Viaje
al interior de las picadas de los viernes en el Autódromo

Son
el orgullo de sus dueños-pilotos amateurs y,
seguramente, los más veloces de la ciudad. Autos tocados
con la
paciencia de un artesano para explotar todo en un cuarto de milla. Aquí,
un par de vueltas al automovilismo
alternativo, el que no ve por la tele.
La mirada fija, impaciente, esperando el color verde. Los dientes apretados
y el pie derecho a punto de explotar. Un cielo muy negro sin estrellas
cubre la pista. Casi todos los sentidos están comprometidos: el
olor de los neumáticos quemados por la fricción se expande
hacia los costados y los oídos piden descanso cuando los motores
son exigidos al tope de revoluciones. De repente, el amarillo pasa al
verde y los dos autos, que segundos atrás se alineaban tensos detrás
de la línea de partida, ya están muy lejos y lo único
que queda de ellos es una pequeña estela de humo suspendida en
el aire. No, no se trata de una escena de Crash, aquella película
de Cronenberg donde un grupo de fanáticos se lanzaba a las pistas
para chocar a gran velocidad. Pero el escenario, algo sórdido,
se parece mucho más a ése que al de una mañana de
Turismo Carretera o TC 2000. Las picadas que convocan a unos 150 autos
algunos son tan extraños que casi escapan a esa categoría,
todos los viernes a la noche en el Autódromo de Buenos Aires, no
tienen rubias promotoras ni múltiples cámaras de televisión.
La ubicación del autódromo contribuye a esta sensación:
todo sucede muy cerca del Riachuelo y el famoso Puente La Noria, en una
de las zonas más pobres de la Capital.
Una vez dentro de este pequeño mundo (veloz) está claro
que no se trata de un lugar apto para peatones. Si algún intrépido
pretendiera atravesar a pie el camino que va desde la entrada hasta la
pista, debería llevar consigo un espejo retrovisor, porque choca
con las luces altas de toda clase de vehículos al mando de ansiosos
pilotos, dispuestos a probar sus orgullos. Acá llega de todo,
autos de calle preparados o no, pasando por camionetas y autos modificados
especialmente para esto. Algunos son caños con motor, cuenta
el encargado de la organización, Víctor Bonano, por debajo
de su gorra. Bonano que también es director de carreras del
autódromo tiene 60 años y empezó con esta actividad
a fines de los setenta. Desde su elevado puesto en la torre de control,
el jefe de las picadas está atento a cada detalle de lo que sucede
en el predio.
El frío se hace sentir. Camperas, guantes y bufandas son la vestimenta
más común junto a los trajes antiflama y los cascos. Primero
es el turno de las categorías menos veloces. Los que esperan, ajustan
los últimos detalles y lucen vanidosamente junto a sus fierros,
cuando algún curioso -este cronista, por ejemplo se acerca.
Fabián Caride (25) no pierde de vista su Fiat 128 rojo, modelo
75. Corro desde hace cinco años y es una fija, no dejo
pasar un solo viernes sin venir por acá, dice. Y trata de
justificarlo. Tenés que sentirlo para poder entender lo que
te genera correr, la sensación de la adrenalina es tan fuerte que
se transforma en un vicio. Fabián es de Villa Devoto y junto
a su padre se dedican a la preparación de autos de carrera. Tenemos
unos 15 coches listos para correr. Este Fiat compite en la categoría
siete. Tiene un equipo de nitrógeno y alcanza los 260 kilómetros
por hora, informa orgulloso.
Muy cerca de allí, Claudio Dominicetti (37) critica a los que usan
otros combustibles. Muchos le ponen nitro o metanol para andar más
rápido, pero así es como enseguida se les rompe el motor.
Yo prefiero no ponerle merca, me alcanza con la nafta, informa Claudio,
mecánico y piloto de un Fiat 128 campeón de la clase 6.
Muchos pueden confundir a Andrea Otero (32) con una más de las
chicas que llegan acompañando a sus novios pilotos. Pero ella es
la excepción, por ser la única mujer que pisa el acelerador
de un auto, su Chevrolet. Y no le preocupa ser la única mujer que
por estos días corre en las picadas. Empecé hace 4
años con un Peugeot 505 y después agarré éste
y señala un Chevrolet pintado de azul, negro y amarillo,
donde se destaca en letras blancas el lugar de donde viene: Valentín
Alsina. Ahora estoy corriendo en la clase 5. A veces también
voy a Benavídez, pero ésta es la mejor pista, explica.
Y agrega: La pasión por los fierros la llevás adentro,
yo me subo al auto y me olvido del resto del mundo. Algo más
retirados están los famosos Dragster, esos bólidos alargados
que llevan grandes ruedas detrás y pequeñas adelante, ideales
para un video de Babasónicos ¿no?. Mientras pilotos y mecánicos
terminan de prepararlos para la competencia de clase libre la más
rápida, la mayoría de los que están dando vueltas
por el lugar se concentran allí. Gabriel Martínez (32) ya
acumuló varios pergaminos en el tiempo que lleva corriendo. Alguna
vez fue campeón argentino de motociclismo y ahora es el dueño
del record en el cuarto de milla (ver Instrucciones...). Desde el
90 corro en la clase libre. Este Dragster tiene un motor Chevrolet
V8 naftero y supera los 280 kilómetros por hora en los 400 metros,
explica en su doble condición de piloto y mecánico.
Ya pasada la medianoche algunos van quedando eliminados y planean la vuelta,
otros festejan y se preparan para las próximas rondas. El calor
de los caños de escape lucha contra el frío y el público
se amontona a los costados de la línea de largada. Las dos filas
de autos que esperan su lugar generan una suerte de rugido consecuente
con la aceleración de sus motores. La recta se pierde en la oscuridad
y se confunde con el negro del cielo. Pero eso pasa inadvertido. Ellos
sólo esperan la luz verde.
BRUNO MASSARE
Breve guía
para iniciados
Instrucciones
para ponerse el casco
Ser mayor de edad y tener registro de conductor son los únicos
requisitos necesarios para picar, además de los 15
pesos que otorgan el derecho a recorrer los 400 metros de pista.
Los que llegan a título de espectador pagan entre 7 y 10 pesos,
depende si eligen la tribuna o los boxes.
Todo empieza cada viernes alrededor de las 9 de la noche, cuando se organizan
las rondas clasificatorias para los que se acercan por primera vez.
Los competidores son repartidos en 10 categorías de acuerdo al
tiempo que demoran en cubrir el cuarto de milla.
La categoría más lenta es la número 1,
con un tiempo de 18 segundos y 50 centésimas, y las que le siguen
bajan de a 1 segundo cada una.
Para los más veloces hay una categoría libre, sin tope de
tiempo (según el reglamento, el auto que se anota en una clase
y hace menos del límite queda automáticamente descalificado).
El record está en manos de un Dragster con motor Chevrolet, que
compite en la clase libre y logró volar por la pista
en sólo 8 segundos y 90 centésimas.
Los ganadores se llevan trofeos y premios en efectivo, que en las categorías
más altas llegan hasta los 600 pesos.
Todo comienza cerca de las 11 de la noche y cuando son muchos los autos
en competencia a veces superan los 150, la luz del día
suele sorprenderlos todavía con el pie en el acelerador.
|