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�CONTRACARA� O UNA DE LAS CARAS DE LA REALIDAD, CON OJOS DE PERIODISTA
Nueva palabra, nueva literatura

La ironía y el humor son herramientas del periodismo para imaginar y pensar la realidad. Las contratapas de Luis Bruschtein para Página/12, una muestra de estos recursos, acaban de ser editadas por GEA con el título de �Contracara�. Como adelanto, un texto y el prólogo.

 


La presentación es el 25 a las 
18 en la Feria del Libro.
Una mesa con Pasquini Durán,
 Juan Sasturain y Stella Calloni.
 
Luis Bruchtein, periodista y autor del libro.

Por J. M. Pasquini Durán

Durante la segunda mitad del siglo XX, para no ir más lejos, el oficio periodístico afrontó mutaciones prácticas y desafíos intelectuales que lo fueron modificando, incluso en la apreciación pública de sus tareas y propósitos, en un proceso que no tiene final a la vista. Algunas de esas modificaciones tuvieron alcance universal, mientras que otras enraizaron en situaciones específicas de la historia nacional. En trazos gruesos, esas etapas sucesivas podrían describirse así:
En los años �50 la prensa escrita aceptó recursos de la literatura de ficción para describir la subjetividad de los protagonistas de la noticia, en abierta competencia con la televisión de reciente uso masivo que sólo podía alcanzar la apariencia de las cosas y de la gente pero con una inmediatez que los periódicos no podían emparejar. El recurso tuvo trascendencia fundacional, a punto de ser bautizado �nuevo periodismo� y entre sus referentes figuran Tom Wolfe en Estados Unidos y Rodolfo Walsh en Argentina.
Veinte años después, a caballo entre las décadas de los 60 y 70, junto con el presentimiento de inminentes y profundas mudanzas revolucionarias, el mismo Walsh y otros escritores de su generación postularon que la única literatura válida para incidir en la realidad cultural y social era el periodismo testimonial, dándole al testimonio un valor parecido al que suele aparecer en el discurso cristiano: un compromiso intelectual que, además, implica poner el cuerpo en las acciones transformadoras de la realidad sobre la que da cuenta.
Ese impulso �potenciado por la Revolución Cubana, el Mayo Francés, el �Cordobazo� y la insurgencia armada� fue tronchado con la planificada crueldad, que incluía asesinatos masivos, por la contrarrevolución que empujó a los ejércitos regulares a tomar el poder por asalto. Bajo esos regímenes dictatoriales que mancharon de sangre a casi toda la geografía latinoamericana, el periodismo libre sólo se podía ejercer en la clandestinidad o mediante metáforas que debían descifrarse como si fueran mensajes codificados.
Por más de dos décadas en diversos foros regionales e internacionales tuvo lugar un debate polarizado acerca del orden de la comunicación y la información, monopolizadas desde tres o cuatro centros del norte del mundo, pero en 1980 quedó virtualmente clausurado por un grueso informe de resumen que preparó una comisión de la UNESCO (el �Informe Mc Bride�) titulado �Un solo mundo, múltiples voces�. Los empresarios privados de las noticias, liderados por el gobierno de Estados Unidos, izaron las banderas del �nuevo orden�, con lo cual el periodismo comercial rechazó de plano cualquier noción que lo involucrara como servicio público, reivindicando la fórmula de �servicio privado de interés público�.
