Ulises de la Orden plantea en su nuevo documental, Nueva Mente, el problema de la basura. Pero señalar sólo eso sería injusto con su trabajo. Es mucho más que eso también: el film indaga en cómo funcionan las cooperativas de los llamados "cirujas" como una solución digna al problema del reciclado. Los protagonistas del film son aquellos que el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, suele despreciar porque para el funcionario es más importante que los turistas no vean gente revolviendo en la basura que resolver el problema en sí. Es decir: los protagonistas son los trabajadores de la Cooperativa Bella Flor, una organización de recuperadores urbanos que se gana el pan en el predio de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse). Más de 15.000 toneladas de basura por día se entierran allí. A su vez, más de 10 cooperativas trabajan en el llamado Reciparque, dentro del Ceamse pero harían falta 100 cooperativas más. Gracias a su labor cotidiana, los integrantes de la Bella Flor lograron recuperar la dignidad del trabajo y también mejoraron sus vidas realizando una labor silenciosa que la inmensa mayoría desconoce. Si no, no se entiende cómo un proyecto como el de los contenedores "inteligentes" que propuso Larreta pueda ser bienvenido. El film se estrena este jueves en el Cine Gaumont. 

En los años 1977 y 1978 se erradicaron los basurales urbanos de la ciudad y todo se trasladó al área Reconquista, en José León Suárez. Allí crecieron el Ceamse y los barrios, a la vera del Río Reconquista y del basural. Nueva Mente propone también un viaje al lugar donde se depositan los residuos y varios interrogantes:  quién se ocupa de ellos, qué rol cumple el Estado, qué negocio hay detrás de la basura, qué parte se recicla, y qué parte no,  cuál es la tarea que realizan los trabajadores en la tolva. Y lo más importante: ¿qué política de gestión de residuos se necesita de cara al futuro?

De la Orden nació en Buenos Aires en 1970. Estudió dirección cinematográfica en la Universidad del Cine. Es profesor de Dirección en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc) desde 2006. Sus estudios académicos fueron completados con una vasta experiencia en la industria cinematográfica, donde trabaja desde 1992, participando en grandes producciones de Argentina, Chile, Hungría e Inglaterra, como Evita, de Alan Parker, o Siete años en el Tibet, de Jean Jaques Annaud. Desde 1998 desarrolla exclusivamente sus proyectos personales como escritor, productor y director. Ha dirigido siete largometrajes documentales, filmando en Sudamérica, China, Europa, Estados Unidos y Canadá. Siempre busca contar historias ligadas al medio ambiente, a los pueblos originarios y a las cuestiones sociales y políticas más urgentes. 

"La idea de la película nació de la propia motivación personal o de tener la conciencia junto a mi familia de separar la basura, compostar los orgánicos y sacar las bolsas separadas de cartón y plástico desde hace quince o veinte años", cuenta el realizador.  Nunca se desprendió de la imagen de los cartoneros en el 2001 ni de cómo se fueron organizando. "Ya se los empezaba a ver con uniforme, e iban apareciendo las cooperativas. Eran cosas que veía y era un tema que siempre tenía en mente", agrega De la Orden. Y sobre todo era un tema que le hacía ruido. Una vez que empezó a ver la realidad de las cooperativas de recicladores, se quedó fascinado. "Y cuando llegué a la Cooperativa Bella Flor en en el Reciparque del Ceamse sentí admiración", reconoce el director.  

El Ceamse de José León Suárez tiene un predio en la entrada. Allí, la gente que iba a la montaña de basura a cirujear le generaba un problema al lugar. "Incluso se había militarizado la montaña de basura, que estaba custodiada por la policía. Inventaron el Resiparque (de Residuos): negociaron con los cirujas, que son los vecinos que viven del otro lado del Río Reconquista, y les vaciaban algunos camiones en este predio a la entrada y ahí podían cirujear", relata el documentalista. Todo eso fue creciendo hasta hoy en día que hay 11 cooperativas formalmente establecidas. "De cirujear en el medio de la basura, con el barro hasta las rodillas y en el medio de la inmundicia hace una década, ahora pasaron a tener plantas con cintas de separación, un tinglado y maquinarias". Y ya no se llama más Resiparque sino Reciparque, nombre que da cuenta de la transformación: el parque del reciclado. 

-¿Por qué eligió la cooperativa Bella Flor?

