Cuando conocimos el caso de Betty Jean Scales, el detective Stoner se comunicó con el sargento Lee Koury (quien trabajó en la primera parte de la investigación) y se enteró de que un menor había sido encarcelado en el Correccional de California por intento de violación en 1974. Koury nos dijo que el chico casi confiesa en el 73. Estuvo a punto de rendirse en el detector de mentiras, repetía una y otra vez: Mi papá tiene problemas del corazón; esto bien podría matarlo. Pero se libró. Era, por entonces, uno de los principales sospechosos del caso Scales. Ahora es el único. Ya no es menor, tiene 42 años y está en prisión por un caso de secuestro seguido de violación, en Bakersfield, en 1977.
1Stoner y yo viajamos a Fresno para entrevistar a los padres de Betty Jean y tomarles muestras de ADN, única forma de identificar el ADN de su hija, jamás analizado, y así aislar cualquier tipo de fluidos que el asesino pudiera haber dejado en sus ropas. Viajamos en el auto de Stoner, llevamos a su padre con nosotros. Angus Stoner tiene 86 años y conoce muy bien el condado: polvo, casas rodantes y un gran cielo vacío. Angus identificaba flores silvestres y narraba sus travesuras circa 1930: dormía en los trenes, se acostaba con muchas mujeres y era perseguido obstinadamente por homosexuales, a los que solía moler a patadas. Bill y yo nos reímos. Somos basura blanca, pero el desorden y la pobreza nos asustan. Llegamos a Fresno cerca de la cena: demasiado tarde para ir a ver a los padres de Betty Jean, así que comemos en el hotel, mientras Angus retoma su monólogo. Yo apenas presto atención; el chico ocupa toda mi mente.
Bud Bedford, el padre de Betty Jean, vive junto a su novia y un perro con ojos de insecto en una casa rodante tan sucia por dentro como por fuera, entre dos bajadas de la autopista. El detective Stoner y yo nos sentamos, le informamos del progreso de la investigación y absolvemos enfáticamente en nuestro relato al marido de Betty, un hombre llamado Bill Scales. Bud Bedford tiene más de setenta años, el cuerpo extremadamente frágil y encorvado y temblores en las manos. Una buena pitada de cigarrillo podría debilitarlo o directamente matarlo. No muestra la menor reacción a nuestras palabras. Cuénteme de Betty Jean, le pido. Era una buena chica y una buena madre. ¿Qué otra cosa podría decirnos? No debería haberse mezclado con Bill Scales, sentencia.
Mis preguntas no llevan a ninguna parte, y necesitamos respuestas francas. Stoner toma la iniciativa, solicitando detalles específicos. Mientras tanto, yo busco evidencias de amor paternal en la conversación. Bud se había separado de la madre de Betty cuando ella tenía 8 o 9 años. Ganó la lucha por la custodia. Su hija vivió con él hasta que se casó con Bill Scales. Bill era sencillamente una mala persona, y después de la muerte de Betty temía que Bud le arrebatara la custodia de sus hijos, así que los ocultó en la casa de su hermana. Bud contrató un detective privado, quien se infiltró en una banda de motociclistas que Bill solía frecuentar, le pagó 500 dólares y Bill nunca volvió a molestar.
El monólogo ha relajado al viejo. Su voz se quebró un par de veces, no sabemos si por la emoción o el agotamiento. Yo no le cuento mi historia de asesinato. Ya había tratado de provocar simpatía en la hija de Betty pero no sirvió de nada, y temo que la situación se repita. Bud Bedford odiaba a Bill Scales. Bud le había comprado una casa a Betty Jean, pero dejó de pagar la hipoteca cuando la encontró en la cama con otro tipo. Entonces entró en escena Bill Scales. Bud pensaba que había cedido su hija al hombre que la había matado, o por lo menos que la había dejado morir.
Stoner mostró los hisopos y le explicó el procedimiento para el ADN. Bud se enjuagó la boca, tomó un hisopo y se frotó las encías con él. Le dimos las gracias y nos fuimos. El perro seguía ladrando.
