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Muchas veces, los científicos tienen delante de sus ojos evidencias que podrían dar lugar a nuevas teorías, o a increíbles descubrimientos, y son incapaces de verlos porque el clima científico y cultural en que están envueltos se los impide. O porque, de aceptar los nuevos datos, deberían echar por la borda teorías muy firmes y establecidas, y entonces prefieren considerarlos anomalías, errores de observación, atribuirlos a una confusión o directamente ocultarlos. Hace treinta y cinco años, el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, en La estructura de las revoluciones científicas, un libro que hizo época, utilizó el término “paradigma” para denominar al conjunto de teorías científicas consensuadas que enmarcan, en épocas normales, los rumbos de la investigación científica, lo que es y lo que no puede ser. A causa de este clima científico, muchas veces se descartaron teorías correctas simplemente porque no encajaban con él. En esta nota se evocan algunos episodios de la ciencia que no fue..

Por Pablo Capanna