Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche

Convivir con virus

Fue

Será

Ediciones anteriores

 

Jueves 29 de Julio de 1999
tapa tapa del No


El pibe rockero

MIGUEL MORA

El año pasado, a modo de advertencia The Offspring atacaba con su hit “Pretty Fly For A White Guy” (algo así como “Bastante piola para un pibe blanco). Hoy aquella canción–parodia se hizo realidad. El rap que vende hoy lo cantan chicos caucásicos, y bien parecidos. Al primer paso del ex House Of Pain, Everlast, le siguió el boca sucia por excelencia de Eminem y ahora el círculo lo cierra Kid Rock. Nacido en Detroit como Bob Ritchie, sus joviales 27 años no acusan toda una vida dedicada a frasear apoyado en bandejas y samplers. “Hey, miren como ese chico (kid) blanco rockea (rock)” era la expresión que Ritchie escuchaba más a menudo cada vez que iba a pasar sus discos en las vecindades negras de su ciudad. Fue un bautismo de fuego. “¿A dónde querían que fuera a pasar discos, en el patio de mi casa? ¡No me iba a escuchar nadie!”, recuerda hoy. Hace diez años Kid Rock era la gran esperanza blanca del rap, pero nadie tenía en sus planes a Vanilla Ice. La saturación y el poco sustento de Vanilla hizo desconfiar a los productores y Kid Rock se quedó sin contrato. Perseverante, desde 1990 se encargó de editar sus discos por sello propio (tres en total) y para balancear el éxito esquivo, se ganaba respeto a cada paso. Con el antecedente de casos como Korn, Rage Against The Machine y Limp Bizkit, que con suceso mezclaron el metal con el hip hop, la multinacional Atlantic puso sus fichas con Kid Rock. Hoy su último álbum Devil Without A Cause lleva vendidas cientos de miles de copias y el muchacho no para de hacer giras. Su mix de rock and roll corte–Ted Nugent con el rap tradicional más la presencia de un extraño niño blanco que es como la versión Gary Coleman del rock de los noventa, es pan caliente. Pero la vida de Kid Rock no es sólo conciertos, contar billetes y dar notas. Divorciado, tiene la custodia total de su hijo de seis años (más o menos como Eminem...), “de gira puedo ser muy salvaje, pero en casa soy un gran padre”. Mientras Vanilla intentó un regreso sin suerte en versión metálica, Rock hoy se ríe de su colega con un dejo de desprecio. Se lo merece.



Melero en la peluquería

Qué moderno

PABLO PLOTKIN

El comentario lo hace un flaquito de ojos achinados. “Acá nunca tocaría Flavio Etcheto.” La chica que está con él lo mira, algo confundida. “Es pelado... no sería buena propaganda para una peluquería”, la ayuda él, levantando las cejas, y ella sonríe. Pero Daniel Melero no es pelado, y está tocando sobre una especie de pedestal informático. Nadie, excepto él, sabe qué es lo que lo maravilla del monitor de la PC que opera. Pero se lo ve extasiado, sonriendo con malicia ante la proximidad de una ruptura de ritmo, hamacando las caderas como poseído por un demonio house mientras oprime las teclas, y sacudiendo la cabeza como si pensara “sí,lo hice” cada vez que genera algún golpe de efecto.
Es inevitable dudar si el hombre no está haciendo una gran mímica y en realidad ya tiene todo programado de antemano. Pero no: está tocando en vivo frente a una audiencia que llena Roho, una peluquería decorada de manera supermoderna (o superactual) camuflada en la calma de un pasaje de Caballito. Unas 100 personas mecen tímidamente sus peinados, entre una neblina lechosa que nadie sabe de dónde sale y las luces epilépticas que van al paso del sonido. Todo tiene una pátina carmesí. Melero sigue operando la PC, bajo una pequeña bola de espejos. Algunos, los más osados, acompañan el vaivén de sus cabezas con cierto movimiento de cintura y hombros, pero hay muchos sentados en el suelo y la escena por momentos se vuelve el espectáculo de un hombre masturbándose en público. Una morocha con gafas amarillas cree haber visto suficiente, y se aleja entre los graves que hacen vibrar las paredes.
Las noches de domingo en Buenos Aires pueden tener estas cosas.


Una letra sobre la música que escuchan todos
Yo no la
escucho

CRISTIAN VITALE

Basta.
Ya me cansaste con tu rock pesado,
con tu chiste de estación, con tu barrio, tus amigos y tu bronca.
Con tus bares mugrosos, borrachos cargosos, personajes apiñados.
Es que no pasa nada, tu canción está gastada,
a esta altura del partido, ya de encanto ni diez.
Ya no hay nada que no sea una vereda sucia,
y unos cuantos tipos tirados por ahí,
O la cana pegando, gente corriendo, más gente desquiciada,
y todos dignados mal.
Es la pelea final por el título mundial,
por ver quién es el más reventado.
Tus bares, tus ladrones, tus novias y tus rotos empedrados,
no son nada más que el cuento de tu rock de barrio.
Tus aguantes, tus chabones y tus calles
no son nada más que el cuento de tu rock de barrio.
Cuando te escucho hablar no lo puedo creer,
ese rock pesado de tu barrio otra vez,
Entiendo que no tengas otra cosa qué decir,
es que me aburrís.
Y estás por todos lados, ya no sé qué hacer,
en diarios, en revistas, en radio y en Tv.
Ya no sos vos.
Ya no es funky, ya no es disco music, ni siquiera es Hip Hop
Ya no es soul.
Basta,
tu mentira tiene patas cortas,
se descubre pronto.
Hay mucha gente que empezó peor,
en villas, en burdeles y en reformatorios,
trabajando todo el día para hacerlo mejor.
O acaso creías que era asunto de nivel,
Steve Wonder no nació en Beverly Hills.
La canción en cuestión pertenece a la banda Cazadores de Cabezas, un sexteto que fusiona ritmos negroides (funk, soul y rhythm & blues) y que está liderado por Martín Carro Villa, primer bajista de Los Caballeros de La Quema, entre 1989 y 1994. Después, se fue muy mal. Tanto que, después del portazo, se cruzó con sus ex solamente dos veces y ¡en un juzgado!.
La pregunta es obligada:
–¿Esta letra está vinculada a la figura de Iván Noble?
–No. Tal vez la personalidad de Iván tenga algo que ver con la letra de la canción, pero no es el único que da con ese perfil. Puede tener grandes defectos, y de hecho los tiene, pero no da como para componer un tema en su contra.
–Entonces, ¿en qué te inspiraste para componerla?
–En que detesto el rock de barrio. Yo lo llamo rock excusa, porque parece que los tipos de esa onda estuvieran buscando una excusa para justificar sus limitaciones. Sin embargo, no está dirigida contra nadie en especial, simplemente es una declaración de principios. Estoy caliente porque al 90 por ciento de los músicos que intentan hacer algo mejor que rock desafinado y con pocas ideas, no les va bien en el mercado.