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Yo me pregunto

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Una más
y no jodemos más


La semana pasada salió a la calle la Rolling Stone, cuya nota de tapa era un larguísimo reportaje a la pareja María Gabriela Epumer-Darío Lopérfido. Casi al final, a manera de despedida para todos esos lectores felices de poder verlos finalmente juntos, los dos aclaran que es la primera y la última vez que van a dar una nota juntos, y que eligieron la Rolling Stone porque es la única revista que leen los dos. Hasta ahí, todo bien. Pero ¿qué pasó? Pasó que en el último número de Gente, donde Natalia Oreiro eligió presentar su nuevo disco en tapa, aparece una nota donde los mismos Epumer y Lopérfido posan sobre un puentecito en Chapelco, sitio en el que la feliz pareja pasó tres días. Más de uno habrá pensado: cómo, ¿no era que sólo salían en Rolling Stone porque era la única revista que leían los dos? Parece que no. En Chapelco, Lopérfido dijo: “La semana pasada leí una nota en Gente a Roque Fernández”. Alguno pensará que Epumer sólo posó para las fotos precisamente porque no lee Gente. Nuevo error. Si se mira detenidamente las fotos, en una se ve que no sólo la lee de ojito, sino que cada miembro de la feliz pareja tiene su ejemplar, cosa de no pelearse. Y para quienes todavía tengan ganas de más, Lopérfido se despide con una gran promesa, ya festejada como se merece por Adolfo Castelo en “Medios Locos”: “Quizá dentro de algunos meses nos encontramos con unaescena íntima del tipo Gabriela zapando, Shakira cantando, yo intentando tocar el bajo y Antonio golpeando con las palmas”. Suena tremendo.

 

Buscando desesperadamente
a Roger

Después del Real World lanzado por MTV hace unos años y el Big Brother, que hace furor entre los televidentes europeos, a partir de mañana habrá chiche nuevo en internet para los fisgones del mundo: se llamará RealityRun (www.RealityRun.com) y, según sus cerebros, es una vuelta de tuerca al vouyerismo pasivo de sus competidores catódicos, porque ofrece a los cyberadictos la posibilidad de “participar en una persecución real a lo largo y ancho del planeta”. La cosa es así: eligieron a un tipo entre los seis mil candidatos que se presentaron, le pusieron un micrófono para que todo internet pueda escuchar lo que dice 24 horas al día, le dieron cinco mil marcos alemanes y lo soltaron en Berlín. El que lo encuentra en menos de 24 días, se lleva diez mil dólares. Si no lo encuentra nadie, el que se lleva las diez lucas es el fugitivo, además de tener la posibilidad de concursar en la gran final a celebrarse en Nueva York a fin de año (con un premio de cien mil dólares). Según Alexander Skora, padre de la idea: “La gente podrá perseguir al fugitivo tanto en las calles de Berlín como desde su casa, en cualquier lugar del mundo, a través del RealityHunter, el brazo armado de los internautas que seguirá sus órdenes para capturarlo. En ambos casos, se llevarán el premio”. Además, cuentan con el apoyo logístico de una RealityBabe, un bomboncito dispuesto a pasearse por Berlín con tal de conquistar al tal “Roger”. El fugitivo en cuestión fue sometido a una serie de tests psicológicos y pruebas físicas, para garantizar que no padeciera agorafobia, algún tipo de psicosis o depresión y, sobre todo, que no fuera uno de esos que “no es capaz de soportar la idea de hacerse famoso”. Una vez aprobados los tests, y para garantizarse que la presa esté a la vista, se le exige que cumpla al menos una aparición pública por día (por ejemplo: comprar el disco de Madonna el día de su lanzamiento, o ir a un estreno de cine), que no tenga residencia fija y que nunca se saque el micrófono. “Cuando crean haber encontrado a nuestro protagonista, simplemente deberán acercarse y preguntarle si es el RealityRunner. Como él lleva un micrófono, inmediatamente sabremos que lo han encontrado.” Recién entonces, se volverán a votar, vía correo electrónico, el nuevo fugitivo y la ciudad en donde se lo rastreará. Si llegan a elegir Buenos Aires, pequeño detalle, se van a encontrar con un programa que se llama “Fugitivos” y que es tan parecido que parece igual.

El verso del consuelo

Mientras las grandes cadenas de librerías de Nueva York venden el último Harry Potter como pan caliente, las pocas librerías independientes que sobreviven se regocijan con su propio best-seller: la antología de poesía Split Verse (“Poemas desunidos”), firmados por una larga lista de anónimos que se iniciaron en la rima y el verso inmediatamente después de sus respectivos divorcios. Entre las joyitas poéticas que incluye el volumen, brilla una oda erótica a la botella de gin; un poema polifónico en el que un grupo de flamantes divorciadas discute las decepciones del sexo conyugal; y uno en verso libre donde se aconseja no mirar a la cara al cónyuge durante el coito, si ya se ha decidido pedir el divorcio (“Verán que así la pasan mejor”, dice su autora). El favorito de los lectores que se juntaron a leer los poemas en la librería Shakespeare’s Sister fue el titulado “La futura boda de su hija” de una tal Nita Penfold (“Sólo puede pensar / en estar en la misma habitación / que su ex marido / Los cuchillos sobre la mesa”). La semana pasada se presentó la segunda edición del libro, que ya empieza a llamar la atención de los críticos de los grandes diarios (aunque todavía no se sabe si por sus valores literarios o como curiosidad urbana). En tan magna ocasión, la eufórica Meg Campbell, editora de la colección, cerró la presentación exhortando a los flamantes poetas a no desanimarse por la mala repercusión que pudieran tener sus versos. “Cuando mi hija leyó mi poema, en el que digo Yo estaba convencida / de que ibas a volver / y yo iba a despertar de esta pesadilla. / Pero ahora dices amar a tu masajista, lo único que me dijo fue: Mamá, no es un masajista; es un fisioterapeuta.”

 

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