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Jueves 11 de Enero de 2001

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RAFAEL, ACTIVISTA Y EDITOR DE VINILOS, PLANTEA LAS CONTRADICCIONES DEL ROCK MACHITO

“¿Qué cosa más gay que el pogo?”

El dueño de Sebo Discos, un sello independiente dedicado a la costosa publicación de vinilos, asegura que el rock argentino no se salva de la homofobia nacional y propone terminar con el modelo conformista “YMCA” que impera en la cultura gay de acá. “Homo rebelde, únete”, propone, al tiempo que lanza a la calle un compilado homocore titulado Perversos, Desviadas, Invertidos.

POR MARIANA ENRIQUEZ

El disco es una especie de gema, no sólo porque se trata de un vinilo editado en Argentina (toda una rareza de por sí), sino porque además es un compilado homocore, o queer punk, o como quiera llamárselo; es decir, punk gay. Y eso es más que una rareza. Se llama Perversos, Desviadas, Invertidos, y el sobre se abre en forma de triángulo rosa: con un triángulo de ese color se identificaba a los prisioneros homosexuales en los campos de concentración nazi. Participan cuatro bandas: dos locales (She Devils e Islam) y dos extranjeras (Limp Wrist y The Haggard) y lo editó Sebo Discos, un sello que se dedica exclusivamente a vinilos y que dirige Rafael, un chico de 28 años que trabaja como editor de programas de TV y que tiene como lema de contaduría en el sello “gastar lo menos posible”. “Obviamente no estoy ganando plata con esto”, aclara. “Para mí es una inversión, una felicidad superior el poder hacerlo.” El disco viene acompañado de un fanzine que recopila letras y textos escritos por los que participaron del disco, y transcripciones de las dos o tres cositas que se publicaron en Argentina sobre homocore, todas del fanzine Resistencia de Patricia Pietrafesa (She Devils). “Por ese fanzine, por los textos de Patricia y El Profe, me enteré que existía algo como el homocore en el mundo”, cuenta. “Esto fue alrededor de 1988. En esa época yo ni siquiera sabía que era puto.”
El primer compilado de homocore argentino (porque de eso se trata Perversos...) no es el primer vinilo que editó Sebo Discos. El primero fue de Compañero Asma –un solista que tiene más de diez casetes editados–, y se trata de dos temas electrónicos con tendencia al krautrock. El sobre es una radiografía, con una mancha de sangre del músico (cada disco tiene una gotita). Después vino el simple de Venus Moisture, y más tarde un compilado de covers de Beach Boys por bandas punks argentinas como Restos Fósiles, llamado Barrenando. También editó a X-Rave Seven (un solista “electro punk onda The Fall, solamente con un teclado”, explica Rafael) y Rock n’roll religion, de Killer Dolls. Los discos cuestan 5 pesos, o 4 por correo, y se consiguen pidiéndolos por e-mail a [email protected] o escribiendo a C.C. 113 Suc. 28 (1428), Bs. As.
–¿Cómo empezó el sello?
–Fue en el ‘98. En ningún momento me lo planteé con un carácter empresario: era simplemente para satisfacer un deseo personal. Y el disparador de esta necesidad de hacer algo fue darme cuenta que la escena musical argentina estaba en un momento patético y horripilante, donde no pasaba nada y donde se creaba una falsa sensación de actividad, lo cual me producía un gran enojo. Tenía que ver con que de pronto se hablaba de que aparecían artistas y solistas, y los nuevos trovadores, y que esto, y que lo otro... y nada, no hay nada, es todo una mentira inflada. Todo esto pasó a conformar una nueva intelligentza argentina, una especie de modernidad horripilante que lo único que hace es ir en contra de la música y del espíritu del rock. Si bien yo para nada me identifico como tal, sentía que en nuestra escena el punk rock era el único movimiento que de algún modo se mantenía fiel a sus principios, con un cierto empuje y expandiendo y respetando el espíritu del acto creativo: hacer música para la gente. Lo poco que me parecía válido de acá eran los independientes punks, con ideales más elevados que el hecho de transcender intelectualmente en un círculo. En función de eso me propuse empezar a editar música en un formato que la industria decidió que ya no era convencional, como el vinilo. Me parecía fiel a un espíritu rebelde editarlos en el formato más primitivo que existe, y que por otro lado sigue siendo un formato tradicional en el punk rock. Aunque mi idea no es editar sólo punk. Hoy el punk es una actitud que podés ver en determinados círculos independientes de música electrónica, por ejemplo, no es un sólo estilo de música. No tiene ya que ver con la guitarra y la cresta. Es una actitud.
–¿Es muy complicado editar vinilo?
–Sí, porque en la época de Alfonsín se tomó la decisión de introducir el formato cd, y para hacerlo había que hacer desaparecer el otro, para que la gente lentamente se viera forzada a comprar los nuevos discos. No había opción. Cosa que en Europa no ocurrió: hasta hoy, en una mínima tirada, se sigue editando en vinilo y sigue saliendo más barato que un cd. A principios de los ‘90 se dejaron de prensar discos. De ahí en más, y eso que estuve investigando, nadie más supo dónde estaban esas máquinas. En Brasil hubo prensas hasta hace poco y quedan, pero no son muy buenas. Acá esas máquinas desaparecieron. Hay que mandarlos a fabricar afuera, lo cual los encarece. Yo los mando a fabricar a República Checa, donde hay una fábrica buenísima que tiene buenos precios, pero el flete es caro, el paquete es pesado... en fin. Hago 300 por vez, y cuando las tiradas se agotan mando a prensar más. Mi intención era hacer simples, recuperar ese espíritu, que estaba totalmente perdido.

