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El Baúl de Manuel

Por M. Fernández López

Adiós papa mía

La papa influyó en la economía más de lo que sugiere su humilde condición. El tubérculo se cosecha con las manos. Como producción, depende de un solo factor: el trabajo. El cálculo de un empresario papero es comparar dos cifras, su ingreso o valor de la papa en el mercado; y su costo de producción o salarios. El precio del producto y el salario del trabajo los fijan los mercados respectivos. El empresario sólo debe fijar cuánto producir, es decir, cuánto trabajo contratar. ¿Cuánto producir para que la ganancia sea máxima? Debe expandir la producción hasta que una unidad más de trabajo rinda un producto adicional (producto marginal) cuyo valor en el mercado iguale al salario. En esta actividad los rendimientos son decrecientes, y otra unidad de trabajo rendiría un producto adicional menor, cuyo valor no cubriría el costo del trabajo, añadiría una pérdida y reduciría la ganancia total. Luego, la igualación del salario con la productividad marginal del trabajo permite maximizar la ganancia empresaria. Este criterio fue descubierto y enunciado en 1850 por un empresario agrícola Thünen, y anticipó la teoría neoclásica (Wicksteed, 1894) de la distribución de ingresos. Aquí la papa fue pivote para crear un criterio teóricamente válido. Un siglo después (1950) un fundador de la Escuela de Chicago, Jacob Viner, enunció una ley sobre la alteración de los flujos de comercio internacional a raíz de una unión aduanera entre países: eliminados los aranceles entre ellos, el comercio mutuo se estimula; un arancel común hacia el resto del mundo reduce parte del comercio realizado con países exteriores, que se traslada al interior de la unión. Hay una desviación de comercio fuera de la unión, suplida por una creación de comercio dentro de la unión. Aquí la papa viene a destruir una ley económica. La Argentina tiene ventaja comparativa natural para producir papa. Según Viner, el Mercosur cortaría compras de papa de Brasil, Uruguay y Paraguay a países fuera del Mercosur, e importaría papa argentina. Yo amo el puré y odio pelar papas: compro puré instantáneo. Las marcas que abastecen el mercado argentino y uruguayo portan la leyenda Industria chilena y Fabricado en U.S.A. ¿Cuál ley rige?: 1-o) ¿El Mercosur no se rige por leyes económicas? 2-o) ¿El Mercosur desvía comercio interno y lo crea con el NAFTA? 3-o) ¿El tipo de cambio retrasado destruye la ventaja comparativa?


Limpiao con piedra pómez

Cuando apareció el Tratado del dinero de Keynes en 1930, una desgracia asolaba el mundo: la Gran Depresión. La obra sirvió para reunir en seminario a varios grandes economistas -P. Sraffa, J. Robinson, J.E. Meade, J.R. Hicks y otros- que le aportaron a Keynes ideas heterodoxas, opuestas a la teoría económica aceptada. Acaso no nuevas: Petty (s. XVII) ponderó la obra pública como creadora de empleo; Hume (1752) sostuvo que la expansión monetaria expande, a corto plazo, la actividad; Ward (1762) expuso que la abundancia de dinero va asociada con una baja tasa de interés. Todos esos elementos integraron el modelo keynesiano. La teoría aceptada ignoraba la obra pública como instrumento de política de corto plazo, sostenía la neutralidad del dinero respecto de la actividad y consideraba al interés como determinado por la oferta y demanda de capital, no de dinero. Cuando la Teoría general estaba concluida (1935) apareció la versión inglesa de Mercantilismo, de Eli F. Heckscher (autor de la teoría neoclásica del comercio internacional), por la que Keynes se enteró de sus precursores mercantilistas y escribió su capítulo 23, Notas sobre mercantilismo, basado en Heckscher. Lo extraño es que ni Heckscher ni Keynes mencionan a B. Ward, cuyo Proyecto económico exponía claramente la relación inversa entre la oferta monetaria y el nivel del interés del dinero. Petty era inglés, Hume escocés y Ward irlandés. De los dos primeros se han escrito bibliotecas, y el propio Keynes publicó una obra perdida de Hume. De Bernardo Ward, en cambio, salvo su origen irlandés, no es posible saber con precisión los datos más elementales de su vida. Incluso su obra ha sido sospechada de ser un plagio de la de José de Campillo y Cosio Nuevo sistema de gobierno económico para la América. Lo abrumador es que la biblioteca más completa y prolija del mundo, la del Museo Británico, no registra un solo artículo, monografía o tesis doctoral sobre este precursor, hecho tanto más notable por cuanto la labor de los estudiosos no ha dejado piedra sin remover. ¿Un economista maldito? ¿Un ser de carne y hueso o una de esas ficciones creadas para encubrir el origen de una obra, procedimiento nada raro en el siglo XVIII? Enigma que se suma a otro más antiguo: el de la vida de Richard Cantillon, autor de Naturaleza del comercio en general (1755), obra fundamental en la formación de la ciencia económica.