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Jueves 11 de Noviembre de 1999
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Los nuevos discos de Suarez y Victoria Abril marcan una tendencia, pequeña pero tendencia al fin

La///////////música////////que///
no////escuchan//////todos////////

Si los noventa serán vistos como los años de la monarquía futbolera en el rock argentino, debería guardarse un lugar para otra manera de concebir eso. Dos bandas que circulan plácidamente por los márgenes de la industria rockera de masas, se hacen escuchar. Y con algo más que las canciones.

TEXTOS: PABLO PLOTKIN
FOTOS: TAMARA PINCO

//Cosas importantes///

En una terracita baja, tibia por el sol de Adrogué, Julián Della Paolera y Miguel Castro se ríen de algunas cosas y proyectan la importancia que tendrá de acá a diez años su segundo disco, Más Victoria Abril. Si algo no les falta es capacidad para fantasear su lugar en la historia, imaginar un futuro lleno de fama, medallas y heridas de estrellas de rock reconocidas tardíamente. “Yo no dejo de pensar en que las cosas importantes, mientras pasaban, pocos se daban cuenta”, sugiere Julián, guitarrista y segunda voz de la banda. “Pasó con Andy Warhol, con Velvet Underground. Lou Reed decía acerca de Velvet: ‘todos se creían que éramos grandes, pero no teníamos ni un tarro para mear’”. Victoria Abril tiene algo más que un tarro donde mear. A los shows no asisten más de 200 personas y, ciertamente, están a un par de galaxias de cualquier ranking de ventas. Pero hoy son uno de los máximos exponentes de una estirpe de rockers que durante esta década creció en los sótanos más coquetos de Buenos Aires: las underground superstars. “A mí no me gustaría ser una estrella de rock; a mí me gustaría ser una estrella. Sólo una estrella”, sonríe Miguel, cantante y tecladista, y mira el cielo. Della Paolera asume: “No voy a ser yo el que diga que no quiere ser una estrella de rock: en el fondo sé que todo lo que eso implica es lo que yo quiero.”
Nadie los reconoce por la calle, pero secretamente cultivan una actitud glam y están seguros de encabezar una escena que está cambiando las cosas. En realidad, los Victoria Abril dicen estar casi solos en la cruzada. “Cuando tenés un proyecto en la vida, como lo tenemos nosotros, tenés que pensar en por qué grabás un disco, por qué te subís a un escenario, y no hacerles caso a las críticas o a la gente que te grita ‘¡puto!’”, dice Julián. “Inclusive no darle importancia a la gente que quiere bajarte. Es todo muy raro. Yo tengo pasión por la música y veo que es todo una mierda. No hay más que prender la televisión. Nuestro disco ponelo al lado del que quieras, porque no pretendimos alejarnos de nada. ¿Gustavo Cerati qué hizo? Un disco de pop. ¿Victoria Abril qué hizo? Un disco de rock, de pop. Si te parece que es más lindo Bocanada... Bárbaro, ponelo. Pero bueno... Lo que sé es que Más Victoria Abril tiene un punch de mainstream. ¿Dónde lo vas a poner? ¿Al lado de los discos de culto?”
“Sabemos que un disco se valora mucho más después de varios años de haber salido”, dice Miguel. “Hoy, por ahí, nuestro disco no te puede sonar tan diferente de otros discos pop. Pero cuando lo escuches dentro de un tiempo, creo que va a ser clarísima nuestra posición”. El tiempo dirá. Después de Todos los días hago eso, el primer y celebrado subterráneamente disco del cuarteto, Victoria Abril dejó de lado los manuales de cómo hacer un buen disco y se concentró en las canciones. Todos los días... era largo, pretendidamente erudito y lleno de guiños a la corrección artística