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�La política� pide algo nuevo,
la economía ofrece lo mismo

Una extraña propuesta de Dick Morris. Los aliados de Machinea en el gabinete. La estrategia futura del Ministerio de Economía. Los bloopers de Cancillería. Y algo más.

José Luis Machinea nunca fue el economista favorito de Fernando de la Rúa. Pero, hasta ahora en la gestión el ministro cuenta con todo el apoyo del Presidente.


OPINION
Por Mario Wainfeld

t.gif (862 bytes) �La batalla por la reforma laboral ya está ganada. Ahora hay que inventar otra y ganarla. ¿Qué tal la dolarización?�, preguntó Dick Morris. Sus interlocutores palidecieron. El gurú de la campaña electoral de Fernando de la Rúa �que baja a la Argentina de vez en cuando para aconsejar a su círculo áulico� proponía patear el tablero, de la política económica siguiendo la cartilla �nada menos� de Carlos Menem y Pedro Pou. Hasta Fernando de Santibañes (quien como los hijos del Presidente y Darío Lopérfido tiene asistencia casi perfecta a las reuniones con Morris y le profesa enorme admiración) le advirtió que su propuesta era inviable. Morris no mosqueó. �Pues bien, propongamos otra cosa parecida.� Antes que cuestionar su boutade, los contertulios advirtieron la abrumadora lógica política que regía el pensamiento del globalizado consultor. Las demandas sociales son sucesivas y acumulativas. Gobernar implica una eterna generación de iniciativas, de imágenes, de tácticas. Una permanente revalidación de títulos lograda en sucesivas batallas. Algo así como un video game donde cada éxito se premia pasando de pantalla a un desafío inmediato, similar pero cada vez más peliagudo.
Morris ponía el dedo sobre una llaga percibida también por mortales menos especializados: el Gobierno hizo lo que la vulgata económica en boga aconseja y ahora debe ir por más, el rumbo de la expansión y no el de la contracción. �La política� con lógica implacable �que Morris simplifica pero en forma excelsa� lo exige. El Gobierno, hasta ahora, sólo ha tomado medidas de ajuste que fascinan a los economistas de la Academia y de los organismos financieros internacionales. Pero que no excitan la libido de los ciudadanos del común, esos que usualmente votan �Juan Perón dixit� en función de su víscera más sensible, el bolsillo.
La lógica de �la política�, el sentido común de la calle; numerosos cuadros dirigenciales de la Alianza y ciertamente casi todos los industriales, comerciantes o sindicalistas del país empiezan a reclamar en tono audible un cambio de timón, una patada al tablero económico. No exactamente la que �tal vez apenas como provocación� sugería Morris. Pero sí algo en el camino de la expansión. Piensan en políticas activas, procompetitivas, que amplíen las fronteras de la producción y del consumo. Pero los economistas, que hegemonizan el gabinete nacional, están seguros de que no es ése el rumbo deseable y van por más de lo mismo. Con José Luis Machinea a la cabeza.

Machi y el presidente

Curioso es el trayecto de �Machi�. Fue ungido preministro de la Alianza antes de que hubiera candidato a presidente y confirmado para dar sensación de confiabilidad. Nunca fue el favorito de De la Rúa, mucho más afín a Ricardo López Murphy y De Santibañes. López Murphy lo acompañó en el �83 cuando, en atronadora minoría, disputaba con Raúl Alfonsín el liderazgo de la UCR. De Santibañes es su amigo personal (�el Presidente sólo confía ciegamente en su familia �ironiza un miembro del gabinete que lo conoce y quiere bien� integrada por sus hijos y De Santibañes�).
Pero, en gestión, �Machi� y el Presidente conjugan bien. De la Rúa le ha venido dando la derecha a Machinea en debates con Nicolás Gallo o Rodolfo Terragno. Tiene en el recoleto ámbito de las reuniones de gabinete dos apoyos de fierro: Ricardo López Murphy y Juan José Llach. De los tres economistas que funcionan como mosqueteros el ministro de Defensa es, por temperamento y aún por el tono de voz, el defensor más enérgico de las propuestas de Machinea.
Que �traducidas a palabras que no le pertenecen� es hacer más de lo mismo. La contención del gasto y la austeridad acompañarán como la sombra al cuerpo al actual oficialismo durante cuatro años, explican en Hacienda. Es ineludible, pues lo imponen los insaciables organismos internacionales, la ley-cepo de convertibilidad fiscal y la férrea convicción delPresidente, quien cree a pies juntillas que la contención es la llave de la confianza, del crédito, del crecimiento y de la distribución. Un círculo virtuoso que se cerrará inexorablemente en ese orden correlativo, confía De la Rúa como ayer nomás decía confiar Domingo Cavallo.
Los legisladores aliancistas ya han hecho oír su reclamo de políticas sociales, de medidas en pro de las pymes, de algo que huela a reactivación aunque más no sea. Pero Machinea está convencido de que no existen cabales medidas prorreactivación que no provengan de la lógica del mercado, que la tarea fundamental de su cartera es mantener la reputación internacional de Argentina. Que el camino del ajuste recién empieza y por eso, tras el impuestazo y la reforma laboral no piensa en abrir ningún grifo sino en seguir cerrándolos. �Las medidas expansivas sólo pueden aplicarse en proporciones homeopáticas� metaforiza uno de los allegados al ministro.
El sistema previsional y el de salud recibirán las próximas semanas tijeretazos de Economía, que se propone el milagro de explicar como progresista la reaccionaria propuesta de aumentar la edad jubilatoria de las mujeres, tras lograr en esta semana la hazaña de silenciar en horas el debate acerca de la reducción de la jornada laboral. Dicho sea de paso, todo un síntoma acerca del estado de la discusión pública en la Argentina. Luego vendrá la hora de cerrar los torniquetes a las provincias, sisando en especial las suculentas retribuciones de sus funcionarios y legisladores. Ahí, rezongan fuentes cercanas a Machinea, necesitan una mano del ministro del Interior quien lleva adelante las reformas políticas. Por ahora Federico Storani pisa el freno pues �como algún otro no economista del gabinete� recela de iniciar una cruzada atacando �lo que ganan los políticos� que podría ser un boomerang contra el gobierno nacional y aún el propio sistema político.

