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Tricky, el ángel de cara sucia
Una mancha en la oscuridad
Acaba de lanzar un disco que representa uno de los últimos hitos
de la década que dice detestar, otra forma de
aumentar la tensión del premilenio. En vivo toma sus temas,
desarma las complejas piezas y arma un monstruo aún más inquietante.
Lejos de Bristol, muy cerca de su propio instinto,
Tricky se prueba el traje de maestro mayor de obras. Y luego lo
rasga en pedazos.
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A la hora de un hipotético jueguito que propusiera unir artistas y ciudades, podrían encontrarse pocas opciones más delirantes que Tri-cky y Miami: la ciudad del sol asesino, el calor húmedo y las palmeras de metros y metros de altura no parecen tener nada que ver con las oscuridades que propone el ángel de cara sucia. Pero cuando Adrian Thaws (a) Tricky se asoma al Cameo Theatre de Miami Beach, sin embargo, puede imaginarse una alegoría. El show con el que el chico más malvado de Bristol presenta su nuevo disco Angels with dirty faces produce un efecto similar al de esas hojas de palmera que, de pronto, sin aviso y obedeciendo a los vientos tropicales, caen desde los cielos y destrozan un parabrisas o la cabeza de un transeúnte. Dicho de una manera definitivamente lisérgica: sobre el escenario, Tricky hace algo que es como pegarle palmerazos en la cabeza a todo el auditorio.
El show de Miami, hace un mes, fue también uno de los primeros actos de ese fenómeno que suele comprobarse en toda la gente, pero que se convierte en relevante cuando afecta a una persona pública. Tricky afirma que ingresó en una nueva etapa, en la que hay mayor espacio para la calma. Estoy lo suficientemente relajado como para ser un observador. No podés ser engullido por tu trabajo. Si todo lo que pudiera ver fuera mi música y mis shows, estaría ciego, dijo a la revista The Face, donde se preguntan cómo es que, teniendo a mano un casete con Tricky diciendo soy feliz, mucho más feliz que antes, la compactera dispare algo como Angels with dirty faces. |
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El título Angeles de cara sucia puede deber su inspiración al film que protagonizó Jimmy Cagney en 1938, pero eso forma parte de la misma anécdota que sitúa a Tricky en intensa relación con varios lugares comunes de otro gangsterismo, el del hip hop. Su traslado a New York, su contacto con RZA (Wu Tang Clan) o Biggie Smalls, incluso sus amenazas a Finley Quaye -el que es su tío pero no es su tío-, forman parte de una de tantas máscaras que el moreno se pone para hacer algo de trampa en el juego del mercado. El verdadero corazón del espejismo-Tricky está en su música, y ahí es donde cualquier camino desorienta, precisamente porque lo que Tricky quiere es que se prescinda de caminos.
La misma revista The Face (entre otras publicaciones periodísticas del Primer Mundo, en verdad) enarbola la teoría de que el ex integrante de la Wild Bunch y Massive Attack viene a representar en los 90 lo que Prince significó en los 80. El planteo tiene asidero, aunque Tricky corre con la ventaja de la experiencia ajena: recién ahora, tras varios tropiezos, El Artista tiene cierta organización en eso de autogestionarse, mientras que el de Bristol ya sostiene un rozagante sello llamado Durban Poison y dilea con Island, su compañía grabadora (la misma de Bob Marley y U2), en condiciones de superioridad. Por otra parte, Tricky detesta su década de explosión, y su ansiedad está puesta en el próximo milenio. Y quizá allí puede empezar a desenrollarse el oscuro ovillo de su último disco.
En el Cameo Theatre, el público parece atornillado al piso, la vista clavada en ese pozo de oscuridad que es el escenario, donde la iluminación hace lucir al baterista como un líder de banda, apenas se advierte la presencia de un guitarrista y un bajista -y ni siquiera se puede discernir si se trata de un o una bajista-, hay algo o alguien disparando sonidos y dos figuras flotan como fantasmas. Una es Martina Topley-Bird, esposa de Tricky, madre de Maisey Thaws (la hija de ambos), niña-mujer de postura inquietante y voz seductora. La otra ... bueno, la otra es un manchón a veces púrpura, a veces rojo o azul, siempre confuso, que es la cara de Tricky boxeando con el micrófono. Y dice: A las compañías les encanta cuando se matan entre ellos/ eso hace explotar las ventas/ ¿Cuál de ustedes va a ser el próximo negrito?. Record companies es como una segunda parte de I sell guns, que sólo toca en vivo, donde recuerda quePolygram, el sello propietario de Island, está asociado con Phillips. Que, entre muchos otros productos, fabrica ... armas.