de los noventa. Más Victoria Abril no hará vibrar a las multitudes, pero ahí están las melodías cadenciosas y la sedada cotidianeidad de cuatro muchachitos de la pequeña burguesía de Adrogué, que se miran con “la señora que limpia”, y ella les dice “Yo no me acuerdo quién soy”. El pasaje pertenece a “Hola”, una de esas canciones del disco que empiezan con una batería típicamente rock, y la languidez de Air y Stereolab apareciendo por ahí. “Mi papá era arquitecto y tenía un peinado genial”, se lo escucha a Della Paolera, casi recitando. “Su sangre es muy selecta, pide más de lo que da”.
Miguel: –Teníamos ideas que queríamos concretar. Fueron pensadas con anterioridad. Nos hemos juntado muchas veces a pensar las ideas que iban a estar en el disco. Estipulamos la duración, por ejemplo.
¿Hasta esos detalles?
Miguel: –No queríamos que durara más de 42 minutos.
Julián: –El nivel a llegar lo marcó Daniel (Melero). Cuando fuimos a proponerle producir nuestro disco, no le importó escuchar nada. Nos dijo “¿Cuándo, dónde y cómo?”. Y yo ni siquiera sabía qué disco íbamos a hacer. En la primera charla nos dijo que Victoria Abril había quedado como una de las promesas, y que teníamos que irnos de ese lugar. Aquel disco pudimos hacerlo, dejar que todos sacaran sus discos pop, y recién ahora sacar el nuestro y ver que no tiene todos los clichés del resto. No tiene cuerdas: no hicimos esa careteada. Hubo un montón de bandas que aparecían en Los Inrockuptibles haciendo pop de cuerdas. Nosotros hicimos un disco de pop y de rock con los elementos que podría tener a mano cualquiera.
–¿Y las letras?
Julián: –Es un disco sin metáfora. Es muy probable que si escuchás a una banda pop de los noventa, con una chica que canta, estén diciendo “la luna, el sol, los planetas”. Nuestro disco, cuando habla de la luna, dice “la luna está en la esquina”. La luna es repoética, todo lo que quieras, pero está en la esquina, al lado del almacén. Es muy importante que alguien te deslumbre con cosas tan simples, que a su vez te disparan hacia mil lugares. Que cada uno vuele hacia donde quiera.
–¿Qué opinan de la fama de vanguardistas que les hicieron algunos?
Julián: –Yo ni me animo a nombrar esa palabra. Nuestra cualidad es que no necesitamos mirar lo que pasa afuera. Tenemos nuestro propio universo.
Miguel: –Creo que dicen “vanguardia” porque no saben qué decir.
Julián: –Siendo los Victoria Abril, a veces llegamos a un lugar y nos presentan con pintores, artistas y demás. Y no vemos a nadie muy interesante. No estamos muy orgullosos de lo que pasa a nuestro alrededor. Y de ser Victoria Abril sí estamos muy contentos.
–¿Entonces, qué son, exactamente?
–Pienso en toda la tradición que tiene la cultura rock. El otro día escuché decir a Courtney Love que en los sesenta había buen punk rock, con los Sonics. El punk rock se inventó en el ‘77, pero existió desde mucho antes. En los ochenta hubo punk, en los noventa hubo punk, y en el 2000 va a haber punk. Lo mismo pasa con el glam, y la música electrónica. Esos elementos estuvieron siempre y después adquieren una denominación.
Miguel: –En un momento el punk ya no se sabe qué es, se pierde en otra cosa.
Julián: –Claro. Offspring no es punk: usa todo los clichés del punk rock, pero es una mierda. Suenan blandos, feos, hablan boludeces, se visten mal. ¿Vos también te podés llamar punk? ¿Y Johnny Rotten qué hizo, man? Nosotros nos sentimos punks. Somos un grupo punk. En nuestro disco no vas a escuchar una guitarra tipo Steve Jones, tampoco van a estar Joe Strummer ni los Damned. Pero los queremos mucho a todos ellos.