2La madre de Betty se llama Lavada Emogene Nella, y vive en un asilo para ancianos de Fresno. Ella y su enfermero nos reciben en la sala, entre ancianos que avanzan a duras penas empujando su andador. Lavada es atractiva, luce joven para los estándares geriátricos. Pero sus ojos delatan su estado mental: se fijan en el lugar más inesperado y se ponen en blanco cuando nos mira a los ojos. Cuénteme sobre Betty Jean, digo. Era charlatana, hogareña y buena chica, solamente quería ser una buena hija y una buena madre. La vida confundía a Betty Jean: era extravertida y tímida a la vez, y dejaba que los demás decidieran sobre sus asuntos.
Stoner pregunta cómo era el matrimonio de Betty. Difícil: Bill Scales era frío y dominante. Stoner pregunta: ¿abuso físico? La señora Nella dice que no, que Bill Scales no necesitaba pegarle a su mujer, que la dominaba sin necesidad de comportarse en forma violenta. El no la mató, digo yo. Ella ya lo sabía: La policía lo descartó enseguida como sospechoso, dice. Stoner le comenta que tenemos un sospechoso, que creemos que es el culpable y que podríamos llegar a cerrar el caso oficialmente. La señora Nella se ilumina. Sus ojos enfocan en nosotros. Dice que nunca pudo despedirse cristianamente de su hija. La policía se lo prohibió, dado el avanzado proceso de descomposición del cadáver. El enfermero le tiende unos recortes. Un artículo del Los Angeles Times de marzo del 73, sobre el aumento de los crímenes en la zona de El Monte, tiene una posdata bastante irónica: el caso Scales era el único que había quedado sin resolver desde el de Jean Elroy, en 1956. Habían escrito mal el nombre de mi madre. Se habían equivocado en el año de su muerte. Me molesta más de lo que debería haberme molestado.
3La policía de Bakersfield nos ha conseguido el expediente sobre el menor. El nombre del chico es Robert Leroy Polete Junior. Casado con Vonnie en abril del 76. Ingresó en la marina cinco meses después. Asignado a los cuarteles de Lemoore, en California. Lemoore: cerca de Bakersfield y Fresno. Polete fue detenido el 8 de febrero de 1977. ¿Los cargos? Violación/Secuestro/Robo/Violación Oral. Cuatro días antes había salido de la base de Lemoore. Su intención: visitar a su esposa en Hacienda Heights, en el Valle de San Gabriel. Polete tiene cinco dólares, no le alcanzan para salir del condado. Compra un boleto de ómnibus de cuatro dólares. Llega a Bakersfield a las 20.25. No sabe qué hacer: quiere ver a su mujer, a punto de ser desalojada de su departamento, pero no tiene manera de llegar hasta allí. Vagabundea por la terminal, contempla la posibilidad de robar una cartera, pero no lo hace. Sabe que, si la roba y compra un boleto al sur, los policías lo atraparían al instante. Deja la terminal. Observa a una mujer saliendo de un supermercado. La sigue hasta su Honda Civic. La puerta del acompañante está sin llave. Polete abre la puerta, amenaza a la mujer con un cuchillo y le dice: A un lado o te mato. La víctima contesta: Le dejo el auto si me deja ir. No digas estupideces, grita Polete. La víctima se mueve al asiento del acompañante. Polete enfila el auto hacia el noroeste, se detiene en un estacionamiento y le ordena a la víctima que pase al asiento de atrás y se desvista. La víctima no se resiste. Polete le ata las manos detrás de la espalda, usando su bombacha y la parte superior de un bikini. La víctima no se resiste. Polete se mueve al asiento de atrás, la besa, introduce dos dedos en su vagina y luego en su boca. La fuerza al sexo oral y luego la viola. Limpia su pene con las ropas de la víctima. Revuelve su cartera y encuentra siete dólares. Sí que eres rica, le dice. La víctima contesta que tiene 6 dólares más. Polete se queda con todo el dinero y maneja el auto hasta un campo oscuro cerca de la autopista Rosedale. Se interna en el parque y ordena a la víctima que se siente. La víctima no se resiste. Polete le ordena que no se levante por diez minutos: Sé dónde encontrarte, agrega. Le prohíbe llamar a la policía, se queda con los documentos de su víctima y dice que tiene amigos que la buscarían si algo le llega a pasar a él. Le dice que dejará el auto en Fresno, y que si le pasa algo, el seguro se hará cargo. Lo siento, pero tuve que hacer esto. Me han tratado muy mal, dice. Polete arranca el auto. La víctima en cuentra su ropa y camina hasta una estación de servicio, desde donde llama a su padre. Este llama a la policía de Bakersfield y denuncia el incidente. Polete, en tanto, maneja hasta Hacienda Heights y pasa dos días con su esposa. Vuelve a la base de Lemoore el domingo por la noche.
