"…La mirada fija, como la violación, captura y encierra a su blanco, forzándolo a ubicarse en un lugar que se convierte en destino, un lugar del cual no hay escapatoria, una subjetividad obligatoria…la gaze es ese mirar abusivo, rapaz, que está al margen del deseo y, sobre todo, fuera del alcance del deseo del otro. Como tal, constituye la forma más despojada de la violación."

Rita Segato "Las estructuras elementales de la violencia".

"La violación no puede visualizarse porque la experiencia, tanto en su dimensión física como psicológica, es interna. La violación ocurre adentro. En este sentido, es imaginada por definición y solo puede existir como experiencia y memoria, como imagen traducida en signos, nunca adecuadamente objetivable….una usurpación unilateral." Mieke Bal. "La violación de Lucrecia".

 

 

A mis amigas y amigos

El Holocausto

La vida, a veces, se presenta en Holocaustos.

No son rimbombantes. No. Entran calladamente en la realidad, mucho más allá del pensamiento.

Uno desea salir despavorido, pero el dolor es tortura, y a su vez alto. Como el Perito Moreno.

La salida : un sueño quemante de pastizal.

Cuando entre Holocausto y vida se extravía la diferencia el sol de cada uno queda eclipsado como ayer. Y se dispone de sólo un minuto por día para ver las palabras.

Y de tan grande, ese Holocausto, no se ve.

Es cuando ha ocupado todo.

 

La Minipimer

Qué electrodoméstico más "arco y flecha" la minipimer.

Ni siquiera es licuadora, la de antes, la que había que llenar con bananas y leche. Íbamos hacia la misma mientras ella permanecía en la profundidad de la cocina juntando incomprensión por poco uso.

En cambio la minipimer viaja hacia ollas y sartenes a que, verduras y frutas, dejen de existir siendo.

A mano trituramos y licuamos todo cuanto caiga en tres filosos cuchillitos al cabo de lo cual sobreviene el reino líquido a aliviar dentaduras.

En este sentido una calabaza dura y firme alcanza entidad de leche o miel, un durazno bien vestido muta al zarpazo solitario del mango demoledor para convertirse en jugo eléctricamente apto.

¡Qué curioso! Algunas personas se manejan así. Así, con una minipimer constante y permanente. Nos la pasan por el cuerpo y la cabeza logrando un producto muy recomendable, como cien mil naranjas juntas.

Nos pasan la minipimer a las ideas y hacen "Jugo de nosotros", para beber con nostalgia cuando están aburridos.

 

El polvorín

Un polvorín es un edificio de uso militar donde se almacenan pólvora y  municiones o explosivos hechos a base de pólvora.

La Santabárbara es el pañol o paraje destinado en los buques para custodiar, precisamente, la pólvora u otros elementos de estallido fácil, así como la cámara por donde se comunica o baja a este pañol, es decir, un polvorín en los navíos.

Recibe este nombre por la imagen de Santa Bárbara, patrona de los astilleros, que generalmente está colocada en este lugar.

También se le daba tal nombre a una región del extremo de la popa de la primera cubierta del navío que se destinaba a guardar los pertrechos del contramaestre y que en muchos casos contenía los alojamientos de algún personal o era camareta de los guardiamarinas.

Digamos que el polvorín es una cámara muy especial, un sitio puntual del barco, explosivo, delicado, reservado, peligroso y de cuidado en el lugar donde esté.

En un barco es el corazón desenfrenado del mismo, el punto débil, el lugar donde apuntar para que explote todo, digamos.

El lugar exacto donde, con una sensibilidad inteligente, fumarse un cigarrillo para que explote el alma, el punto justo donde fuego y pólvora comienzan la mejor amistad.

Es ininteligible (pero cierta) la levísima alegría que algunos tienen al descubrir la abeja peligrosa que nos conforma, el alma mater intransitiva del impulso que explota con seguridad.

Gente con penitencia de crecimiento, que anda por la vida con un radar para el horror, y que, por eso mismo, enciende fósforos en nuestra Santa Bárbara, la más íntima (como el navío) y combustible.

Cuando alguien apunta al polvorín la indicación terapéutica es correr hacia el fin del mundo.

Para salvar la vida.

 

El depredador

La depredación es un tipo de interacción biológica en la que un individuo de una especie animal (el predador o depredador) caza a otro individuo (la presa) para subsistir.

En la depredación hay un individuo perjudicado (que es la presa) y otro que es beneficiado (el depredador) pasando la energía en el sentido presa a depredador.

Una forma particular de depredación la constituye el parasitismo, en el cual el organismo se alimenta de otro desarrollando, por esa razón y no por otra, un vínculo fuerte con él.

El depredador necesita de la presa y para tenerla incluye estímulos visuales u olfativos que sabe a la presa le gustan (siempre en forma silenciosa para no derrochar energía).

Cabe destacar que el camuflaje es una de las circunstancias propias del proceso de depredación, en éste, un organismo es capaz de modificar su color y su forma volviéndose parecido al paisaje, pasando a ser difícil el reconocimiento por parte del depredador. Los animales entonces adquieren un parecido a objetos inanimados como piedras, troncos, hojas y ramas.

El león depredador de impalas. El lobo, del alce. Serpientes de Cascabel, de los halcones. Las gacelas, presas del león. La comadreja depredadora de roedores. El tigre, de Jabalíes. La anaconda, el anfibio depredador más importante. La rana depredadora del escarabajo.

¡Qué clarividente resulta la naturaleza a veces a los fines de descifrar al ser humano!

De buen arbitrio jamás pensaríamos a alguien en posición depredante; se la desestima por animal, por poco amorosa, por cosa de leones y lobos. No de gente.

No: de humano hablante.

Sin embargo hay situaciones entre personas donde cada uno ocupa estas posiciones, claras como la vida misma.

El depredador, sin pedir mucho, se instala en íntimo secreto y empieza a chupar sangre vital, de esa que la presa tiene llena de energía. Jura que la vida es linda, va vaciando y vaciando despacio cada vaso conducto, cada vena, cada arteria, con la estadística optimista de que hay para rato.

El depredador no avisa ni da señales, absorbe, vive en la región delimitada de su rehén esperando que nunca se termine el chupa-chupa.

Y así las personas entran a parecerse a animales feroces. Uno piensa que no es así, pero lo es, lo comprendemos cuando nuestra Cebra es verdadera pero ellos de pronto se sacan el disfraz que compraron en Cotillón Gonzales.

¿Y cuándo vemos al depredador: qué?.

Cuando lo vemos, entre buitres, avispas, moscas verdes y escarabajos carroñeros, tenemos la obligación moral de dejarlo con hambre. Es difícil. Es, muchas veces, imposible. Pero el depredador muere de falta de alimento.

Y cae desnudo como lo que realmente es, pura tela.

 

Canis Lupus

Lobo o loba, me da lo mismo/ veo tus dientes entredientes/ vorazmente/

hasta esperar la muerte.

Lobo o loba, no me importa/ tengo mucho interés en que termine el cuento/

y se vean tus colmillos, de una buena vez

y deje yo de ser la pobrecita del título./ Tu pasado no es metafísico./ Vas a acarrear parsimoniosamente/ la peripecia de habernos conocido.

beagasua37@hotmail.com