En lugar del �nuevo orden� que demandaban los países en desarrollo (Tercer Mundo se decía entonces), Occidente fue deslumbrado con la revolución científico-tecnológica que proporcionó recursos inimaginables a la industria de la comunicación llevándola al tope del ranking de industrias en el mundo por el volumen de ventas y operaciones. Internet es como la nave insignia de esa innumerable flota de novedades que alteraron los métodos de elaboración y de producción en todas las áreas escritas y audiovisuales de la información. Igual que en el dilema del huevo y la gallina, todavía se discute si la red planetaria de telemática es previa o simultánea con la globalización de la economía, pero en todo caso su relación interactiva es innegable. Para completar la transición hacia los tiempos nuevos, en el puente de mando del capitalismo el sector de la producción fue relevado por el sector terciario de la economía (servicios) con la hegemonía de los oligopolios financieros itinerantes que derribaron muros y arrasaron con los regímenes del comunismo europeo y con las dictaduras militares latinoamericanas, reemplazándolas por ideas conservadoras que los franceses bautizaron �pensamiento único�. Con esa guía, la democratización política regresó, con todos sus derechos y deberes, entre ellos el derecho a la información, pero sujeto a la economía globalizada.
La democracia en Argentina fue refundada a fines de 1983 y, a partir de entonces, el periodismo tuvo que salir del pozo adonde lo habían sumergido la censura, la represión, y también, la corruptora autocensura. Hubo que recuperar palabras anteriores y aprender nuevas, además de acomodarse a los recursos técnicos recién llegados, en medio de un tumultuoso interés juvenil por las diversas expresiones de la comunicación que pobló las aulas universitarias y las academias privadas. En estas circunstancias, los que sobrevivieron al terrorismo de Estado sin vender su alma al diablo son, quiéranlo o no, puentes de memoria y, a la vez, expresiones del ineludible sincretismo de lo que fue con lo que es ahora. Luis Bruschtein es uno de ellos por cronología biográfica y por actividad en el �mejor oficio del mundo�, al decir de Gabriel García Márquez.
Los empresarios de la información, en la era actual de multimedia también imaginan un nuevo periodista para el siglo XXI. Le llaman �polifuncional� porque es aquel �que combina su trabajo, hasta ahora de redactor, con otras tareas más ligadas a los multimedia como la imagen y el sonido�, para lo cual reclaman la �modificación de los estatutos y regulaciones de la profesión�. Hay otra multifuncionalidad, alejada de esos criterios de producción y ganancia, que se construye con experiencia y talento y consiste en la capacidad de abordar las distintas formas del periodismo, desde la sencilla crónica de cualquier evento hasta el ensayo breve que implica la columna de análisis, con opinión propia, de la realidad que sigue atrayéndolo por la insaciable curiosidad que distingue a los mejores de la estirpe. En este sentido, Bruschtein, como otros de su generación, ya es polifuncional.