El martes 8 de febrero de 1977, Polete llama a la madre de la víctima, por cobrar y usando un teléfono de la base. La madre no acepta la llamada. Polete deja entonces un número donde ubicarlo, identificándose como el Oficial de Seguridad Johnson, y le comunica que posee información sobre el paradero del auto de su hija. Polete cuelga y la madre de la víctima llama a su hija. La víctima llama a la policía, habla con el detective J. D. Jackson e informa que Polete dio a entender que el auto se encontraba en algún lugar de la base Lemoore. El detective llama al número que dejó Polete. El mismo Polete atiende el teléfono y el policía lo interroga acerca del auto, a lo que responde que Johnson está manejando el asunto. Jackson le dice que le gustaría hablar con él. Polete argumenta que Johnson salió. El detective le pide que vigile el auto y Polete le responde que se quede tranquilo. Jackson cuelga y le anuncia a su jefe que tiene una posible pista sobre el auto desaparecido en el caso de violación. Su jefe llama al jefe de seguridad de la base Lemoore, quien le confiesa que el soldado R. L. Polete le contó la siguiente historia: estaba haciendo dedo rumbo al cuartel cuando un hombre en un Honda Civic lo recogió y lo amenazó con un cuchillo, diciéndole que le había robado el auto a una mujer en Bakersfield. El hombre le ordenó llamar a la mujer y asegurarse de que el auto fuese devuelto. Polete se negó, a lo que el hombre le robó los documentos -que contenían su dirección en Hacienda Heights-y le dijo que no se resistiera, caso contrario su mujer tendría problemas.
Jackson y el detective Wheldon llegan a Lemoore e interrogan a Polete, quien responde en gran medida a la descripción suministrada por la víctima. Polete cuenta la historia del viaje a dedo. Los policías encuentran muchas contradicciones. Le leen sus derechos y Polete comienza a llorar. Confiesa que robó el Honda y describe los hechos que lo llevaron a hacerlo.
Del informe de la policía de Bakersfield:
4Polete quería ver a su esposa y necesitaba dinero para el pasaje. Vio a una mujer, sacó un cuchillo y se introdujo en el auto. Le hizo saber su intención: dejarla en algún lugar seguro y escapar con el auto. Según Polete, la mujer se le insinuó, acariciándole la entrepierna. No hagas eso, estoy casado, sólo quiero el auto, dijo. La chica respondió: Si vas a quedarte con el auto, bien puedes quedarte con todo y se le insinuó nuevamente. Estacionemos en algún lugar, vayamos al asiento de atrás y hagámoslo, le dijo ella. Polete aceptó, si ella prometía dejarlo en paz. La chica pasó al asiento trasero y se sacó la ropa, mientras él manejaba hasta un lugar oscuro. Ella lo atrajo hacia sí y comenzó a besarlo, le pidió que la penetrara.
Polete se negó, ella respondió que no lo obligaría a hacerlo. Tuvieron relaciones y él volvió al asiento delantero. Polete la hizo bajar del otro lado de la autopista, encontró cinco dólares en el piso y manejó hasta Hacienda Heights.
Jackson y Wheldon acusaron a Polete. La víctima lo identificó a través de las fotos del correccional de menores. Los detectives obtuvieron una orden judicial y registraron el casillero de Polete, donde encontraron la ropa que vestía la noche del crimen. Las audiencias preliminares tuvieron lugar el 1-o de marzo de 1977. Polete se declaró culpable. Su abogado consideró que era lo mejor: intentaba que la corte aceptara los problemas mentales del acusado, para que terminara en algún psiquiátrico con una condena mínima. Mal cálculo. El juez lo sentenció a las máximas penas posibles por robo, secuestro y violación, a ser cumplidas en forma consecutiva: veinte años y cuatro meses. El archivo decía que Polete no logró la libertad condicional ni en el 83, ni en el 92, 93, 94 y 96. No se mencionaban las razones. Según Stoner era porque Polete se habría metido en problemas en la cárcel o sería un psicótico comprobado (y, por lo tanto, incapaz de engañar al oficial encargado de la conmutación de la pena). Estaba preparándose para salir a fines del 98, cuando cumpliera su condena.