Tras grabar este disco, Tricky acudió a un productor con manos de multiplatino, Dallas Austin (algunos lauros: II de Boyz II Men, CrazySexyCool de TLC, HIStory de Michael Jackson), para realizar un remix de Mellow y cumplir el deseo de ingresar a las radios de música afroamericana. La verdad es que Tricky, si se lo propone, puede entrar a patadas donde se le antoje. Invitado a elegir música en un programa de la radio KCRW de Los Angeles, puso Stop, de las Spice Girls, sin temor a los inevitables comentarios. Esa canción me representaría, si la hiciera bien y no sonara extraña. Si pensara que me sale del corazón, lo haría. No hay nada malo en tener una buena canción pop, ¿no?, dijo después. |
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Entonces suena Broken homes -donde Tricky, amo de la gárgara larga, convierte a PJ Harvey en una princesa que combina lo dulce y lo gélido-, o 6 mins, y el morocho se acerca prodigiosamente a la melodía. Esto es quizá la versión pop de Pre-Millennium Tension, arguye en otro rapto de asociación libre, una actividad tan común -y una consecuencia directa- como fumar generosas cantidades de porro. Pero el pop es uno de los muchos territorios que el músico inglés quiere explorar. Por eso la noche de Miami se termina con The moment I feared, y la gente sale del Cameo con una expresión que no termina de enfocar lo que está delante de los ojos. Tricky se contorsiona, se mueve como una serpiente enloquecida que no suelta el pie del micrófono, se oculta en las sombras y ataca con forma de sonido. Asusta. Desquicia.
Ella no es Tina/ y yo no soy como Ike, grazna, sobre una percusión que también flota, en Demise. En una versión aún más deforme que todo lo conocido, reemplaza la palabra Karmacoma por Fake the aroma, y si en la sala hubiera alguien de Massive Attack seguramente miraría para algún costado.
Produje dos canciones de Protection, que ayudaron a que el disco ganara un Brit Award (al mejor número dance, en 1994), y ellos pasaron al lado de mi mesa sin siquiera saludarme. Eso es raro. ¡Alguien que produjo algo tuyo y no lo saludás! Me importan un carajo los Brits, no quiero que te pares ahí y digas `Quiero agradecer a Tricky. Pero hace diez años que nos conocemos, todo lo que quiero es un guiño a un compañero. ¡Un compañero! Cuando empezamos, lo único que queríamos hacer era buena música. Y de pronto todo es sobre los Brits. Eso está mal.
Tricky se ríe del personaje mafioso del hip hop. Para ser un chico malo tenés que ser 100 por ciento chico malo, porque de otro modo no sobrevivís. Si yo no fuera 100 por ciento músico no podría sobrevivir como músico. El Sr. Thaws, entonces, dispara canciones. A los chicos de Mezzanine, Tricky les dedicó Money greedy. A Finley, Cant freestyle, disponible sólo en un pirata oficial en vinilo verde. A los periodistas que insisten en clasificarlo en alguna parte, les dedica un montón de cosas. A los chicos duros del negocio, simplemente les dice que están cayendo como moscas. En You, informa que quisiera quitarse la ropa, la boca, la nariz, los ojos, que quisiera volarse la cabeza en Seattle. Claro (por suerte), Tricky ya ingresó en una nueva etapa y está más calmado.
Pero ya les instaló su inquietud a unos cuantos.
Eduardo Fabregat |
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En la cama con Tricky
Te dicen que en dos días viajas a Londres a entrevistar a Tricky y, primero, se agradece trabajar en esto. Segundo, se pilla un buen acojone. Tranquila. Que no te asuste La Parafernalia y sus portavoces, esos simpáticos promocioneros de las compañías que te hablan por lo bajo como revelando el nombre secreto y las manías de los Dioses. La que rodea a Lou Reed, por ejemplo, exigiendo que los periodistas se estudien un tratado con sus escritos antes de hablar con él. O Ben Watt, de Everything but the Girl, cuya Parafernalia advierte que si tu acento inglés no es perfecto se marchará sin más. A veces, La Parafernalia cumple sus oscuros designios. En el caso de Jon Spencer, de la Blues Explosion, cuya asombrosa capacidad para quedarse callado puede enloquecer a cualquiera. O en el de Marilyn Manson, que si decide convertir la entrevista una sesión de psicoanálisis, lo hará.