En el doble significado del compromiso personal y profesional es periodista de testimonio, según lo prueban los textos que compiló para este volumen que abarcan más de una década de trabajo en el matutino Página/12 que recurrió a él desde su fundación. Sus lectores no sabemos cuáles fueron los criterios que utilizó para la minuciosa selección, de manera que podemos interpretarlo a voluntad. Después de leer casi cincuenta relatos sobre tópicos distintos, el primer sabor que deja es que recopiló una cierta mirada, en la que los rigurosos códigos del periodista son usados para construir una forma de literatura que le permite superar la árida enumeración de datos sobre lo acontecido con la sostenida intención de mostrar mayor cantidad de hilos que traman el destino de vidas y sucedidos (�Tlön�, �Transgresores�, �Dioses de la pelota�, �Deudas de juego�, entre otros).
Como debe ser, al periodista le interesa la gente y, de ella, los que se ganan el pan con el sudor de la frente (�Seora de los navegantes�, �Misery Power�, �Modesta proposición�, �El pata de palo�, �Bussi, la papa japonesa�), cuando los dejan y también son excluidos (�Halcones�). Vuelve su mirada a personas (�Halcones�) y personajes que pasaron por su vida, y la de muchos otros, dejando marcas imborrables (Chuchú Martínez, Constantini, Graham Greene, Walsh, Piazzolla, Carlos Mujica), sin biografías meticulosas pero suponiendo un sentido de vida para cada uno de ellos. A veces deja traslucir admiración, ternura o respeto, pero en todo caso permite que el lector se apropie de una convicción: la vida puede y debe tener algún sentido. En su caso expresa sentimientos muy hondos ya que, lo mismo que Laura Bonaparte, su madre, sobrelleva pérdidas familiares ocasionadas por las convulsiones de los años 70 y por la crueldad sin límites de los inventores de esa trágica figura que son los �detenidos-desaparecidos�, una marca registrada por el terrorismo de Estado.
Por supuesto, intenta mostrar senderos que lleven a la mejor comprensión de las decisiones colectivas de sus compatriotas (�Tatín al poder�, �El rey de los monos�, �Cuculla y Thalia�, �Creer o reventar�, �La fábula del escorpión y la tortuga�, �La nave va�), aunque, ciudadano al fin, tampoco oculta que a veces sólo puede contar lo que pasa, sin compartirlo o incluso sin entenderlo todo. Por momentos, vuelve sobre sus pasos, quizá buscando la traza de la historia que a veces zigzaguea o enloquece, con la pertinacia del que presume razones últimas, además del azar, para explicar(se) el rumbo de las cosas y de su propio destino (�150 años�, �Una justicia de película�). Esa búsqueda sale a reconocer en la memoria paisajes de horas-verso�, �Un café sin fantasmas�, �El lugar de las fantasías�) o simples espacios públicos (�Mercado de pulgas�) donde reposan en desordenados montones los objetos que alguna vez tuvieron dueños propios.
Cada lector, sin duda, encontrará más razones que éstas, derivadas de una enumeración incompleta, para internarse en esos territorios donde la realidad se reconstruye a sí misma gracias a la pericia y la paciencia de un artesano. Los colegas, sobre todo los más jóvenes o recién llegados, descubrirán que el periodismo es lo que dicen las academias y mucho más, es �el mejor oficio del mundo� cuando lo sostiene la fuerza de la convicción y la coherencia. A lo mejor, esos buscadores de primicias a cualquier costo, después de repasar las páginas que siguen, podrán preguntarse si en algún momento futuro estarán en condiciones de exhibir su propia obra sin falsos méritos, sin ocultar nada, con el orgullo y la decencia de este trabajador de la prensa.