El análisis de ADN no dio resultado. Hallaron sangre en el suéter de la víctima, pero ningún rastro de semen en su ropa interior. Stoner necesitaba verificar la presencia de semen para compararlo con la muestra de Bill Scales: de no coincidir, eso indicaría una eyaculación no identificada, lo que le daría a Stoner la posibilidad de extraer una muestra de fluidos de Robert Leroy Polete. Discutimos las opciones y Stoner decidió que todo se reducía a una charla cara a cara con Polete. Volvimos a estudiar el expediente, no queríamos pasar por alto ni el más mínimo detalle. Conseguimos una pista: un oficial llamado John Fentress solía andar en moto con Bill Scales. Ingresó en la policía de El Monte en 1973 y su mujer conocía a Betty Jean. Nos encontramos con Fentress en la comisaría. Cuénteme sobre Betty Jean, le dije. Fentress contestó que hablaba mucho y era bastante estúpida. Estaba totalmente enamorada de Bill Scales. El era el que mandaba. Betty le seguía el juego, y luchaba por salvar el matrimonio. Fentress dudaba de que alguna vez le hubiese pegado.
5Volvimos a revisar el expediente del caso Scales. Había manchas de sangre en el asiento trasero de la camioneta de Betty Jean, pequeñas gotas incompatibles con las heridas de la víctima. Conclusión hipotética: Polete o el asesino no trasladaron el cuerpo a las minas, donde fue hallado días después. Los asientos habrían quedado llenos de sangre si el cuerpo hubiese sido trasladado una distancia tan larga. Todo había sucedido en la camioneta. El asesino secuestró a Betty Jean, la llevó hasta las excavaciones, la atacó y la mató ahí mismo, para luego deshacerse del cadáver.
Hipotéticamente, entonces: ella está desnuda. El la viola y trata de hacerla salir del auto. Ella se resiste, porque piensa que intenta llevarla a algún lado y matarla. El está parado cerca del auto. Trata de arrastrar a la víctima hacia afuera. Ella se resiste. El toma el bate y la golpea en la cabeza. Le hunde el cráneo. La saca del auto. Su cabeza roza el asiento y la puerta del acompañante, dejando rastros de sangre. El tira el cuerpo a un pozo. Hipótesis segura, en sintonía con el modus operandi de Polete. También adecuada para otros sospechosos aún no identificados.
6Stoner llamó a la cárcel y arregló una entrevista con Polete. Sentía que el caso derivaba hacia un metafísico camino sin salida. Yo estaba familiarizado con esa sensación de estancamiento. Era lo que caracterizaba más que cualquier otra cosa el caso de mi madre: conocimiento no equivale a plausibilidad. El deterioro de los recuerdos provoca inexactitud. Las conclusiones hipotéticas imponen lógica sobre sucesos caóticos, raramente confirmados por testimonios. Los testigos habían muerto. Sus herederos contaron las historias incorrectamente. El consenso raramente es sinónimo de verdad. El paso del tiempo y el perpetuamiento del horror debilitan la reacción a los viejos horrores. Las víctimas son definidas exclusivamente como víctimas.
En cuanto a mí, fui capaz de reconstruir el calvario de mi madre: organicé un ambiguo conjunto de hechos y los filtré a través de mis recuerdos, y de la voluntad de reconocerla. Mis testigos aportaron diversos testimonios; yo los analicé, traté de desacreditar o creer desde una perspectiva informada. Pude establecer el alcance del libre albedrío y la furia de mi madre en su propia sentencia de muerte.
Pero la muerte de Betty Jean desafiaba la reconstrucción. Sus testigos definían su personalidad sin señalar contradicciones, y yo debí admitirlo muy a mi pesar, porque pretendía descubrir algún hecho extraño que trasluciera la secreta vida interior de la víctima. No para transformarla a imagen y semejanza de mi madre: sólo quería pruebas. Y quería hacerlo por su propio bien. Nunca hubo sospechosos en el asesinato de mi madre: en este caso teníamos uno, que estaba vivo; había varios hechos comprobados y muchas probabilidades.
