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Yo me pregunto

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Parecidos explosivos

Desde hace unas semanas, la mayor amenaza que afronta el mundo editorial yanqui es la acusación de plagio que la autora de libros infantiles Nancy Stouffer ha lanzado sobre J. K. Rowling, autora de la saga del brujo púber Harry Potter. A menos de un año del promocionado estreno de la primera película basada en las novelas, Stouffer decidió hacer pública su historia: a mediados de la década del 80 ella habría autoeditado una serie de libros de actividades de unas pocas páginas, ilustradas con personajes de su invención. En La leyenda de Rah, uno de sus tantos libros, aparecía un tal Larry Potter. Y eso no es todo: había también unos mutantes postnucleares llamados “muggles” (el mismo enigmático nombre de unos personajes secundarios de las novelas de Rowling). La lista de coincidencias registradas en la denuncia presentada por Stouffer prosigue con algunos detalles de ambientación y hasta incluye el diseño de las tapas de la saga Harry Potter. El problema para la Stouffer parece ser que La leyenda de Rah es un verdadero inhallable, amén de que los archivos de su pequeña editorial independiente habrían desaparecido durante una tormenta de nieve durante 1996. De todos modos, en un modesto intento por aportar a la causa de los desprotegidos, Radar ha decidido presentar pruebas de otra similitud entre la saga de J. K. Rowling y una obra literaria previa. En este caso se trata del libro Hombres de Negro, de Steve Perry. La cosa es así: en Harry Potter y el prisionero de Azkaban, una sanguinaria matanza provocada por el siniestro Sirius Black es encubierta oficialmente como “una explosión de gas”. Años antes, en la novela de los Men in Black, la organización secreta del título realiza una maniobra de encubrimiento mediante un incendio, para luego encubrir la operación argumentando: “No es más que un poco de gas subterráneo”. Plagio o no, está comprobado que ya se trate de brujos o de E.T., siempre le echan la culpa a Metrogas.

El obelisco finalmente
se ha corrido

Hace dos meses el Boston Medical Group publicó en Clarín un aviso promocionando su entusiasmo por una vida sexual plena y saludable. En él, se veía a una pareja ligerísima de ropa, y detrás de ellos una postal panorámica de Buenos Aires, que por supuesto incluía el consabido Obelisco. Hasta ahí, la alusión a la potencia del porteño medio era de significativa elocuencia. La semana pasada, el Boston Medical Group volvió a la carga con el aviso. Pero con una pequeña diferencia: ahora, el Obelisco, en lugar de encontrarse en el centro de la 9 de Julio, aparece a un costado, emergiendo de atrás de la pareja a la altura de la pelvis masculina y las prominentes nalgas femeninas. No vaya a ser que no quede claro que con el Medical usted la parte al medio. Para la próxima, ¿por qué no usan una foto del viaducto Carranza?

Ultimas noticias
desde la Baticueva

La relación entre Batman y Robin ya había sido objeto de estudio académico a mediados de la década del cincuenta, cuando el psiquiatra Fredric Wertham, en un trabajo marcadamente homofóbico, intentó probar que las historietas del encapotado más famoso de Ciudad Gótica no eran aptas para su ávido público infantil, dado el evidente homoerotismo que ligaba al dúo dinámico. Ahora, un tal Chris York, un graduado en “Estudios norteamericanos” de la Universidad de Michigan, decidió publicar su ensayo “Todo en la familia: homofobia y las historietas de Batman en los 50” en el International Journal of Comic Arts. Sin embargo, la DC Comics, licenciataria del personaje, parece decidida a seguir negando las sospechas. Esta vez, negando el permiso para reproducir viñetas del comic en la revista. En su trabajo, York no se ocupa de suscribir la tesis de la tensión homosexual dentro del dúo dinámico, sino que se refiere a la creciente incorporación de figuras femeninas a la historieta por sus guionistas en los años 50 como una respuesta a las “acusaciones”. Según York, los cuadros que se vio impedido de reproducir demostraban cabalmente la transformación del “Dark Knight” en una suerte de figura paterna que simplemente cobijaba bajo su capa al joven maravilla. Mientras tanto, un grupo de estudios queer de la universidad británica de Sussex tomó el viejo trabajo de Wertham de los 50 con el objeto de revertir su sentido original, y recuperar al personaje como un icono gay. Todo esto ocurrió poco después de la aparición de la autobiografía de Burt Ward, el ingenuo Robin televisivo de los 60, donde declaraba, unos treinta años después de colgar la capa, que todos los rumores eran “evidentemente ciertos”.

Locos por Venus

Estamos aquí reunidos para despedir en su último viaje a la perrita Venus. Recordemos que Venus era el verdadero nombre de la sufrida perrita terrier que en la película Locos por Mary, dirigida por los Hermanos Farrelly, era martirizada de diversas maneras por el cretino personaje a cargo de Matt Dillon y –lo que tal vez sea peor– era insistentemente besuqueada por su horripilante dueña y compañera de piso de la adorable Cameron Diaz. Quizá mientras procesaba el trauma generado por los rigores de semejante actuación, tal vez sumida en una profunda depresión por saber que ya nunca volvería a conseguir un rol de semejante trascendencia, Venus fue arrebatada de la cubierta del barco en el que navegaba por el Caribe junto a sus legítimos dueños –Bob y Eva Shaye, capos de la New Line Cinema– por una ola traicionera que ni le dio tiempo de ladrar auxilio. Desoigamos por respeto a su memoria los rumores de que se trató de un suicidio o un asesinato, no respondamos a las llamadas telefónicas de ese infame Kenneth Anger empeñado en escribir una biografía no autorizada con el injurioso título de Vida perra. Venus era una perrita muy inteligente y demostró su valentía y habilidades en varios films aunque, seguro, será recordada para siempre por su aplomo al ser electrificada, incendiada y revivida en Locos por Mary. Todas las perras van al cielo y Venus también.

 

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