Mezclado con el público, Picasso ha podido ingresar al canal de televisión de la CNN en Atlanta, Georgia. Con peluca de rulitos sueltos y enormes lentes de aumento está irreconocible. Este desdoblamiento de vidas es una maravilla, piensa el creador del cubismo, y se escabulle detrás de un sin-fin-neutro para evitar que unos tramoyistas, que están jugando a las cartas en la parrilla de luces, lo detecten. Me vengaré, me vengaré. Aprovecharé esta segunda vida lavando mi honor. El honor que esta maldita turra echó a pique en el inodoro de mi vida, aunque, por suerte sólo lo disfrutaron mis enemigos, seguramente algunos de mis colegas que se sintieron plagiados por mí le dieron letra a esta maldita turra. Picasso, para afirmar y, en lo posible, aumentar su odio, abre el maletín donde lleva la bomba y también el libro que la Arianna Stassinopoulos Huffington escribió hace tanto tiempo haciéndolo pomada y arruinándole ventas y exposiciones en ese tiempo desgraciado. Abre el libro y lee las frases subrayadas en rojo: “Lo cruel que era, lo tacaño, cómo pegaba a las mujeres, cómo había dejado a su madre marcharse sin dinero...” ¡Si me agarran las del pañuelo verde se hacen un picnic conmigo!... Va a la página 119: “...agarró a Olga por los pelos, la tiró al suelo y la arrastró...” ¡Falta que me compare con Monzón! Va dos páginas atrás: “Primero violaba a la mujer y luego trabajaba, siempre era así”... ¡Darthes es un poroto a mi lado! “Me agarró por los brazos y apretó su cigarrillo contra mi mejilla y noté que mi cara ardía. El cigarrillo me hizo un gran agujero y una cicatriz que me duró años”. Salta a la página 187: “La idea de visitar a su querida en un campamento infantil añadía un punto de riesgo, violenta sumisión de la mujer-niña a la voluntad de su amante”... ¡La odio, me cagó porque no me la garché, puta-puta! Y pasa a la 390: “Olga murió de cáncer en un hospital de Cannes, estaba sola, Picasso se había quedado en París”. Pasa a la página 373: “En el dibujo había un saludo a mano de Picasso: A tu salud camarada Stalin” ¡Puta-puta-puta-mierdosa-puta-de-mierda-reputísima! Y salta a la 271: “Picasso no estaba entre los firmantes de la petición. Su silencio en la defensa de uno de sus más antiguos e íntimos amigos era increíble. Cuando Pierre Colle, el albacea literario de Max Jacob fue a pedirle que usase de su considerable prestigio ante los alemanes para intervenir en ayuda de Max..., dijo una chanza: Max es un pequeño diablo y no necesita de nuestra ayuda para escapar de la cárcel..., Max había muerto el día anterior... Siempre que Picasso tuvo dificultades durante la ocupación..., por haber contrabandeado dinero  enviándolo al extranjero..., si no podía ayudarle André-Louis Dubois en el Ministerio del Interior, éste hablaba personalmente con el embajador Otto Abetz, y si el embajador carecía de facultades para intervenir, Dubois se dirigía a gente de la talla de Arno Brecker, el escultor favorito de Hitler..., y le anunció que si no..., poniendo fin a su acción contra Picasso, recurriría directamente al Fuhrer”. El autor del Guernica levanta los ojos al cielo y agradece tener esta segunda vida para hacerla volar en mil pedazos a la muy zorra. Ya recargado de odio diabólico para animarse a poner la bomba debajo de la mesa donde Terry King entrevistará a la maldita hija de su remaldita madre, Picasso recuerda que el mismo plan se usó para volarlo a Hitler pero todo falló; Ja-ja, no me pasará a mí porque la bomba no se apoyará en el piso sino que se adherirá al tablero con esta sopapa. Te ha llegado la hora ¡griega proterva y perversa!, si te hubiera conocido Discepolín flor de tango hubiera hecho con tu historia perra y canalla; le vendiste a la AOL tu página web The Huffington Post por 315 millones de dólares y no le pagaste ni un centavo a los blogueros que trabajaron para vos, atorranta de cuarta, ¡y escribiste un libro haciéndome mierda a mí, pero quién sos marrana chancha, puta-puta-reputa!, y no hay ni un puto periodista que escriba mierda contra vos, pero ya vas a ver cómo esta bombita te arranca esa cara llena de botox y pinzas ajustadas en las orejas, ya vas a ver, me vengaré perra-perra-perrona... Picasso ve que el guardia está atento al monitor que transmite un documental sobre África, entonces se filtra entre cámaras apagadas y llega hasta el decorado buscado, ve más allá la mesa bendita que calmará sus ansias de tomar venganza. No hay nadie en este estudio poblado de penumbras, sólo yo, el gran vengador, seguramente luego harán una película para Netflix después de que estas ratas vuelen por el aire. Perdoname Larry, que vos también caigas en la volada, pero lo mismo el infierno es tu merecido descanso luego de cagar a tanta gente pasando cheques sin fondo, Dios, en este ambiente no se salva nadie; pero bueno, en realidad nada tengo contra vos, así que, mejor-mejor, sí, mejor pongo la bomba en la silla donde ella se sentará, ¡sí!, la bomba le abrirá el upite y ¡ella se desparramará en el cielo como los fuegos artificiales de Año Nuevo!, sí-sí, ja-ja... Picasso, feliz y con babas colgándole de la comisura de los labios, trata de colocar la bomba debajo de la silla donde se sentará la muy guacha que se atrevió a escribir un libro contra él. Pero la base del asiento o tiene otra textura o él no terminó de entender bien el tutorial en youtube sobre cómo colocar bombas terroristas y salir indemne del caso, el asunto es que el fenomenal estallido ilumina el estudio con tanta violencia que todo vuela al infinito, y mientras el gran pintor, perdiendo la peluca y demás disimulos, va disolviéndose en minúsculas partículas de nada, Dios le permite un último pensamiento que Picasso asume: Y bueno che, he tenido la etapa azul, el período rosa, la época negra, tantas, bien, digamos que ahora estoy en el espacio del pelotudo a la violeta, ma-sí, pero a mí el tiro del final sí que me salió, ¡como-el-orto-pero-me-salió!, esta noche para siempre se acabaron mis hazañas...