–Y cómo surgió el proyecto de Perversos...
–Yo lo venía maquinando desde hacía más tiempo y no lo pude concretar, hasta que no encontré alguien acá en Argentina con quien llevarlo adelante. Tenía la intención de hacer un disco homocore, que es una palabra que hasta dentro de la escena punk resultaba desconocida. Tiene que ver con una sub-rama o un movimiento entero que surgió dentro del hardcore y el punk a principios de los ‘90, en Europa y sobre todo en Estados Unidos, que tiene que ver con gente gay, lesbianas, travestis y demás que de pronto se dieron cuenta que estaban involucrados en una escena que no los representaba en lo más mínimo. Por otro lado, se daban cuenta también que estaban en esa escena porque se sentían menos representados aún por el resto de toda la escena gay. No había un espacio donde estar cómodamente siendo ellos mismos. A partir de ahí recuperaron el espíritu de treinta años atrás, de los primeros movimientos de liberación sexual, ser células de terrorismo sexual dentro del punk y del hardcore, y empezaron a aparecer grupos de música, directores de cine, grupos de acción política que estaban vinculados a la reivindicación sexual pero desde este lugar, no desde el lugar asimilado (asimilado en el pésimo sentido de la palabra). Pansy Division y Tribe 8 son los más visibles, pero ahora hay miles, sobre todo de chicas: las chicas son las que más actividad generaron, y tienen el monopolio de todos los sellos.
–Pero nada parecido se gestó acá...
–Exactamente. En América latina la escena punk se desarrollaba, se entraban a copiar todos los subgrupos, aparecía el straight edge, aparecía cualquier cosa, pero esto no. No es ninguna sorpresa, porque vivimos en un país totalmente machista y en una cultura latina represiva con respecto a la sexualidad y donde la homosexualidad no calza ni con vaselina. Yo venía interesado en esto, y no se sabía ni de una chica o un chico gay dentro del punk, ni uno solo. Y tenía que haber, por una cuestión de estadística. Entonces me dije: “ya que no aparece, hagámoslo”. Pero seguí sin encontrar nada, ni acá ni en América latina. Hasta que me puse en contacto con Patricia Pietrafesa y ahí empezamos. She Devils fue el primer grupo, y Pilar (guitarrista de She Devils), la primera persona que conocí que estaba realmente informada. A continuación empezamos con Patricia a hacer una investigación, pero nada. Finalmente, como las ganas del disco todavía estaban, surgió la idea de buscar grupos de afuera que tuvieran un perfil latino, o que simplemente se coparan. Así me contacté con The Haggard, que son dos lesbochicks a full de Portland. Hicieron un tema de ellas en castellano. Patricia se puso en contacto con Martín de Los Crudos, que es un abanderado de la escena que tiene su grupo, Limp Wrist, que es su proyecto gay y nos cedió una canción, “Me encantan los chicos hardcore”. Y después entró Islam, dos chicos que yo conocía. No creo que esto cambie una idiosincracia... pero sí le sirve a alguien saber que existe una escena, como me sirvió a mí en su momento saber que existía, aunque fuera a miles de kilómetros de acá. Entonces está bien.
