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El Buen Inversor
Un gran compás de espera
En los próximos días será crucial para la suerte del Plan Real
cómo reaccionen los mercados que, después del anuncio de
ajuste fiscal, ahora quieren que el FMI ponga los dólares.
Por Claudio Zlotnik
De repente, todo parecía volver a complicarse. No bien el gobierno brasileño anunció el esperado paquete fiscal, que promete generar ahorros por 84.000 millones de dólares en el próximo trienio, los mercados financieros respondieron con pesadumbre. Tras casi un mes de tranquilidad, los recintos volvieron a llenarse de incertidumbre. Recién el viernes retornó la tranquilidad. Hizo falta un compromiso explícito del Grupo de los Siete países más industrializados (G-7) de intervenir en las plazas financieras para que los mercados retomaran el camino ascendente. Aunque en la city siguen avizorando que aún resta un largo trecho hasta que se encuentre una solución a la crisis.
Más allá de la voluntarista declaración del G-7 en favor de implementar un sistema de control sobre el flujo de capitales especulativos a nivel mundial, los países más poderosos se comprometieron a reforzar en 90.000 millones de dólares las arcas del Fondo Monetario. La intención es que el FMI sea capaz de asistir a las economías asediadas por la crisis para mantenerlas a flote. La señal dada anteayer por el G-7 es una más de las que se han entrelazado en las últimas semanas para intentar frenar la debacle bursátil. Desde el anuncio de Japón de asistir con fondos públicos a su delicado sistema financiero hasta el recorte de la tasa de corto plazo por parte de la Reserva Federal (banca central) estadounidense, pasando por la aprobación de fondos frescos al FMI por parte del Congreso de los Estados Unidos. Todas estas medidas apuestan a mantener en caja la marcha de la economía global. Y aparecieron cuando todo hacía suponer que las economías desarrolladas (Estados Unidos y Europa) empezaban a correr el riesgo de no poder salir indemnes de la crisis.
El mayor clima de serenidad de los mercados se trasladó inmediatamente a los niveles de las tasas de interés. En las últimas tres semanas se notó una caída en el costo del dinero. Así, la tasa Baibor -que surge de una encuesta realizada por el Central entre las principales entidades del sistema- cayó del 22 al 18,4 por ciento anual, en pesos a 365 días de plazo, y del 18 al 14,5 por ciento anual en dólares en dólares. A su vez, los préstamos bancarios a empresas de primera línea en pesos a un mes de plazo cedieron del 18,1 al 11,8 por ciento anual. Y del 14,4 al 9,9 por ciento en dólares. Estas marcas se asemejan a lo que se pagaba hacia fines de agosto, días después del derrumbe de la economía rusa.
La evolución de la crisis depende en gran medida de la confianza que logre despertar entre los financistas la marcha de la economía brasileña. Si finalmente los organismos internacionales asisten al país vecino con 45.000 millones de dólares, en vez de los 30.000 millones que en principio se suponía, y si el Congreso brasileño aprueba el plan restrictivo se habrá dado un nuevo paso hacia la solución. Una ola de confianza posibilitaría una rebaja de tasas y ésta, a su vez, un alivio para la economía real. Pero, mientras tanto, los inversores se resisten al festejo. Entienden que la salida de la crisis, en todo caso, aparecerá tras un encadenamiento de hechos que ayuden a encontrarla. Un control sobre el movimiento de capitales especulativos -tal como explicitó el G7- podría evitar nuevas turbulencias feroces.
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