El trailer oficial de El marginal marca el tono de la tercera temporada. Lejos de aburguesarse ante un éxito que conoce de reconocimientos nacionales e internacionales, y cuya segunda temporada alcanzó picos de rating de más de 10 puntos en la gélida e insulsa pantalla de la TV Pública, la serie parece redoblar la apuesta. Al menos esa es la sensación que queda flotando tras ver ese adelanto tan potente en lo que cuenta como en lo que muestra. En ese puñado de minutos que dura el avance, la cárcel de San Onofre se muestra más sangrienta que nunca, más violenta de lo que ya se la conoce. El lenguaje tumbero se concentra en su máxima expresión: la sangre tiñe a la pantalla, con la crueldad propia de quienes la ejercen. La serie carcelaria estrenará su tercera temporada esta martes a las 22, por la TV Pública, pantalla que una hora antes emitirá un especial con el detrás de escena de la ficción co-producida por Underground y el Canal estatal.

Todos son víctimas y victimarios en San Onofre, sobrevivientes -por ahora- de un sistema que parece pudrirlo todo. La tercera temporada seguirá indagando en esa comunidad viciosa manejada a diestra y siniestra por los hermanos Borges, Diosito (Nicolás Furtado) y Marito (Claudio Rissi). La acción -a esta altura el género que mejor le cabe a El marginal- de esta nueva-vieja historia transcurre dos años después del llamado "motín de las palomas" que se pudo ver en la temporada anterior, y un año antes del secuestro de Luna Lunati (Maite Lanata), disparador de la primera. Con la consolidación de su poder dentro del penal de San Onofre, los hermanos Borges buscan "comprar" su libertad a cualquier precio. Y para ello necesitan recaudar mucho dinero, por lo que aceptan la propuesta de proteger a un interno recién llegado (Toto Ferro), uno de esos "nenes bien", hijo de un poderoso empresario, que en una noche de alcohol se convirtió en asesino al volante. El problema es que el poder y los privilegios de los Borges resultan apetitosos para otros: los jóvenes presos de "la sub 21" irán por ellos, tejiendo lazos con un ex boxeador (Alejandro Awada) y con el enigmático y cruel Pantera (Nacho Sureda).

"La primera temporada tuvo una acción dramática más cercana al policial de trama, con el juego del gato y el ratón entre Pastor y los Borges. La segunda, por contraste, dejó la sensación de que fue más violenta que la primera, mas que nada por el impacto visual. En esta tercera temporada jugamos a hacer una de acción, más pochoclera, en el sentido de puro entretenimiento, con buenas dosis de violencia y de humor negro", detalla a Página/12 Pablo Culell, productor ejecutivo de Underground. En una industria que por razones económicas, pero también por decisiones artísticas, se limita casi a producir ciclos generalistas, que tengan la capacidad de atraer al mayor público posible desde la identificación con los personajes y las situaciones, El marginal demostró que volver a la televisión de género tiene su recompensa.

Que una serie realizada en Argentina, de temática carcelaria dura y para nada angelada, haya llegado a Netflix y esté estrenando su tercera temporada en la TV Pública, es una señal positiva en el seno de un medio que se está reconfigurando en el más amplio sentido de la palabra. El riesgo, en todo caso, es que la ficción sea rehén de la tentación de perderse en los aspectos más oscuros de la vida carcelaria, limitándose a buscar el impacto sin consistencia dramática. "El límite sobre hasta dónde mostrar es constitutivo a la ficción, pero entendemos que es una serie para un público adulto que sabe lo que va a ver" analiza el productor. "En estos años -revela- percibimos que una de las cosas que más se festeja en El marginal es la violencia. El final de la primera temporada, cuyo capítulo lo proyectamos con público en vivo, la gente gritaba para que no murieran los villanos. Esta es una serie de malos. Es una regla de la dramaturgia que cuando más fuerte son el villano y el antagonista, mejor resultado tiene la ficción. La fascinación del mal se manifiesta en la reverencia que tienen personajes moralmente deplorables, y que sin embargo generan una empatía en el público tremenda. Evidentemente nos atraen porque deben despertar la parte oscura que todos tenemos".

Esa fascinación por el mal y, por qué no, por un mundo desconocido para las mayorías, alcanza en El marginal una puesta escena compleja para los cánones televisivos locales. Los violentos motines, las peleas "a muerte" y las sangrientas venganzas que se dirimen en San Onofre alcanzaron en la ficción grandes escenas, cargadas de crueldad pero también de tensión y complejidad artística. "Filmar escenas de luchas o motines violentas no es sencillo", cuenta Alejandro Ciancio, el director de El marginal, que contó en su génesis con el aporte de Adrián Caetano, el realizador de la recordada Tumberos. Cada una de las escenas requiere de un trabajo previo con el equipo de producción, de análisis y desglose, para que nada quede librado al azar. “Las escenas tienen que parecer de verdad pero son de mentira. Nadie pude salir herido”, subraya. Una pelea grande, como la que se verá en esta temporada entre Pantera y la Bestia, demandó de cuatro encuentros de cuatro horas cada uno con los actores, el coordinador de efectos especiales y el director, ensayando y chequeando cada movimiento para que todo saliera tal cual estaba previsto. Luego, ya en el set, la escena demandó casi ocho horas de filmación, entre preparativos y las diferentes tomas. “El guión te marca la secuencia del enfrentamiento y la resolución, pero todo el adentro de la escena la marcamos nosotros”, detalla Ciancio. Luego, el montajista hace su trabajo y es Sebastián Ortega el que asume el “corte final” que finalmente llega a la pantalla.

El director de la serie reconoce que series como El marginal no sólo están atravesadas por la limitación presupuestaria argentina, sino también por una ética de la responsabilidad más que de la moral. “Lo que hay -reconoce- es una consciencia de lo que estamos mostrando. Somos conscientes y responsables de lo que hacemos y de la manera en que lo mostramos. No podemos ser ingenuos. Un paso en falso puede ser malinterpretado y puede tener una repercusión negativa sobre el entretenimiento que pretendemos ofrecer y sobre la reflexión social que el programa suscita. Sin embargo, para que los personajes sean libres, no juzgamos sus actitudes. Sólo nos limitamos a que cada cosa que hagan tenga un fundamento narrativo. Es la construcción de los personajes la que define todo, hasta su forma de pelear".