 | Betty Jean con su hija Leah,
en épocas más felices. | Leah Scales Baker (izquierda), quien tenía
cuatro años cuando murió Betty Jean,
todavía culpa a su padre, Bill Scales (derecha)
por el asesinato. |
7Prisión de Hombres de California, en San Luis Obispo. El sospechoso: Robert Leroy Polete Junior, preso número B84688. La entrevista tuvo lugar en una pequeña oficina administrativa, con una ventana al patio de la prisión. Primera impresión de Polete que tuvo Bill Stoner: Parecía fuera de estado. Pesaba varios kilos más de lo que indicaba su expediente. Le faltaba cabello en la frente. Parecía un surfista que dejó de cuidarse. Pero no me dio la menor impresión de peligrosidad. Stoner y Walker se identificaron, les leyeron sus derechos y les informaron que estaban investigando un caso de 1973 en el que Polete era uno de los principales sospechosos. El preso pidió la presencia de un abogado. Sabía de qué caso le estaban hablando. En el 73, cuando pasó la prueba del detector de mentiras, el oficial encargado le había hecho algunas preguntas sobre Betty Jean Scales. Según Stoner, Polete no había pasado la prueba, pero el resultado no fue concluyente. Polete explicó que los policías encargados del interrogatorio le habían preguntado sobre otros casos y luego sobre el caso Scales, que lo habían confundido y estaba muy asustado, por lo que confesó la autoría a causa de frustración y temor. Pero Koury y Meyers declararon que Polete nunca había confesado, que meramente había estado muy cerca de hacerlo y luego se arrepintió.
El detective Walker le pidió a Polete que describiera cómo era su vida en 1973. Polete dijo que vivía con sus padres y su hermano; la casa quedaba detrás de la imprenta donde trabajaban él y su padre. Cursaba la secundaria en el Sierra Vista, tocaba los platillos y la tuba en la banda del colegio. Concurría a la iglesia pentecostal de Five Points en El Monte y salía con la hija del ministro. Segunda impresión de Polete que tuvo Bill Stoner: Se estaba poniendo nervioso, sabía que no nos íbamos a ir así como así. Tenía una actitud cada vez más infantil, como si aflorara la personalidad de un joven de 17 años en el cuerpo de un hombre de 42. Polete declaró que en su expediente había una muestra de su ADN, y que eso podía probar que él no había matado a Betty Jean. Fue muy enfático. Además declaró que sufría episodios de amnesia. Que no podía recordar ninguno de los crímenes de los que fue acusado. Pero que nunca había cometido un crimen durante un episodio de amnesia. Y creía saber por qué tenía amnesia: era odio a su padre, porque lo golpeaba con un cinturón. Stoner no le preguntó cómo sabía que estaba acompañado en los episodios de amnesia, o qué había hecho en el momento que ocurrían. Estaba dejando que se acumularan las mentiras. Las refutaría cuando llegara el momento. Acerca de su relación con las mujeres, Polete dijo que se llevaba bien con ellas. Cuando Stoner le preguntó por qué había declarado entonces que sus problemas con las mujeres habían comenzado el día en que catorce chicas le habían pegado -en séptimo grado-, Polete expresó que tal declaración era incorrecta, que en realidad habían sido catorce varones, y que no tenía ningún problema con las mujeres. Tercera impresión de Polete que tuvo Stoner: Sus respuestas eran paupérrimas, y siempre a la defensiva. No podría afirmar si él creía realmente lo que decía o no. Pero sí sé no fue capaz de fingir remordimiento. Stoner cambió de tema, mencionó a los hijos de Betty Jean, que habían crecido sin madre. Polete comenzó a lloriquear. Walker le preguntó si quería confesar. Polete se detuvo, se secó las lágrimas y mostró los puños. Les gritó a los policías que nunca había matado a nadie y que la entrevista había terminado.
Stoner me llamó por teléfono, y narró la entrevista con gran detalle. Le pregunté si creía que Polete la había matado. Dijo que sí. ¿Walker también estaba de acuerdo? Sí. Había que hablar con varias personas para recoger más información, para atrapar a Polete de una vez por todas.
81/12/97: Stoner llama a la policía de Beaverton, Oregon. El teniente Byrd se acuerda de Polete. Le dice monaguillo violador, y le cuenta que se confesó culpable de todos los crímenes de los que había sido acusado, pero argumentó que las víctimas lo habían intentado seducir. El teniente Byrd presenció una de las audiencias en el caso de intento de violación. Pudo observar la relación entre Polete y su padre: fue él quien le dijo que declarara que la mujer había tratado de seducirlo.
