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Yo me pregunto

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La vuelta del piano pródigo

En 1993, la neocelandesa Jane Campion irrumpió en Hollywood después de estrenar La lección de piano. En ese año, recaudó más de cien millones de dólares y fue invitada al Dorothy Chandler Pavilion para pasar a buscar su Oscar al Mejor Guión Original (Anna Paquin, la nena de once años que encarnaba a la hija de Holly Hunter, se llevó otro a la Mejor Actriz Secundaria). Pero la reciente edición del Oxford Companion to Australian Film puede obligar a Campion a devolver la preciada estatuita. En la entrada que el diccionario reserva a The Piano, se afirma que la película “está basada en la novela The Story of a New Zealand River, de Jane Mander”, aunque se aclara que hasta ahora el libro no recibió ningún crédito. Desde que recibieron un ejemplar del libro en el Camberra Times, los medios australianos empezaron lo que ya se transformó en un largo debate sobre si Campion se inspiró o no en la novela que Mander publicó en 1920. Las semejanzas entre novela y película son notables: ambas tratan de una joven mujer europea que llega a la costa de Nueva Zelanda para vivir con su hija y un piano; y en ambas la mujer se enamora del socio de su flamante marido, al que eventualmente abandona. Entre las diferencias, las más destacables son la ausencia de maoríes en la novela y la escena en que el marido le corta un dedo a su esposa. Hasta ahora, aunque Campion concede “haber estado familiarizada con la novela”, a la hora de citar sus fuentes principales de inspiración prefiere hablar de Cumbres borrascosas y La reina africana. De hecho, su abogado ya demandó a la Oxford University Press y al Camberra Times por difamarla. Como respuesta, el diario ofrece una prueba contundente: una carta enviada en 1985 por Campion a John Maynard y Brigid Ikin, propietarios de los derechos cinematográficos de la novela de Mander, en la que la directora discutía la posibilidad de filmar una adaptación. Ahí puede leerse: “Acabo de terminar el guión de The Piano Lesson, una película inspirada en el melodrama de Jane Mander. Como podrán apreciar, aunque haya quedado poco del original, las ideas fundamentales siguen presentes”. Desde la publicación de esta carta, Campion no ha emitido juicio alguno. La que habló, en cambio, fue la sobrina nieta de Mander. Cuando le preguntaron si la directora debía devolver su Oscar, respondió: “Eso es cosa de Hollywood. Lo único que sé es que, si la tía Jane viviese, ya le habría arrancado las rótulas”.

Corta y cabrera

Hace dos semanas, el suplemento “Cultura y Nación” dio a conocer la lista de “Los veinte libros formidables del siglo XX” que confeccionó Guillermo Cabrera Infante durante un seminario celebrado en El Escorial. Prolijamente, Clarín enumera: El gran Gatsby, Luz de agosto, Fiesta, El aleph, La invención de Morel, El beso de la mujer araña, Ulises, En busca del tiempo perdido, La metamorfosis, La muerte de Virgilio, La montaña mágica, Lolita, Pedro Páramo, Gran sertao veredas, Zazie en el metro, El mirón, Señas de identidad y Negra espalda del tiempo. Muy bien. Pero si alguien decide seguir los consejos de un escritor extraordinario como Cabrera Infante y se toma el trabajo de contarnos para volar a la librería, se va a encontrar con la pequeña sorpresa de que los libros son... dieciocho. ¿Eso quiere decir que cuando Clarín anuncia que su colección de obras clásicas “reúne veinticinco obras de libros y autores de todos los tiempos” en realidad va a regalar veintitrés? ¿O van a ser veintisiete, para completar los que se olvidaron de publicarle a Cabrera Infante?

La importancia de
llamarse e-rnesto

El aviso apareció durante la semana pasada en más de un diario porteño, como parte de la batalla sin cuartel que libran las empresas de Internet por capturar clientes. En este caso, se trata de la nueva campaña con que www.terra.com.ar promueve su servicio de correo electrónico. Las bondades de tan noble servicio son breves, pero contundentemente expuestas de la siguiente manera: “Cartas, informes, pensamientos, historias, chistes, anécdotas, chismes, noticias, fotos. Al instante, a cualquier parte del mundo. América, Europa, Asia, Africa, Oceanía. Sin estampillas ni sobre. Sin papel, sin tinta. Ni buzón”. Como para redondear el mensaje publicitario, la gente de Terra decidió acompañar sus palabras con la foto de un tipo de unos veintipico de años, sobre la que puede leerse su nombre: e-milio. Ajá. terra.com.ar parece un site promisorio para gente providencialmente bautizada e-ugenia, e-nriqueta, e-rnesto, e-steban. Pero por otro lado la idea del aviso parece una de las ocurrencias más fallidas de historia de la publicidad, porque no van a poder quejarse cuando todos esos j-uanes, m-arías, a-lejandros, d-iegos y f-lorencias se pasen a la com.petencia.

 

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