Adrogué Sound Machine

”¿Jóvenes bohemios y sensibles o drogadictos vagos e indefensos? Lo curioso de los jóvenes sensibles (JS) es que todos ellos son apasionantes. Inteligentes o simples; lentos o rápidos; lindos o feos, ellos son siempre jóvenes y siempre sensibles. Y siempre (casi siempre) son de Adrogué.” El manifiesto/epitafio de la banda local Perdedores Pop, bautizado Tiempo de jóvenes-Los perdedores usan drogas, incluía un texto –”Los Jóvenes Sensibles”– que empezaba con esta hipótesis. El pequeño ensayo firmado por los hermanos Santiago y Esteban Rial describía el estereotipo de la generación pop de Adrogué, un barrio de cuento de hadas en el tumulto del sur bonaerense.
“Si Adrogué fuera Liverpool, no hace falta que te diga quiénes seríamos nosotros”, dice Julián Della Paolera cuando se le pregunta si existe una identidad artística del barrio. “No creo que haya una escena. Si hay no la conozco del todo. Vas caminando por la calle y escuchás una batería y una guitarra en el fondo, pero...”
La Nueva Flor, la banda antecesora de Victoria Abril, editó un disco que sintetiza ese perfil del joven sensible, abúlico, irónico y esteta. Una foto incluida en el librito del álbum muestra a los cuatro músicos jugando al tenis, riendo o mirando para otra parte, según el caso. Entonces Miguel Castro vivía con María Fernanda Aldana, bajista de El Otro Yo, y Julián ejercía el liderazgo. Antes de desaparecer, grabaron dos canciones para el compilado Lady Radio, producido por Estupendo. Después echaron al bajista Fernando Isely, Julián “Bochito” Egozcue lo reemplazó, y se convirtieron en Victoria Abril.
Pero aparte de la promesa alternativa, algunas otras bandas de la zona intentan el despegue. Muchos aparecieron en Cancion-es-pop, el último compilado de Indice Virgen. Adrián Paoletti es uno de los fundacionales. Choque Generacional es otro caso registrado por el sello de Sebastián Carreras. Ahí tocaba Egozcue, pero en verdad es el dúo de Matías Naso y Sofía Zampini, hermana de Bárbara, la novia de Dee Dee Ramone. Esteban Castell ya puede contarse entre los hijos ilustres de Adrogué. La separación de Perdedores Pop derivó en dos nuevas formaciones: Esteban R. Esteban, y Santi Amor & The Champions. Algunos más: Flor de un día, un grupo de chicas bien de Adrogué; Viernes, el proyecto de Leandro Riccieri –ex baterista de Paoletti–, y Very Well, un típico caso de talento a la deriva. Los dos últimos participarán de un compilado producido por Pity, personaje conocido del barrio y solista en el proyecto El Círculo de los Paraísos (estará en el disco también, como Santi Amor y algunos más todavía no confirmados). Por ahora el compilado está en la etapa de preproducción.
“No hay un clima demasiado artístico en la calle”, observa a pesar de todo Della Paolera. “Las cosas no están bien y aunque este no sea el barrio con más delincuencia, la hay. Así que cada vez salimos menos. Y eso tal vez influya en nuestro próximo disco: el encierro, la inseguridad, la violencia.” ¿Será el pop de Ruckauf-Rico-Patti, el que viene?

 

