Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


El baúl de Manuel

Banco de Datos

E-mail

Volver

Pánico en la City

Después de tumbar a los tigres asiáticos y a Rusia, la crisis se mudó a América latina. El gatillo se disparó con rumores de devaluación en Venezuela, que derivó en un estrepitoso derrumbe de las bolsas de la región.

Por Alfredo Zaiat

La corrida contra los mercados emergentes se trasladó a los de Latinoamérica. Desde hace un año, cuando la crisis estalló en Tailandia y se expandió al resto de Asia, las bolsas de la región habían sufrido fuertes coletazos pero no había pánico. Incluso cuando Brasil padeció un intenso ataque especulativo, en noviembre pasado, hubo una profunda sacudida pero sin llegar a esa sensación de vacío en que están envueltos ahora los financistas. Y ya no es la preocupación por el derrumbe de las acciones, sino por el derrape de los títulos públicos.

La crisis va saltando vallas y a medida que avanza el horizonte se pone cada vez más negro. Mientras que la valla que supera sea la de las acciones genera nerviosismo y angustia en el recinto, pero queda circunscripto a ese microclima. Pero si la valla que pasa es la de los bonos, el escenario es otro. No se trata sólo de pérdidas de capital que sufrirán los especuladores bursátiles por las caídas de las cotizaciones, sino que ahora la economía real empezará a sufrir.

El retroceso de las paridades de los títulos públicos refleja la menor confianza de los inversores en la evolución de la economía y, por lo tanto, exigen una tasa mayor por conservar esos papeles. Esa tasa más alta tiene su espejo en lo que los financistas denominan riesgo país: a qué nivel de tasa Argentina consigue los dólares necesarios para renovar sus vencimientos de deuda y para cubrir el déficit de las cuentas públicas.

Si la tasa sube para financiar al Gobierno también lo hará para las empresas que buscan fondos para sus negocios. Y también se encarecerá el crédito para quienes quieran comprar una casa, un auto y otros bienes de consumo. Ese aumento del costo del dinero impactará en el nivel de actividad debido a que habrá una menor propensión a invertir de las empresas y a consumir de la gente. Así se gatillará el círculo vicioso de desaceleración de la economía, que en el peor de los casos deriva en recesión, como sucedió con la crisis mexicana en 1995.

Para que esa dinámica se desarrolle en toda su dimensión la actual crisis que ha mudado su epicentro a Latinoamérica, con el primer sismo en Venezuela, debería castigar con dureza a Brasil. El ataque especulativo al bolívar, la moneda venezolana, tiene un mensaje fulminante de los inversores internacionales: si gran parte de los mercados emergentes, desde los tigres asiáticos hasta Rusia, tuvieron que aplicar forzadas devaluaciones competitivas por qué no deberían hacer lo mismo los de América latina. Y tal como muestra la historia reciente de las economías asiáticas, cuando una pierde la pulseada con el mercado y tiene que devaluar su moneda ingresa en un camino sin retorno. Camino que obliga al resto de su vecino a imitar. Ese es, precisamente, el principal riesgo para la convertibilidad.