2/12/97: Bill Stoner llama a Roger Kleiser, de la policía de Bakersfield, quien recordaba al padre de Polete: trabajaba como tesorero de las ligas infantiles de béisbol en Baldwin Park. Fue acusado de malversación de fondos. El caso llegó a un acuerdo fuera de los tribunales: Polete padre devolvió el dinero.
4/12/97: Bill Stoner llama al maestro de música del colegio secundario Sierra Vista. El también recuerda a Robbie Polete: distraído, irresponsable y con una tendencia a fanfarronear sobre hechos imaginarios. Robbie parecía tenerle mucho miedo a su padre.
8/12/97: Gary Walker llama al pastor de la iglesia pentecostal de El Monte. Este no recuerda a Polete y tiene serias dudas acerca de que su hija lo haya conocido. Walker habla con su mujer: ella sí lo recuerda. Sus hijas concurrían al mismo secundario pero jamás tuvieron contacto con Robbie. Sabía que lo habían arrestado en el 73, hecho que la sorprendió mucho, porque no creía que Polete fuera un chico violento. Stoner llama a la familia de Polete. El padre ha muerto; la madre y el hermano viven en Oregon. En el expediente de la policía de Bakersfield, dice que Vonnie se había divorciado de Polete y que éste se había casado de nuevo (en agosto de 1987, una mujer llamada Lori M. Polete escribe al tribunal de Kern, identificándose como la esposa de Polete y solicitando una copia del expediente).
Jueves, 11/12/97: Nueva entrevista con Polete, en la sala de audiencias del encargado de las libertades condicionales. Primera impresión de Bill Stoner sobre Polete: Ahora estaba asustado. Pero también parecía curioso por averiguar cuánto sabíamos nosotros. Stoner se tomó las cosas con calma: le dijo a Polete que había revisado sus pedidos de apelación. La víctima de uno de los crímenes se había mudado a otro estado y prefirió no testificar. Nadie más había sido arrestado en relación con los crímenes. Polete había admitido su culpabilidad en el 73. Stoner trajo a colación los supuestos episodios amnésicos de Robbie, ya que había obtenido los archivos de sus años en el correccional de menores y quería discutir algunas discrepancias. Polete enloqueció: comenzó a gritarle a Stoner y tirar puñetazos al aire, diciendo que no tenían derecho a meterse en su vida, y que la entrevista había terminado. También declaró que tenía una coartada para la noche del crimen: había estado en la iglesia y todos los feligreses lo confirmarían. La Iglesia Pentecostal de Dios está ubicada enfrente del mercado Crawford. Betty Jean Scales desapareció camino a Crawford. Polete estaba muy enojado. Stoner no formuló las preguntas más obvias: ¿Cómo podía recordar lo que había hecho una noche 24 años y 11 meses atrás? ¿Qué tenía esa noche de memorable, horrible o traumática para que la recordara así tanto tiempo después?
Stoner y Walker se dieron cuenta en el mismo momento. La iglesia y el mercado: el modus operandi de Polete (sus dos delitos anteriores habían ocurrido cerca de supermercados). La coartada era en realidad una confesión. Pero era un caso muy antiguo: si el instinto nunca es sinónimo de plausibilidad, la confirmación circunstancial valida el instinto y aumenta su valor como evidencia.
15/12/97: Stoner llama a la hija del pastor, que confirma que jamás salió con Polete.
16/12/97: Stoner localiza a Lori Polete y al hermano y la madre del acusado. El hermano no tenía demasiado para decir. La madre explicó que Robbie no pudo haber matado a nadie, ya que tenía percepción extrasensorial y hubiera sabido si su hijo cometía un asesinato. Ella había querido matarse hacía mucho tiempo. Vio a un predicador de la televisión. El la convenció de que no lo hiciera.
17/12/97: Stoner llama al líder de la agrupación juvenil de la iglesia, quien no recuerda a Polete. Las reuniones se llevaban allí, los domingos, lunes y jueves de 19.30 a 21.30. El 29 de enero de 1973 era lunes. Betty Jean Scales fue vista con vida por última vez a las 20.30. Stoner investigó la imprenta C&R: necesitaba saber si Polete había trabajado la noche del crimen. Las planillas de empleados se remontaban hasta 1979, habían tirado los anteriores por falta de espacio. Stoner me mira y murmura para sí: El metafísico camino sin salida.
Traducción: Dolores Graña |