Desde aquella aparición en el fin de siglo con el disco The Nada y el hit "Guacamole", Kevin Johansen ha hecho mucho en el medio argentino, y más de una vez debió enfrentarse -es una manera de decir- al prejuicio que lo ve más como un sagaz mixer de palabras que como el gran músico que es. No es que al alaskeño-argentino le preocupe demasiado, y además tiene suficientes canciones que lo defienden. Problema de los prejuiciosos, además: son ellos los que se perderán (volverán a perderse) algo tan delicioso como Algo ritmos, el disco que acaba de aparecer en el mercado.

Gestado en estos tres años que mediaron desde el lanzamiento de Mis Américas, el séptimo disco de Johansen fue más producto de las inquietudes que le fueron surgiendo que del propósito original: según le comentó a Página/12, hubo una primera intención de buscar un material más homogéneo, orientado hacia una sola tendencia, pero la misma dinámica del músico y su interacción con quienes lo acompañan -viejos colegas de su banda The Nada y nuevos compañeros de ruta- fueron armando el ecléctico panorama que lo caracteriza. Y entonces, "De repente", dedicado a María Elena Walsh ("¿Qué me hiciste, María Elena? / ¡Ojalá este mundo fuera al revés!"), introduce al disco con un aire milonguero que poco tendrá que ver más adelante con el valseadito que incorpora una armónica country en "Cuentas claras", la melancolía de "New York Without You" (dedicada a Hilly Kristal, el fallecido dueño del CBGB que fue mentor de Johansen en sus años mozos), la oscuridad de la "dedicatoria" a Donald Trump en "Pobre millonario" o la impronta más rockera de "Cocktail groupie". Menos aún con el brioso cierre de "La gente más linda (Mito urbano)", donde, en cruce con La Shica, Johansen rapea jocosa y deliberadamente mal. Lo que no le quita puntería a una frase que pinta estos tiempos: "Y antes los tangueros se quejaban de los rockeros / Y ahora los rockeros se quejan de los traperos / Pero no seas talibán del buen gusto".

El buen gusto impera en Algo ritmos, con intervenciones estelares de Jorge Drexler, quien participa en la tecnosa -e ingeniosa- "Teletransportación" y en "Mi querido Brasil", la misma que cantaron juntos el año pasado en el Luna Park. Por allí anda también la actriz y cantante Leonor Watling (esposa del uruguayo), poniendo pícaros recitados en "Sin decir nada", la canción en la que nadie parece pronunciar palabras pero se dicen un montón de cosas. O el charanguista Juan Cruz Torres y los sikuris de Humahuaca dándole un clima especialísimo a "Train of Thought". Pero no hacen falta invitados en el pasaje más inspirado del disco: quién sabe si el sello Sony Music seleccionará a "Tú ve" como single, pero sin dudas es uno de los puntos más altos del disco, otro aire de vals que va ganando intensidad emotiva gracias al notable arreglo de cuerdas de Pedro Onetto.

Es que Kevin no solo cuenta con sus canciones, sino también con una buena antena para buscar músicos que les den más vuelo. A la cabeza el Zurdo Roizner, legendario baterista que siempre parece levitar y siempre toca lo necesario; pero también gente como el guitarrista Sebastián Massolo, el bajista y productor Matías Cella, el flautista Andrés Reboratti, el pianista Ariel Polenta (que se luce especialmente en "De repente") o el violinista Javier Casalla.

 

Con semejante equipazo, Kevin Johansen le dio forma a otro disco que gambetea con elegancia toda etiqueta, que invita a sumergirse en las melodías pero también en el delicado entramado de arreglos que caracteriza a su obra, canciones de un tipo que quiere hablar "tanto sobre el amor como sobre la coyuntura, la política, este mundo loco y turbulento en el que vivimos". Pero que a veces se meta con temas urgentes no quiere decir que resuelva sus canciones con la misma urgencia. Algo ritmos invita a parar la pelota, escuchar y dejarse llevar. No es algo usual en este mundo "loco y turbulento". Y por eso se agradece.