En setiembre de 2016 publiqué en el suplemento Cash de Páginai12  un artículo que se llamaba “Anoche tuve un sueño”. Como empresario cordobés que produce alfajores  mi pesadilla era que ingresaban a nuestro país alfajores, sí nada menos que alfajores desde algún país del oriente lejano, algo inimaginable por la corta duración del producto. Pues bien, hace un par de meses mi yerno me trajo de regalo un alfajor  de origen chino o coreano que compró en un kiosco de Córdoba, con textos en ambos idiomas de origen. A pesar de juzgarlo imposible, mi sueño se había hecho  realidad.

En ese artículo de 2016 apelaba a que los trabajadores defiendan el valor de sus sueldos y a que los empresarios  no nos subamos a la consigna de que los problemas de nuestras empresas eran el costo laboral. Porque si seguíamos presionando con eso tarde o temprano nos íbamos a quedar sin clientes. Y esto es lo está sucediendo.

Tres años más tarde y luego de un  análisis anticipado y sin duda correcto de la realidad  económica que iría a imponer este gobierno, pudimos realizar un achicamiento ordenado de nuestra micro empresa, en relación a la caída de ventas que se produjo.

Las ventajas de las empresas pequeñas y familiares, que son la base de la mano de obra en la economía argentina, es que si los dueños son capaces de ponerse las botas  junto a los empleados que puedan mantener, sin bancos, autofinanciándose o con el apoyo de proveedores cuya fidelidad se  cultiva con los años, somos capaces de subsistir.

Sin embargo ahora mi mayor temor es otro, la suerte de las pequeñas y medianas empresas que nos proveen insumos,  en las escalas  de lo que nosotros consumimos. Para quien ha recorrido   países hermanos, investigando cómo funcionan las industrias allí, salta a la vista que no existen proveedores intermedios, desde un film impreso para envolver un alfajor, hasta un  sensor  de llama  para quien fabrica cocinas.  Las empresas son gigantes o no existen, no caben  posibilidades para un micro emprendedor de iniciar algo, porque las escalas que ofrecerían  sus eventuales proveedores son de  una dimensión inalcanzable. Esa posibilidad solo existe en nuestro país, esa red de empresas intermedias que son las más golpeadas en este momento, son  nuestro principal tesoro,  junto a la iniciativa y a la capacidad de nuestro pueblo. Por eso pido a los colegas empresarios  que están en una escala superior a la nuestra: ¡resistan!  Pronto este modelo deberá cambiar, por el bien de todos.

Finalizo con una anécdota: En 1971, cuando era estudiante  de ingeniería en la UNL de Santa Fe,  fundé mi primera empresa. Era una  “fábrica” de Reglas de Cálculo,  pocos sabrán de qué se trataban esas herramientas de cálculo,  pero para los que las recuerdan,  les cuento  que junto  con un colega y amigo, por ese entonces las fabricábamos y  le hacíamos la competencia nada  menos que a los alemanes. Con  trozos de acrílico y un sistema de impresión  fotográfica  las fabricábamos en un garaje y las vendíamos en el centro de estudiantes,  unas  50 veces más baratas que las importadas.

Ese espíritu es el que mueve a nuestros empresarios, aunque aclaro que,  si por  ese entonces no hubiéramos conseguido, acrílico y materiales de revelado de producción nacional , ese proyecto nunca hubiera sido posible. La disponibilidad de  materias primas, recursos técnicos, humanos y empresariales  de nuestro país es aún tan grande que cualquier comparación con otros, salta a la vista inmediatamente. No dejemos que eso se pierda. ¡Hay que resistir!!

Por esa razón nos prestan plata, para tenernos agarrados del lugar  que más nos condiciona. Quisiera tener un Presidente que nos diga:  “Quiero agregar un sueño más a todos mis sueños: quiero lograr que en 10 años el país se autofinancie”. Un  sueño que han cumplido los países más serios del mundo

* Ingeniero químico.