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OPINION

Hechos concretos y la mano de Dios

El autor le reclama al Gobierno de la Ciudad obras y no justificaciones. Cuestiona la falta de previsiones en equipamiento e infraestructura urbana y de una reglamentación del uso del espacio urbano.

Por Carlos Fidel*

Un funcionario del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Página/12 31/1/01, pág. 14) demuestra en su escrito el total desconocimiento del funcionamiento de las ciudades, la esfera y alcance de intervención de los gobiernos locales y la participación ciudadana, y se lanza a la defensa de su jefe (es de suponer que lo hace para mantener su puesto, al que no accedió elegido por el mandato popular). Pero ante esa insostenible justificación sería mejor sostener un noble y respetuoso silencio que no agravie a los damnificados de las recurrentes inundaciones de nuestra ciudad.
La primera falacia del funcionario es que las inundaciones en las ciudades son resultado de un “fenómeno natural”. Si nuestro funcionario se hubiera preparado adecuadamente para ocupar un cargo en el Gobierno de la Ciudad, sabría por ejemplo, que:
- El equipamiento e infraestructura urbana deben ser acordes al tamaño y densidad de uso del territorio urbano, lo que no sucede en Buenos Aires según varios estudios.
- El espacio urbano debe estar reglamentado en su utilización y no se puede dejar sólo en manos del capital inmobiliario, que normalmente no contempla los efectos externos a la zona donde localizan su inversión.
- De no existir una planeación estatal adecuada, rápidamente se producen desajustes entre el comportamiento del capital inmobiliario que construye en la ciudad y los servicios urbanos que están a cargo de los organismos que gobiernan el espacio público (o deberían).
- Las inundaciones repetidas a lo largo de los años tienen como causas principales:
1) la desinversión del Gobierno de la Ciudad durante varias décadas;
2) la privatización sin control ni exigencia de inversión y mantenimiento de los servicios públicos;
3) la falta de canales amplios y permanentes de consulta popular frente a los problemas urbanos;
4) la falta de una estrategia de acción concreta de desarrollo urbano que sustente la competitividad social de la ciudad de Buenos Aires en el contexto de los cambios económicos, tecnológicos y de flujos urbanos y materiales que se registran a nivel internacional y nacional.
En su ignorancia sobre el tema, el funcionario decreta que las ciudades actuales están indefensas cuando el pulgar de Dios se baja y se producen fuertes intensidades de lluvia. Además, pondera la rápida acción del gobierno local y olvida mencionar a las empresas de servicios públicos privatizados. Los organismos públicos y privados aparecieron en la escena tarde y de forma inoperante. Esto sólo se explica por ineficiencias propias de un gobierno desorganizado, poco previsor y por empresas sin ningún tipo de contralor, a las que sólo les interesa incrementar la rentabilidad.

Señor funcionario: usted es economista y me llamó la atención que no mostrara ningún número, datos que son tan afectos de mostrar para justificar nuestros pesares ¿Será porque no los tiene? ¿O será porque ni siquiera esos números sirven? Usted debería calcular cuánto se pierde en el tiempo que se paralizan las actividades de la ciudad, también hay que valorar los efectos emocionales de las víctimas de la improvisación, a eso debe sumarle las pérdidas directas de los destrozos del agua y, por fin, ¿qué precio le asigna a la vida humana?

Señor funcionario: si ya calculó los costos, ¿no le parece que sería más beneficioso hacer las obras de desagüe anticipándose al crecimiento urbano de la zona metropolitana de la ciudad de Buenos Aires? Obras eficientes y eficaces que permitirían que los vecinos dejemos de ser rehenes de los funcionarios improvisados que responden disciplinadamente a los gobernantes que no asumen a la ciudad como lo que es: un espacio social dónde se procesan los conflictos, poblada de seres humanos que de manera igualitaria exigen respeto y derecho a participar. Cuando se deje de menospreciar la inteligencia de la gente, se asuman los desaciertos y se destinen oportuna y óptimamente las inversiones públicas, se vigile honestamente a las empresas de los servicios urbanos, y se encaren secciones apoyadas en las demandas concretas de la gente, seguramente los puestos públicos no estarán ocupados por funcionarios incompetentes.

*Economista especializado en temas urbanos. Docente Investigador de la Universidad Nacional de Quilmes.
N. del E. La nota aludida es una columna de opinión firmada por el Lic. Eduardo Hecker, secretario de Desarrollo Económico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.