/////La foto sigue siendo
la misma////////

Ya no es incómodo escuchar a Suárez. En los tres primeros tomos de su obra independiente de esta década –Hora para no ver (‘94), Horrible (‘95) y Galope (‘97)–, les había alcanzado para mostrarse distintos, experimentales, hipnóticos, inestables, y todo adjetivo que quiera agregarse a la lista que cierta prensa consultó para definirlos. En el medio pasaron muchas cosas. Apareció Feliz Año Nuevo –el sello propio por el que se editaron discos de Adrián Paoletti, el primero de Victoria Abril y próximamente el de Dios, además de los cuatro de ellos, claro–, se fue uno de los guitarristas (Marcelo Zanelli); la banda compuso muchas canciones, y la cantante Rosario Bléfari se convirtió en un pequeño emblema del cine independiente argentino (Rapado, 1000 Boomerangs, Silvia Prieto). Hace tiempo que Suárez dejó de tocar de espaldas al público. No hay otra manera de tocar Excursiones que no sea de frente. “¿Qué forma tendré cuando te vea?/ ¿En qué me convertiré cuando suceda?”, se preguntan en “¿Alguna vez viste”, el último tema del álbum. Fabio Graf, bajista del grupo y pareja de Rosario, parece responderse hablando con el No: “Antes poníamos mucha atención en lo climático: ahora nos fijamos más en cómo tocar las canciones. Eso es necesario. Sentir que a medida que crecemos crece nuestra forma de tocar”.
Sentados a la mesa de un bar del centro, bajista y cantante hablan acerca de la evolución de Suárez y la búsqueda de un sonido más “contundente”. La chica recuerda el resultado de los primeros discos, y ese amateurismo más o menos intencional. “Algunos nos decían ‘me gustan los temas, pero el registro no es bueno’. Creo que es necesario aclarar que los discos anteriores los grabamos con mucho esmero: hicimos masterizados intensos, en buenos estudios. Siempre nos dedicamos para que quedaran lo mejor posible. En este caso dimos un paso adelante, aunque la foto sigue siendo la misma. Tal vez todavía está fuera de foco, pero la impresión es mejor. Hacia eso apuntamos”. Las excursiones al país de la canción sencilla de Suárez son odas al río, la orilla, el viento y la niebla matinal. Desde la extraña foto de tapa (algunos cuerpos arropados con mantas rojas jugando con una pelota de fútbol y unos aros en la playa), el disco es todo sol y optimismo, a pesar de la melancolía que es marca registrada de la banda.
¿Qué cosas ven que cambiaron a su alrededor en estos casi diez años de existencia?
Fabio: –Se me ocurre que, cuando empezamos, era todavía más difícil canalizar las energías del grupo. No existía el compact disc y hacer un disco era muy complicado. Las crisis económicas hacían que escaseara el vinilo, y había que esperar que las compañías se interesaran por lo tuyo. Ahora la salida de un grupo es más fluida: lo podés autogestionar, o ir a buscar a alguno de los sellos independientes que existen. A finales de los ochenta había más lugares para tocar, pero creció la posibilidad de editar, de darse a conocer.
¿Creen que pertenecen a cierta escena del rock argentino de esta década?
Rosario: –Empezamos justo en el ‘90, así que creo que, por un lado, hay una contemporaneidad con las personas con que compartimos este tiempo. El supuesto recambio. Hay algo en común, que no sé exactamente qué. Tal vez sea un sello de época que distinguiremos más adelante, en cinco años. Al mismo tiempo, esta década fue de una gran diversidad. Si bien siempre se trata de hacer dos bandos de todo, creo que en estos años aparecieron grupos que eligieron múltiples caminos, y eso se mantiene hasta hoy. Eso se ve a primera vista. No veo dos únicas tendencias, sino más bien muchos caminos que se bifurcan. De todas maneras hay cosas que se contagian, ecos de época, incluso en las bandas más disímiles. En cosas que podrían parecer opuestas, hay giros melódicos que remiten al otro bando. Y eso creo que hace a la identidad supuesta del rock nacional de este tiempo.
–¿Cómo fueron todos estos años de independencia? ¿Lo cambiarían por algo?
Fabio: –En realidad, somos independientes de hecho. Nunca hicimos ningún manifiesto de la independencia ni defendimos eso. Tampoco somos un grupo que crea, como creen otros, que ser independiente implica cierta visión sobre las compañías discográficas: que engañan a la gente vendiéndole porquerías y no le dan bola a lo que verdaderamente pasa. Personalmente, creo que no es así. Todo convive, y no tenemos absolutamente ningún rechazo con ninguna compañía, ni estamos abrazados ideológicamente a la independencia. Estamos en esto porque es lo que más nos conviene. Hasta ahora nunca una compañía nos ofreció nada, realmente. Entramos en el camino que nos parecía más conveniente. No tenemos ningún plan al respecto. Quizá seamos independientes siempre, no lo sé, pero dependerá de los hechos. No creo en la inteligencia estética del rockero independiente que piensa que todo a lo que apuesta un sello grande es una porquería. Así funcionan las cosas. Quizás el problema acá sea que el mercado es demasiado chico, y no hay muchas apuestas. Tienden a ser cautelosas, conservadoras. Pero si fuera el dueño de una, creo que haría lo mismo. Si fuera ejecutivo de un sello, no sé si saldría a contratar a Paoletti, Suárez o El Otro Yo. De alguna forma, los independientes hacemos lo mismo: todos queremos vender nuestros discos.
Rosario: –Si lo independiente nos permite seguir creciendo, adelante. Si se vuelve un problema, no vamos a estar atados. Hay algo seguro: la música es lo principal.