Por Alfredo Zaiat
Ruidos molestos
La renuncia de Carlos Rodríguez a su puesto en Economía terminó por convencer a los capitales internacionales de que éste no es el momento más apto para apostar por la Argentina.
La city no logra desperezarse ni siquiera cuando en los mercados del exterior todo es calma. Apáticos operadores no hacen más que seguir de cerca la evolución de la crisis asiática y resignarse a lo que muestra la plaza local. Los inversores extranjeros continúan ignorando a Buenos Aires como opción para dejar sus capitales, ganados por el entusiasmo de volcarlos en los más seguros mercados de los países desarrollados.
En las últimas dos semanas, las acciones líderes subieron en promedio casi un 7 por ciento. Pero los operadores, lejos de animarse con este dato, comparan este avance con lo que aconteció en el resto de América latina. La Bolsa de Brasil, por ejemplo, subió un 12 por ciento en el mismo lapso. La misma magnitud que Chile. Algo sucede que los papeles locales no logran acompañar al resto de la región, a pesar de que las buenas noticias del exterior son las mismas para todos.
Los ruidos políticos de los últimos diez días -más concretamente desde que Eduardo Duhalde anunció la realización de un plebiscito provincial por la re-reelección- se oyen en la city y no hacen más que sembrar dudas sobre la marcha de la economía en el mediano plazo. Ante la incertidumbre de que las peleas en el oficialismo terminen por golpear al plan de convertibilidad, el mercado se retrae. Por eso, el volumen de los negocios cae día tras día. La renuncia de Carlos Rodríguez a su puesto en Economía terminó por convencer a los capitales internacionales de que éste no es el momento más apto para apostar por la Argentina. Aun cuando desde el Palacio de Hacienda insistan en que ni el clima político ni las apetencias presidenciales influirán en la economía.
En el microcentro porteño lamentan que la actual coyuntura de la economía internacional no sirva para apuntalar el ánimo de los inversores. Así, pasó casi inadvertido el acuerdo alcanzado entre Rusia y el FMI por un desembolso que supera los 22.000 millones de dólares y que servirá para empezar a poner en caja la crítica situación de la economía rusa. También cayó en oídos sordos la renuncia del ministro de Finanzas japonés, Ryutaro Hashimoto, lo que permitirá que un economista ortodoxo tome las riendas de la economía nipona e imponga medidas que sirvan para alentar el consumo, en medio de la recesión. Conocidas estas novedades, las castigadas bolsas y monedas del sudeste asiático salieron a flote. Y Wall Street batió record tras record, oxigenada además por los aceptables resultados financieros que a lo largo de la semana informaron las compañías americanas, lo que da indicios de que la crisis casi ni se siente en los Estados Unidos. Para peor, la inminente privatización de la gigante brasileña de las telecomunicaciones, Telebrás, quita aún más atractivo al mercado local ya que los fondos foráneos privilegiarán la bolsa del país vecino.
Poco influenciada por la buena racha en los mercados internacionales, la apatía en la city amenaza con prolongarse. Mientras, el temor a que la crisis vuelva a activarse merodea entre los operadores. La sensación es que sin cohesión política se resentirá la valla de contención ante una corrida especulativa.
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