-En realidad, había elegido otra cooperativa, Nueva Mente, que queda en Morón. El proyecto cinematográfico es de 2015. Empezamos a trabajar en 2016 cuando cambió la línea política del gobierno: de Nuevo Encuentro a Pro, con el intendente Ramiro Tagliaferro, que es el ex marido de la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Así que los cooperativistas perdieron todo el apoyo municipal, todo el apoyo provincial y todo el apoyo nacional. Era una jugada un poco berreta porque Ramiro Tagliaferro había levantado la mano cuando era concejal y el Concejo Deliberante de Morón había declarado el proyecto de interés municipal. Pero después ya no querían saber más nada con nosotros. No querían que se hiciera una película ahí. Tampoco quieren a la cooperativa en Morón. Casi me quedo sin película porque había filmado unas cuantas jornadas. Fue imposible seguir trabajando allí. Salí a investigar  de vuelta y encontré esta cooperativa y a la gente que forma parte de la película. 

-¿Le impresionó el nivel de organización?

-Sí, y creo que es lo que no tenía la cooperativa Nueva Mente, a la que la política se la llevó puesta. Prácticamente desapareció. Estas resisten y resisten. Tienen un nivel de organización muy fuerte hacia adentro de la cooperativa, también la vinculación con los barrios (porque ellos son todos vecinos de los barrios de emergencia de enfrente que crecieron sobre los basurales clandestinos). Es gente que nació entre la basura, que vive entre la basura, que trabaja con la basura. También se vinculan con las universidades como la de la San Martín, la de General Sarmiento y la Universidad de Buenos Aires.

-¿En qué aspectos se vinculan?

-Distintos tipos de cosas, como proyectos que la UBA tiene para desarrollar el Reciparque (un servicio que le da al Ceamse). La Universidad de San Martín logró que abran una sede universitaria en la Unidad Penal 48, que está ao lado del predio. También está el vínculo entre la cooperativa y las asociaciones vecinales del barrio. Hay mucha organización social, política, económica y cultural. Nutritiva también, porque ellos arrancaron como una asociación vecinal haciendo sus propias ollas populares  ya que no tenían para comer. Entonces, empezaron a cocinar lo que traían de la montaña de basura. Esa organización vecinal se transformó en la cooperativa.  Y el comedor todavía continúa. Ahora, dentro de la cooperativa tienen la escuela y la universidad en el Penal. ¿Por qué para ellos es importante lo del Penal? Porque ellos hablan del barrio como la sala de espera para terminar muertos o en la cárcel. Y la cooperativa surge como una alternativa potente, como una posibilidad de trabajo concreto, digno. Hablan del triángulo Barrio-Basural-Penal. Y lo llaman "El Quemaikén": el Parque Temático de la Pobreza. 

-¿La cooperativa funciona, entonces, como una herramienta de inclusión social?

-El reciclaje de la basura es el trabajo que saben hacer desde hace treinta años y ahora también reciclan gente. Esa es la inclusión social. ¿Qué gente reciclan? Los pibes del barrio, que son sus propios hijos, hermanos y vecinos, que estaban muy metidos en la droga. De a poco, los van sacando, dándoles un laburo, una identidad colectiva. Y los ex presidiarios que salen del Penal, que son sus propios vecinos también, ahí tienen trabajo. 

-¿Mostrar la labor de la cooperativa Bella Flor es una manera de mostrar la solidaridad o la ausencia del Estado? 

-La solidaridad existe y ellos la comprenden porque son los que están ahí. Ahí no va nadie. El Estado debería estar más presente. A su vez, es relativo, porque ese predio del Ceamse es de una compañía del Estado. Y la basura se la entrega el Ceamse que gerencia otras corporaciones privadas. Ahora, el gran negocio de esto es de las empresas privadas que cobran por enterrar la basura en la montaña del Ceamse. Se entierran más de 17.000 toneladas por día. El problema de la basura tiende a solucionarse por muchos caminos. Por un lado, cada tonelada de papel es bosque que no se desforesta. Cada tonelada de plástico es petróleo o gas que no se extrae. Las cooperativas están brindando también un servicio ambiental que nadie se los reconoce. Ahí podría aparecer el Estado a reconocerles ese servicio. Por otro lado, están generando trabajo donde no había nada para hacer. Uno de los mayores problemas del área Reconquista y de los barrios de emergencia es el desempleo. Ellos inventaron un trabajo. El reconocimiento a ese trabajo también es sumamente importante. Ahí también tiene que aparecer el Estado.