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Meirás - Migdal


Carlos (20) en H.I.J.O.S.
SIN MIEDOS, POR LA MEMORIA

Llegó a H.I.J.O.S. (Hijos por la identidad y la justicia contra el olvido y el silencio) por una razón simple: cuando tenía 37 días, el 5 de agosto de 1977, sus padres fueron secuestrados y permanecen desaparecidos. Muchos años después se enteró que habían pasado por el centro clandestino de detención conocido como Club Atlético, ubicado en la esquina Paseo Colón y Cochabamba, donde hoy empieza la autopista Perito Moreno. “Al entrar en H.I.J.O.S. empecé a vivir cada día con mi propia historia, antes en el colegio no hablaba mucho de mis viejos y ahora es un orgullo ir a las escuelas y hablar de ellos”, cuenta quien todos los domingos de 20 a 21 horas conduce “Trabajo de hormiga”, el programa que la agrupación tiene en FM Latinoamericana.

La rutina semanal de Carlos Pisoni tiene citas fijas: los miércoles es el día de la preparación de El Ombligo, el periódico interno de H.I.J.O.S., y los jueves, cuando todos se reúnen en asamblea a discutir y programar actividades. Además, participa de cada escrache, la campaña que tiene como objetivo que “los vecinos condenen a los represores que viven en su barrio”, y que, según cuenta, produce reacciones satisfactorias. “El remisero te promete que no lo va a llevar más y el panadero jura que no le venderá pan”, comenta entusiasmado. Pero entiende cuando se habla de escepticismo. “Los jóvenes tenemos un gran vacío porque no tenemos referentes políticos, falta gente sincera que tenga un discurso noble. Por eso nos identificamos con los grupos de rock, porque denuncian las cosas que otros ni nombran”, asegura mientras cita canciones de León Gieco, Los Caballeros de la Quema, La Renga y Sumo. “El rock y el fútbol son las cosas que más movilizan en la Argentina, por eso son cosas que respeto muchísimo”, dice el mismo que se reconoce como ferviente militante de River Plate.

Una vez por semana, cuando el fútbol, el rock y la militancia se lo permiten, Carlos intenta conjugar las cosas que lo mueven y se cuelga el bombo en Caturga, una murga que mientras toca las batucadas suele representar obras de mitología griega a las que no les falta contenido social. Además, trabaja de encuestador. Pero fundamentalmente, sin importar dónde esté, persigue un objetivo: terminar para siempre con los miedos que dejó el paso de la dictadura. “La generación que viene no va a tenerlos”, dice esperanzado.