Mirando al banco de suplentes

El vicepresidente Carlos �Chacho� Alvarez suele chichonear al ministro de Economía llamándolo �el último neokeynesiano� y en su boca la frase no suena despectiva y a veces ni crítica. Pero José Luis Machinea no funge como tal, mientras se mueve con comodidad en un gabinete superpoblado por economistas, un lujoso banco de suplentes. Un banco de suplentes que, bueno es recordarlo (y sin duda el ministro lo recuerda constantemente) sólo ofrece potenciales reemplazos �por derecha�, flanco, por ahora, que Machinea no tiene muy vulnerable. Ordenó las cuentas, atesora más fondos en la caja, consiguió la aprobación del FMI, bajó el riesgo país y aguarda un año de moderada reactivación (3 y medio o cuatro por ciento). En todo eso no le ha ido nada mal.
Más le cuesta explicar por qué es tan gélida la sensación térmica de la economía real. Machinea sugiere que los consumidores sobreestiman el impacto del impuestazo sobre sus bolsillos y que aumentarán su propensión a consumir cuando adviertan que los afecta menos de lo calcularon. A su ver, parte de la recesión tiene matriz psicológica. Su jefe de asesores Pablo Gerchunoff añade un argumento que pretende ser estacional: se ha distraído del circuito nacional una parva de dinero llevada por turistas argentinos al Brasil. Con brillantez el columnista Julio Nudler explicó en este diario que �veranear en el exterior equivale a importar servicios de turismo (...) un fuerte aumento de veraneantes del problema de precios relativos a partir de la revaluación del peso. La mayor competitividad alcanzada por Brasil no sólo descoloca a la industria turística argentina�. La asimetría con Brasil no es hija del azar o del capricho de los veraneantes sino de la política económica nacional.
En verdad, los hombres de Economía lo saben y �en voz muy baja� protestan contra un par de colegas: el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini y su segundo Horacio Chighizola que �según ellos� están �pintados� a la hora de representar al país en las discusiones con lasrepresentaciones diplomáticas de Planalto. Se suponía que la presencia de Rodríguez Giavarini apuntaba a un ministerio de relaciones comerciales o de exportaciones pero hasta ahora, dicen varios de sus colegas de gabinete, nada de esto ocurrió. Para colmo y como era más previsible la gestión del canciller también renguea en su pata política. Poco avezado en esas lides, Rodríguez Giavarini la delegó en la línea del ministerio, �La Casa� como suele autodenominarse la diplomacia de carrera que ya ha puesto varios miguelitos en el camino del Gobierno y cometió un desaguisado de marca mayor. Fue el comunicado emitido cuando Joerg Haider fue nombrado primer ministro de Austria. Los miembros de �La Casa� le sacaron la naftalina a un viejísimo discurso sobre la �no injerencia� en asuntos extranjeros totalmente discordante en un mundo globalizado, hiperreactivo a las dictaduras y que dejó al gobierno a la derecha del mundo entero, incluido Carlos Menem.

Final abierto

En cien días el oficialismo ha funcionado a full en aquello de promover su imagen, la ciencia de Dick Morris, y en la de cerrar las cuentas, la de Machinea. En otras áreas �Cancillería es un acabado ejemplo, para nada único� aún parece no arrancar. Por ahora, eso le basta para conservar el centro del ring de la política, mantener invicto el prestigio presidencial y mirar con fundado optimismo las elecciones de Capital. No es tan seguro que le alcance para ganar las del 2001 que �Dick Morris seguramente lo sabe más que Machinea� están a la vuelta de la esquina.

 

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