Los trazos gruesos están. Hay candidaturas, aunque no todas. Pero falta definir alianzas y afinar nombres (algunos de ellos importantes) para las listas de cara a las elecciones generales. En medio estarán las PASO pero es probable que se llegue a ese momento ya con más claridad en el panorama político de la Argentina. Finalmente nada podrá decirse hasta que se cuente el último voto la noche del 27 de octubre. Nada está dicho y nadie triunfa el día anterior ni las encuestas consagran ganadores por anticipado. La labor de convencimiento es parte de la militancia y la acción política a todos los niveles.

Por eso –salvo los exaltados de siempre– en casi todos los referentes sigue primando la cautela en las declaraciones, en particular por parte de los principales referentes opositores, que también especulan con sus intereses particulares. Desde el oficialismo se insiste en un discurso totalmente despegado de la verdad de los hechos, alentando la épica del sufrimiento presente que, según dicen, es el costo que hay que pagar para no se sabe bien qué y sin tener clara noción de lo que se está amortizando con el aporte del sacrificio y las penurias de la mayoría de la ciudadanía. Mientras tanto el Presidente y sus voceros pregonan, como desde el primer día, un futuro mejor y venturoso que nunca se concreta.

Esta es la coyuntura política a la que estamos haciendo frente. Sin perder de vista otros condimentos que surgen de la propia desesperación del oficialismo dispuesto a echar mano a lo que sea con tal de no resignar posibilidades. Lo anterior incluye seguir gastando a cuenta de lo que no hay (o de lo que aporta el FMI, mientras nos continuamos endeudando para que Cambiemos siga conservando el favor de aquellos que se benefician fugando capitales), prolongar la ofensiva en los tribunales en alianza con el “partido mediático-judicial” y, por supuesto, profundizar el relato de que “este es el único camino” mientras se miente hasta el punto del cinismo.

Sin embargo, y más allá de que el escenario se presenta enmarañado y difícil, es imprescindible superar los obstáculos que plantea el bosque para extender la vista más allá incluso del acto electoral. Se sabe que, en diferentes espacios opositores, hay equipos político-profesionales, técnico-políticos, trabajando para elaborar propuestas de gestión que permitan consolidar de manera sólida y coherente, también realista, las posibilidades de una administración del Estado con expectativas de éxito. Aun sabiendo que en ningún caso habrá cambios milagrosos ni que se puede modificar el rumbo de un día para otro. 

Cuando se habla de amplitud no debería pensarse solamente en las alianzas políticas, sino también en la importancia de comunicar las propuestas de un futuro gobierno. Es la manera de incluir y de generar espacios para el debate, el intercambio y de volver a darle espesor y valor a la política. Uno de los aprendizajes del pasado debería centrarse también en la idea de que la participación de todos los actores de abajo hacia arriba, aun cuando pueda generar espacios deliberativos incómodos, es siempre un paso en favor de la política y del fortalecimiento de la ciudadanía. Son muy pocas las ocasiones en las que resulta útil el efecto sorpresa y el carácter reservado de las decisiones que se van a tomar. No hay que descartar esa vía, pero no puede ser la metodología común.

Lo anterior incluye también la consideración acerca de la comunicación como un soporte esencial de la acción política y transversal a la misma. La comunicación comprendida como posibilidad de acceso a los derechos se constituye ella misma en un derecho fundamental. Por este motivo es una vía que hay que transitar necesariamente con perspectiva ciudadana y participativa, para no quedar atrapados en la lógica mercantil que pretenden imponer las corporaciones.

Estos y otros temas están presentes en la cotidianeidad de las personas, pero tienen que incorporarse a la agenda pública, incluso corriendo el riesgo de las divergencias que la participación y el debate provocan. Y, como ya se dijo, no solo con los fines electorales y en búsqueda de convencer en vista a los comicios, sino fundamentalmente como una forma de construcción de la legitimidad de la gestión y de la toma de decisiones de un futuro gobierno. 

  

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