No es descabellado pensar que la desigualdad social, o incluso fenómenos como la inestabilidad del sistema político, produzcan mayores dosis de estrés y aceleren el envejecimiento cerebral. De hecho, razonarlo de ese modo podría resultar hasta intuitivo para muchas personas. Sin embargo, una cosa es una hipótesis y una muy distinta lo que puede comprobar la ciencia a través de su método. Este lunes se publicó una nueva investigación en Nature Medicine, realizada por un equipo internacional, que muestra cómo la vejez saludable no solo depende del estado físico, las conductas y los hábitos alimentarios de los individuos, sino que también hay factores como la inestabilidad del contexto sociopolítico que pueden ser decisivos. En concreto, desde una perspectiva integral, los déficits de la gobernanza y la fragilidad democrática podrían considerarse al momento de planificar las estrategias de salud pública.
Los científicos a cargo del examen proponen que aspectos como la contaminación, la igualdad entre los ciudadanos y las condiciones democráticas que proponen los gobiernos son relevantes para medir la calidad del envejecimiento cerebral a nivel individual. De este modo, teniendo en cuenta la edad real de las personas, los especialistas analizaron un abanico de aspectos ambientales, con el propósito de identificar de qué manera actuaban en el estado de salud general. Básicamente, hallaron que condiciones como la pobreza y la desigualdad, así como también la debilidad de las instituciones democráticas producen secuelas biológicas que se pueden cuantificar.
A largo plazo, aspectos como vivir en países en donde no se respeta el voto ni los derechos de los ciudadanos aumenta la inflamación y el desgaste corporal, que conducen a un mayor estrés biológico. Lo mismo para otras condiciones que construyen un entorno nocivo, como la desigualdad económica, la mala calidad del aire y la desigualdad de género. En promedio, quienes afrontaban esta clase de situaciones demostraban un envejecimiento conductual 5 o 6 años mayor que su edad cronológica.
¿De qué manera lo investigaron?
Emplearon las bondades de la Inteligencia Artificial y su capacidad para analizar muchos datos en poco tiempo, para examinar de forma minuciosa el contexto sociopolítico de 160 mil personas que habitan 40 naciones. Como resultado, observaron que dependiendo del sitio en el que residían, las buenas o malas condiciones podían acelerar el envejecimiento cerebral, esto es, incrementar el riesgo de deterioro cognitivo. Esto lo pudieron comprobar a partir de la creación de la “brecha de edad bioconductual”, un marcador biológico que compara la edad prevista (a partir de su salud, cognición, educación y funcionalidad) con la cronológica (edad real).
Por caso, Europa tiene un envejecimiento más retrasado si se lo compara con países de Asia o América, que se encontraban en la media. Sin embargo, también se subrayaron diferencias al interior de cada continente, ya que los ciudadanos de territorios del norte europeo tenían mejores valores que los que vivían al este. Mientras tanto, naciones como Egipto o Sudáfrica, según el hallazgo, arrojaban los valores más negativos vinculados a una vejez saludable.
En el estudio también advirtieron de qué manera la desigualdad de género potenciaba un envejecimiento acelerado. Según refirieron los investigadores, un acceso restringido a la educación, al progreso económico y a la atención sanitaria en muchos países constituye una causal de mala vejez para muchas mujeres alrededor del mundo. Así es como el estrés crónico favorece una aceleración del envejecimiento no deseado.
Como resultado, el envejecimiento no solo se mide por los genes de cada quien. Cada vez con mayor recurrencia, las ciencias naturales comprueban que el enfoque de las ciencias sociales --aquellas que ponderan la influencia de los contextos y las interacciones del humano con su entorno-- ofrece parámetros que tienen su correlato medible. Definir dónde y cómo uno vive es fundamental para redefinir un envejecimiento saludable.
Planificar la vejez
Fenómenos como el envejecimiento es algo que los gobiernos de los diferentes países deberán atender de forma inmediata, más aún si se tiene en cuenta que en todo el mundo hay cada vez menos nacimientos y más longevidad. Un informe de la Universidad Austral y la Red de Institutos Universitarios Latinoamericanos de Familia reveló que en Argentina “se está registrando un aumento de la población envejecida, ya que hay menos nacimientos y una esperanza de vida mayor”.
El país registra una Tasa Global de Fecundidad de 1,4 hijos por mujer, lejos del umbral de reemplazo generacional de 2,1; mientras que la esperanza de vida se ubica en los 78 años.
Dejar de ser un territorio joven obliga a planificar la vejez. Para empezar, sería bueno evitar los palazos que el gobierno ofrece como respuesta cada miércoles.