Tricky, fumador incontinente de marihuana, debe (por regla) ser buena onda. Si no, ¿cómo tener fe en los tradicionales psicotrópicos? Pero allí esta La Parafernalia y La Leyenda. Tricky es básicamente callado, anuncian, duro de roer, oscuro, antipático, puede que hasta violento. Odia a la prensa. La inglesa le ha hecho la vida imposible: hay que ir con cuidado. Encima, escuchas el disco: letras que dinamitan la maquinaria del éxito y la fama, que denuncian los manejos de los medios y las discográficas. Pues ahora tú eres uno de ellos y Tricky podría quedarse moviendo sus labios sin decir nada durante toda la hora que te han concedido. A medida que nos acercamos a él (avión, taxi, cafetería del hotel), La Parafernalia aumenta con anécdotas susurradas entre risas nerviosas. Una vez echó a un periodista ... Y cuando canceló su gira por Estados Unidos ... Y cuando insultó a Björk, y a Goldie, y a Beck ...
El anfitrión del pasillo --un espeso aroma de marihuana-- calma los ánimos. El pequeño Tricky reposa al fondo de la habitación, subido a una enorme cama de colcha blanca y volantes belle epoque, la vista perdida en la televisión (algún programa de videoclips). No quiere levantarse para ir al sofá, concentrado como está en facharse un canuto, la bolsa de marihuana bien prensada junto a los pies. La mejor, asegura.
Alcanzará a fumarse dos en una hora. Te invita a sentarte junto a él, sobre la cama, tan amable que parece que servirá el té (también a sus pies) y conversaremos amigablemente sobre el clima londinense. Pero ahí están sus ojos inquietantes y extraños. Y sobre todo su voz hipnótica, desglosando las palabras en un cadencioso rap lisérgico. Salida del grabador (¿cómo se puede cantar con esa voz de fumador empedernido?), esa voz es como la de Darth Vader, como la de un arcano demonio. Es decir, lo esperado: ese ser casi sobrenatural y omnipresente que ha vendido la prensa. En vivo y directo, en cambio, la voz cascada proviene de un rostro tierno, sonriente, enmarcado por pequeños y saltarines dreds. Stop me talking like a tough guy / Im too scared to be a gun totting gangster wanna-be, canta en Demise. Es la voz de Adrian Thaws, ese niño asmático y debilucho, huérfano mimado por la abuela y por sus tíos boxeadores. El adolescente al que le gusta vestirse de mujer para recorrer las calles de Bristol. Distinto pero comprendido. El que cuidaban los jefes de la pandilla seguramente porque entendieron que había algo genial concentrado en ese metro sesenta. Ahora, es Tricky, el exitoso modesto. El que esta mañana se ha levantado dulce y cortés. El que no conoce el significado de la palabra autobiográfico (¿una biografía escrita por uno mismo?, se asombra) pero que no duda en que por favor se la apuntes. La repite para sí, como memorizándola. Tal vez te esté tomando el pelo. Y de pronto, el ejecutivo feroz: Tienes que empezar a pensar como un hombre de negocios. Salir en esta revista o en la otra, ¿cómo me beneficia?. El músico humilde: Comparado con Marley, Prince o Cobain soy un cachorro. Pero disfruto tratando de ser como ellos. No disfrutaría ser como ellos. Y no quiero terminar como Kurt Cobain. El que se ríe de Madonna: Ahora aparece tal cual una vampira, ella sí que podría tomar toda tu sangre, no yo. El que se sumerge en reflexiones sobre el poder,la energía y la magia, como un gurú al que debes hacer caso. Y, por más escéptica que sea, no queda otro remedio que creerle y adorarle. Viva la cannabis, que acerca a los espíritus.
Claudia Larraguibel Periodista del diario El País de España,
entrevistó a Tricky en Londres para el suplemento Tentaciones. |
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Prontuario
Maxinquaye (1994): El joven ex delincuente y dealer exhibe sus credenciales de cara al futuro. Blues del año 3000 y la voz de Martina -su pareja- en todo su esplendor, con perlas del tipo Hell is around the corner (aquí banda de sonido de una publicidad), Aftermath (con un sampler de Marvin Gaye ralentado) y la opresiva ceremonia de Strugglin.
Nearly God (1995): Pseudoexperimentación bajo un nombre falso de reminiscencias místicas y resultado sorprendente, publicado primero en Inglaterra y un año después -después de las loas de la crítica- en los Estados Unidos. Con participaciones vocales de Neneh Cherry, Björk, Alison Moyet, Terry Hall y la infaltable Martina.
Pre-Millenium Tension (1996): Estado de las cosas a fin de siglo, que paradójicamente acentúan un viaje hacia el pasado y las raíces musicales. El infeccioso groove de Tricky kid (solían llamarme Tricky kid) prenuncia una obra densa y catárquica. Brillan la melancolía de Makes Me Wanna Die y el tono inconfundiblemente jamaiquino de Ghetto Youth. |
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