es también propicia y permitida. Y además, tenemos un gobierno que si algo hace por nosotros es promover el disfraz. Por lo menos, entre sus propias huestes. Miren:

Y lo peor de todo, se han disfrazado y se siguen disfrazando... de que no se disfrazan.   

 

Este texto pertenece al libro Pobreza ceo que Colihue distribuye por estos días. En palabras de su autor, Rudy, “este libro intenta resumir, con humor, los hechos, las escenas, la pintura de una época que se podría resumir parafraseando a Groucho Marx, ‘he pasado cuatro años maravillosos. No fueron estos’”.