UNA CONTRATAPA SOBRE IMPUNIDAD Y DERECHOS HUMANOS EN LA ARGENTINA
Ciento cincuenta años después

El mismo día en que se publicó esta nota (21/12/1988), el presidente Raúl Alfonsín debía efectuar un discurso en el Colegio Militar. Luego de los dos primeros levantamientos carapintada, circulaba la versión de que el discurso incluiría una reivindicación de �la lucha contra la subversión� exigida por los amotinados. Esta nota obtuvo el premio latinoamericano de periodismo José Martí.

Por Luis Bruschtein

Leyendo el diario La Nación del lunes pasado encontré la noticia sobre la formación de una comisión de homenaje para el bicentenario del nacimiento del brigadier general Enrique Martínez, que viene a ser el bisabuelo de mi abuela María Eugenia Costa Martínez de Bonaparte o sea mi tatara tatarabuelo.
La Nación recordaba que el brigadier general Enrique Martínez tuvo su bautismo de fuego a los 16 años durante las invasiones inglesas, participó de la Semana de Mayo y luchó en la toma de Montevideo. Además combatió en toda la campaña de los Andes e integró la expedición libertadora al Perú, regresando con los últimos granaderos a caballo en 1826. El diario incluía un párrafo más donde destacaba que posteriormente ejerció una activa vida política y militar en Buenos Aires y en Montevideo hasta 1861.
Las pocas veces que visité a mi tía Isabel �y siempre me estoy diciendo que tendría que hacerme tiempo para visitarla otra vez�, el retrato al óleo del viejo guerrero, de uniforme y con el gesto rudo y batallador que cuelga en una pared de su cuarto, me atrapó con la misteriosa intimidad de la historia.
Algunos descendientes del brigadier general fueron militares y en la casa de mi abuelo, que había sido juez en Paraná, había lanzas, antiquísimas municiones de cañón y otros artefactos usados por el soldado de frontera.
Mis abuelos paternos eran judíos que se habían instalado en las colonias de Entre Ríos huyendo de los pogroms en Ucrania. Mi padre nació en el pueblo de Villa Crespo, y antes de recibirse de bioquímico y casarse con mi madre trabajó como maestro rural en Córdoba para mantener a su familia. Lo cierto es que era más criollo que la yerba mate y que muchos de apellidos más castizos.
Pero regresando a la noticia de La Nación, se indicaba allí que entre las muchas personalidades que integraron la comisión de honor en homenaje al brigadier general Enrique Martínez figuran también los actuales jefes de Estado Mayor de la Armada y el Ejército, el almirante Ramón Arosa y el teniente general José Dante Caridi.
Este detalle viene al caso porque el domingo pasado, mi madre, Laura Bonaparte, que es miembro de la Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo, llegó indignada a mi casa por las declaraciones que había hecho Caridi en un programa de Video Cable reivindicando la represión ilegal casi como una gesta épica y calumniando a Las Madres. Como estaba muy indignada me fue difícil adivinar lo que quería, pero después de calmarla entendí que su intención era publicar una solicitada con un texto por el cual mi abuelo renunció como presidente de la Suprema Corte de Entre Ríos después del golpe militar de 1943.
Me pareció que no había mucha relación y se lo dije. Pero ella aclaró que además quería publicar en la solicitada el recuerdo por mi hermana Aída Leonor, que fue capturada un día después del ataque a Monte Chingolo y fusilada sin juicio ni acusación y sin que hasta ahora podamos saber el lugar donde fue enterrada porque lo único que le mostraron a mi madre fue un pulgar en un frasco de formol, que presumiblemente había servido para identificarla.
Por supuesto, también quería que figurara el recuerdo de mis otros dos hermanos, Irene y Víctor, también choznos del viejo y ciertamente admirado guerrero de la Independencia y también secuestrados en 1977, posiblemente torturados o asesinados, todavía desaparecidos, sin acusación, ni juicio ni posibilidad de defensa o simplemente de despedida.
Y por último quería incluir el recuerdo de mi padre, Santiago Bruschtein, que fue secuestrado en 1976, cuando tenía 54 años y estaba muy enfermo del corazón. Antes de llevárselo entre gritos contra los judíos, lo golpearon y robaron todo lo de valor que había en la casa y nunca más lo volvieron a ver.
Opiné que eran demasiadas cosas para poner en una solicitada, pero que iba a escribir una nota. En eso estaba cuando descubrí la noticia que publicó La Nación y la presencia de Caridi en el comité de honor para el homenaje a mi tatara tatarabuelo.
Relacioné, imposible no hacerlo, ese homenaje a un soldado de la Independencia con la reivindicación de la guerra sucia que el jefe del estado Mayor del Ejército acordó con el coronel Mohamed Alí Seineldín.
Pensé que un militar argentino puede estar en estos dos actos al mismo tiempo, el homenaje a un soldado de la Independencia y la reivindicación de la represión ilegal sin que la más mínima duda deje intersticio para la vergüenza. Como si nada hubiera pasado en estos 150 años ni se hubiera desvirtuado el sentido del honor militar. Un camino retorcido y peligroso, donde resulta que para las Fuerzas Armadas es igual la dignidad de un hombre de pueblo que se hizo soldado a los 16 años para enfrentar a los invasores ingleses que la despreciable cobardía de los hombres que más de 150 años después torturaron y asesinaron a hombres y mujeres prisioneros escudándose en la impunidad con la que los protegía la dictadura militar. Así sería lo mismo el patriotismo de un hombre que organizó un ejército popular y combatió como lugarteniente del general San Martín por la independencia latinoamericana con el grito de viva la Patria, que los oscuros personajes que secuestraron, entre tantos miles, a un hombre enfermo del corazón mientras le gritaban �judío hijo de puta�.

 

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