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Yo me pregunto

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Mirando el pajarito

Aunque Nabokov publicó Lolita hace más de treinta años, recién hace unos meses un japonés piola decidió llamar lolikon a sus compatriotas adultos obsesionados con las lolitas (y, de paso, hacerse unos manguitos con tamaño bautismo). El fulano, conocido por el seudónimo Yukio Misoguchi en Shinjuku (el “barrio rojo” de Tokio), era un empresario con predilección por las fotos de colegialas, a las que paraba por la calle y les ofrecía unos yens para posar ahí mismo para su cámara. Hasta que un día hizo cuentas y descubrió que se estaba patinando tres lucas por mes en el tema. Entonces decidió organizarse: hizo correr la voz y juntó a unos cuantos nipones con la misma debilidad fotográfica. “Lo que nos gusta es mirar a las chicas en sus uniformes de colegio. ¿Acaso no notaron que año a año las polleras escolares son más cortas? Ni hablar cuando pasean en bicicleta”, explica clínicamente Misoguchi. A cuatrocientos dólares per cápita, los elegidos tienen derecho a entrar, cámara en mano, a una de las reuniones semanales organizadas por Misoguchi en la habitación de un hotel cinco estrellas de Tokio, donde los espera una nena de 16 años (nunca más, nunca menos), apoyada contra una de las paredes y vestida con uniforme escolar y bombacha blanca recién estrenada. Los que pagan 400 dólares se ubican según riguroso orden: los de las cámaras más grandes van adelante y los del aparato más chiquito, atrás. Durante un buen rato, la nena posa a pedido, pudiendo, a lo sumo, quedar en bombacha y corpiño. Acto seguido, a los fotógrafos no les dan las patas para correr hasta el Revelado Instantáneo más cercano, mientras la nena se baña, se cambia y vuelve a casa. Los padres creen que la nena fue al cine y todos contentos. El tema es que el año pasado un informe de Interpol afirmó que el 80 por ciento de las páginas porno en Internet son de origen japonés, e ipso facto la Legislatura nipona prohibió todo encuentro sexual con menores de 17 años (en vez de los históricos 13). Pero así y todo, las autoridades se muestran más que flexibles con el trabajo de Misoguchi, y los hoteles de Tokio siguen prestando sus habitaciones (aunque si pasa a mayores la cosa entre la colegiala y alguno de los fotógrafos cincuentones, la parejita tiene que buscarse un sucucho por ahí, asesorados por Misoguchi). Así que ya saben: los que planeen una visita a Tokio y piensen en algún souvenir para traer a la muchachada, busquen en el barrio de Shinjuku los locales Buru Sera, donde se venden las bombachitas usadas por las colegialas durante las sesiones. Eso sí: vienen sin lavar.

El cortito de los
sábados a la noche

Uno de los pobres reemplazos con que quisieron consolarnos después de que HBO y Cinemax pasaron a Direct TV fue Hallmark, un canal que sin demasiado pudor se define como “la productora de películas y miniseries más grande del mundo, con una programación premiada en los cinco continentes y reconocida por la adaptación a la pantalla de las obras más populares de la literatura universal”. Para presentar la sección Best Sellers, los cerebros de Hallmark no tuvieron mejor idea que lanzar una publicidad en la que muerden la mano que les da de comer: “Para conocer los grandes clásicos de la literatura universal no hace falta un curso de lectura veloz: todos los sábados a las 22 conozca los clásicos que el séptimo arte inmortalizó para usted”. Ajá. O sea que, si usted no tiene ganas de leer el libro y está al pedo un sábado a la noche, vea la película. Y, si se embola soberanamente con las películas de Hallmark, lea la guía Maltin, que se las cuenta en cinco líneas.

Hagámoslo de parado

La semana pasada, el congresista brasileño Wilson Lima presentó en la legislatura capitalina un proyecto de ley según la cual todos los bares y clubes de Brasilia deberán construir un tercer baño: para homosexuales,lesbianas y travestidos. Por lo que les contó a los diarios, la idea se le ocurrió en un espectáculo de samba, cuando vio a un travesti parado frente a las puertas de los baños: según explica Lima, si entraba al de hombres temía que lo trompearan, y si entraba al de mujeres, seguro que lo echaban. En ese momento a Lima se le apareció como una revelación el proyecto. El problema radica en que ya le saltaron a la yugular todos las organizaciones gay de Brasilia: “Por presentar a los homosexuales como un tercer sexo”. Pero, mientras en Brasil discuten si es mejor mear de parado frente al mingitorio, pero con tacos, o bajarse los calzoncillos para hacer pis sentados, un consorcio de Berlín decidió cortar por lo sano y prohibir a todos los hombres del edificio pishar de parados (¡en sus propios baños!), porque parece ser que le chingan tanto al inodoro que “la orina está causando humedad en los baños y daños incalculables en los radiadores”. Después no diga, señora, qué no sabe de dónde vienen esas misteriosas manchas amarillentas que le aparecieron en el techo.

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