El vínculo personal de Mía Fedra con el tenis se divide en dos historias. Durante toda la primera parte, que abarca desde sus inicios hasta la adolescencia, jugó como hombre y llegó a ubicarse en el puesto 25 del ranking nacional. La segunda etapa es muy diferente: desde hace siete años compite como mujer, y es la primera tenista trans profesional de la Argentina.
En el medio no tocó una raqueta en casi diez años, tiempo en el que trabajó como modelo y vivió de la noche en los boliches. “Dejé a los 18 pero cuando tenía 16 ya me veía femenina. No era un chico, era un híbrido; me veían jugar y era extraño. Ya estaba definida pero en la cancha no me podía vestir de chica, jugaba en varones y me vestía como Navratilova, con short y chomba”, explicó Fedra en diálogo con Líbero.
Resulta imposible no relacionar su historia con la de Renée Richards, la primera tenista profesional trans, quien se hizo una cirugía de reasignación de sexo después de los 40 años, comenzó a gestar un cambio cultural frente a las complicaciones del ambiente y llegó a jugar la final de dobles del US Open, en 1977, año en que también vino a Buenos Aires y conquistó el Campeonato del Río de la Plata en singles. “Cuando empecé a dar notas todo el mundo me hablaba de Renée, pero la diferencia es que ella llegó a jugar en un nivel muy alto”, dice Fedra, número tres del ranking nacional en la categoría Seniors +35, mientras comienza a narrar su propia experiencia.
-¿Cómo empezaste en el tenis?
-Arranqué a jugar cuando tenía ocho años. No vengo de una familia de tenistas pero me dieron ganas de jugar porque miraba en la tele. Tenía un club cerca de casa y le pedí a mi viejo, que fue boxeador y corría maratones, que me llevara a probar. No tenía raqueta, nada. Aprendí de a poco en el Club Village, en Adrogué; a los 12 ya me federé, empecé a jugar torneos y llegué a estar 25 en el ranking nacional. Jugué hasta juveniles y dejé porque apenas entraba en los cuadros.
-¿Y cómo siguió tu vida?
-Entre los 17 y los 18 ya trabajaba paralelamente en discotecas. Cuando dejé me contrató una fotógrafa muy importante para que fuera modelo en sus estudios. Empecé a hacer books y a trabajar de lleno en la noche. Entre 2000 y 2009 estuve sin jugar al tenis, no toqué una raqueta en ningún momento. Me alejé porque sentí que era injusto contra los hombres; nunca tuve un tenis masculino, incluso ahora en Seniors con las chicas juego de igual a igual, no le pego más fuerte que nadie. Hice un tratamiento hormonal por el que no tengo masa muscular ni un gran desarrollo de la caja torácica.
Fedra transitó nueve años alejada del tenis. Su pasión por la raqueta, sin embargo, volvió a florecer y le dejó paso a una segunda vida en las canchas: “Estaba contaminada, tomaba alcohol, fumaba, era un descontrol. Había tenido una vida deportiva pero después era un brindis continuo. Trabajaba en la noche, tenía popularidad, pero empecé a extrañar el tenis y el cuerpo me lo pedía. Trabajaba todos los días de noche, ganaba muy bien, entonces junté esa plata para hacer un profesorado y volver a jugar. No sabía cómo hacer, pensaba jugar en el circuito masculino y que dijeran lo que quisieran. En 2009 hice el profesorado sudamericano con DNI masculino pero como trans”.
-¿Cómo encaraste el regreso al tenis?
-Empecé a jugar con amigos que habían vivido de cerca mi transición y me mantuve activa dos años después del profesorado. En 2012 salió la Ley de Identidad de Género y me vino como anillo al dedo; fui a la Asociación con el DNI nuevo, pedí que me cambiaran el nombre que figuraba en el diploma del profesorado, y volví a inscribirme para jugar desde cero.