–¿La escena rock argentina es homofóbica?
–Sí. Lo terrible es que en países como Argentina, Brasil y Chile, hay escenas gays muy grandes. Pero no hay una conciencia de cuál es la razón por la cual ahora puede existir esta escena, que obviamente deriva de la lucha de otra gente en otro momento. Estas cosas no han venido gratis: se ganaron y se conquistaron con el sufrimiento de un montón de gente. Me parece una cosa lamentable que todo tienda hacia lo que está pasando con las escenas gays del mundo, que es la asimilación y el conformismo. Me parece absurdo que los chicos más jóvenes no tengan alternativas. Yo lo vi varias veces: hay chicos a los que les gustaba determinado tipo de música y por el simple hecho de descubrir que su sexualidad era otra, tuvieron que cambiar de hábitat. Me parece triste que no haya alternativas para expandirse desde lo personal sin tener que transar para estar cerca de la escena que representa tu sexualidad. Acá es todo muy patético y muy lamentable, hay mucho miedo ... hay un hálito de cambio, pero se sigue respirando un ambiente homofóbico. Te estoy hablando siempre de escenas vinculadas al rock, totalmente fomentada por los referentes, por el rock chabón, por Divididos, por todo eso, cuando todo el mundo sabe que quienes han plantado mojones en la historia del rock están más vinculados a la homosexualidad que a otra cosa, casi desde los inicios: hay una vinculación de la ambigüedad y la provocación, desde Little Richard, hasta Velvet Underground, hasta el glam y –claro– el punk. ¿Qué cosa más gay que el pogo, con todos esos pibes tocándose y transpirando? A los chicos les cuesta darse cuenta que eso es parte de ellos. Viejas Locas, Bersuit, que se supone que son los referentes contestatarios, y tienen un mensaje vacío y facho... Cero arte en el medio, toda esta cosa de “la bolsa”... una cosa es “Heroin” de Velvet Underground, que es una obra maestra, pero esta exacerbación de las drogas desde la nada... No hay nada que decir, es berretada. Esas son las cosas que me ponen mal, y que me empujan a hacer algo. Tiene que haber espacios para que todo el mundo se sienta representado dentro de una minoría, la gente se tiene que agrupar y no se tiene que amansar y pasar a integrar el rebaño que la escena gay mainstream quiere que vos integres. Yo fui a llevar un disco a la revista NX –que es una de las pocas revistas gays que hay y, se supone, la más grande–, y me recibe uno que comenta discos de Elton John, y me dice que esto no se escucha mucho... Del que se supone es tu ambiente de contención, no recibís el menor estímulo. Entonces que se vayan a la mierda. Hay que hacer todo de nuevo. Cuando editamos el disco, decidimos organizar una fiesta en El Anexo: pasamos películas de Bruce La Bruce (un icono de este movimiento, un punk devenido en director re-zarpado, que rompe con el código estético de la homosexulidad), y por primera vez hubo rock en una fiesta gay. Para sorpresa de todos vino bastante gente, casi 200. No eran todos gays, pero el hecho de que la gente se sintiera convocada estuvo buenísimo. La consigna era: “homo rebelde, únete”. Basta de YMCA, basta de boludeces.