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No
pisen las ofertas
Con el lema
Los libros tienen la virtud de llevarlo adonde quiera, Metrovías
lanzó una campaña anunciando la extensión de los
horarios nocturnos de la línea D; es decir, el ramal de subte que
traslada al pasajero hasta Plaza Italia, desde donde puede llegar al nuevo
emplazamiento de la Feria del Libro, en la Rural. Pero el collage fotográfico
que ilustra el folleto (una escalera mecánica cuyos escalones son
libros) muestra por lo menos cuatro títulos que sólo se
encuentran en mesas de saldo (Honor entre ladrones, de Jeffrey Archer;
Lentejuelas, de Gary Jennings; El juego de Gerald de Stephen King y el
estudio gastronómico Los alimentos que curan). Habría que
avisar a los creativos de la campaña que la idea está buena,
pero para promocionar la línea B, que recorre Corrientes, o la
línea A, que va a Parque Rivadavia.
Prohibido montar la estatua
Cuando Fernando
Botero donó su Gertrudis nombre con el que bautizaron
los lugareños a la abundosa escultura que hoy decora la Plaza Santo
Domingo de Cartagena, el artista dijo en tono risueño que
se puede tocar, pero no se monten en ella. Se ve que sus directivas
fueron tomadas de manera más que literal por los eventuales transeúntes.
A dos semanas de su descubrimiento, la enorme morena emplazada en la antigua
plaza militar del fabuloso puerto de Cartagena presenta visibles muestras
de amor: sus senos y uno de sus pies están desgastados a causa
de las caricias de los afectuosos colombianos. Razón
por la cual, desde esta semana, dos agentes de policía cuidan la
estatua para que no la sigan manoseando. Lo que todavía no se sabe,
a causa de las protuberantes curvas de Gertrudis, es si sus ardorosos
admiradores sólo la tocaron o también se la montaron y la
Plaza de Cartagena se verá decorada, en nueve meses, de un rechoncho
bebé Botero.
Entre
la espada y la pared
El antropólogo
Luiz Mott, presidente del Grupo Gay de Bahía, publicó recientemente
un estudio sobre los cien homosexuales más destacados en los quinientos
años de historia brasileña. En la polémica lista,
Mott incluyó a Alberto Santos Dumont (el célebre precursor
de la aviación), a Joao VI (coronado en 1818 rey de Portugal, Brasil
y Algarves), a la emperatriz María Leopoldina (cuyo nombre ostenta
la Scola do Samba ganadora de los dos últimos carnavales de Río)
y a Joaquim Jos Da Silva Xavier, más conocido como Tiradentes
(apodado así por su profesión de dentista) quien encabezó,
en 1789, el primer levantamiento contra Portugal. Las reacciones no se
hicieron esperar. El coronel de la policía militar Nilton Lourenço
defendió la virilidad de Tiradentes y con ella la de todo el cuerpo:
No se puede aceptar esa infamia sobre el patrono de nuestra policía
militar. Tiradentes era tan espada (en jerga carioca, sinónimo
de macho) como cada uno de sus hombres. Con más argumentos
y menos espanto, los historiadores Edgar Leite y Marcos Bretas salieron
al cruce declarando: No hay elementos para probar su condición
sexual por lo poco que se sabe de su vida. Pero que haya sido o no homosexual
no lo hace ni mejor ni peor héroe. Se ve que el coronel Lourenço
no coincide con los catedráticos: según pudo saberse en
círculos cariocas, lo que más preocupa a la policía
militar es un nuevo sabotaje a los festejos del Quinto Centenario: que
a su famoso patrono Tiradentes se le cambie el apodo por Tragasables.
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