-La ley te cambió la vida…
-Sí, apenas saqué el DNI volví a jugar, imaginate la desesperación que tenía. Volví en 2012 pero recién empecé a ganar en 2014. Dos años me costó jugar con las chicas, era otro tenis. Estaba acostumbrada a otro juego y las mujeres meten un montón de pelotas. En hombres no pasa porque la pelota viene a otra velocidad; en mujeres se piensa más y me costó salir de esa telaraña.
Aquella tendencia negativa, sin embargo, comenzó a revertirse a partir del aporte de dos personas: el entrenador Marco Caporaletti, ex coach de Mercedes Paz, Guillermo Cañas y Lourdes Carlé, entre otros; y Fernando Aguirre, ex preparador físico de Gastón Gaudio. “Decidí invertir esa plata que había juntado para prepararme con Marco, a quien ya tenía visto porque había entrenado a Andrea Paredes -tenista trans chilena-, y tuve la suerte de tenerlo también a “Pantera” en su centro de entrenamiento; ahí tomé impulso y empecé a ganar”, detalla Fedra, quien trabajó con esa dupla durante dos años.
Hoy, en una etapa distinta, no tiene los recursos para volver a apostar a una preparación fuerte: “Nunca estuve número uno. Lo veo cerca pero no es algo que me vuelva loca. Desde que dejé a Marco y a Pantera me entreno en varios clubes. Soy una jugadora de edad; si me entreno fuerte puedo volver a jugar profesional y pasar varias ruedas, estoy cómoda en mi ranking sin un plan de entrenamiento. Juego bien y quiero hacerlo mejor. Este año me clasifiqué para el Mundial de Seniors, en Miami, pero no fui porque no tengo sponsor”.
-¿Con quién te gustaría tomar un café?
-Con Gaby (Sabatini). Nunca la vi pero no sé si le gustaría hablar de tenis conmigo. Si me la cruzara le preguntaría cómo se siente jugar en la elite, estar en los estadios, tenerla a Steffi Graf enfrente. Más que nada hablaría de tenis con ella: cómo venía el slice, cómo picaba la pelota, cómo la levantaba en Wimbledon, qué jugadora la jodía más…
-¿Tenés un sueño por cumplir?
- Yo voy a jugar toda la vida pero mi sueño es darme otra oportunidad de hacer tenis en un centro de entrenamiento, y prepararme bien. Necesito un apoyo para tener esa chance y ver hasta dónde llego. Y después dedicarme a dar clases.
Los inicios y la familia
Mía Fedra siempre contó con el apoyo de sus padres, tanto en el tenis como en su vida personal. “La parte de tenis siempre la manejó mi papá. Era obsesivo y hasta tuvo problemas con otros padres cuando yo era chica. Una vez tuve que sacarlo porque se ponía loco cuando había pelotas dudosas. Fue un padre exigente en ese sentido, porque era deportista y también se veía reflejado. Mi mamá nunca me dijo que no jugara pero jamás me iba a ver”, explicó la número tres del ranking nacional.
-¿Con tu sexualidad te acompañaron?
-Yo siempre fui femenina desde muy chica. No era una novedad. Si venían a decirle a mi mamá que su hijo era gay no era una sorpresa. El problema para mi mamá era que me hiciera trans, porque en ese tiempo terminabas en la calle y te discriminaban bastante más, mientras que siendo gay podés conseguir trabajo y estar bien. Pero eso no se puede evitar, uno nace y no se hace. Yo no me sentía un chico y aparecí con los tacos muy rápido (risas).
-¿Evolucionó la sociedad en cuanto a esa discriminación?
-Yo creo que evolucionó. En el tenis nunca me sentí discriminada, ni cuando jugaba andrógino ni después. Dicen que hubo rumores pero yo no me daba cuenta. Para las chicas yo no era un problema, porque al principio me cagaban a palos; si me las hubiera llevado puestas a todas quizá habría sido un problema. Pero tampoco soy Serena Williams.